Trampas al solitario

V aya por delante el saludo a la bandera, que tal como está el ambiente es casi imprescindible: Catalunya tiene todo el derecho a mejorar su sistema de financiación, a acotar la solidaridad, a que revierta en su territorio y en sus habitantes una parte sustancial del esfuerzo fiscal de sus contribuyentes. Y a exigir que el Estado cumpla con los compromisos adquiridos por ley, que alegremente se han saltado tantoZapatero comoRajoy.Faltaría más.

Pero todo esto no invalida el diagnóstico de que recetar una sobredosis de pacto fiscal como terapia para sacar a Catalunya de la uci no es otra cosa que administrar un placebo. Ayer mismo, Josep Rull yAntoni Castellà, del equipo médico habitual, nos suministraron la dosis diaria a cuenta de la hasta hace poco envidiable salud del paciente vasco.

Los problemas de tesorería que asfixian a la Generalitat son bastante más que una consecuencia del llamado expolio fiscal español. Seamos serios, la causa principal del desplome de las finanzas catalanas no es otra que la recesión, la explosión de un modelo económico fallido, tan español como catalán. ¿Podemos creer que con un mejor sistema de financiación Catalunya estaría hoy al nivel de Holanda? En absoluto. Nuestros problemas (pecados) estructurales son básicamente los mismos que tienen postrada a España.

Culpas ajenas

El sector de la construcción catalán, por ejemplo, llegó a representar en su apogeo el 12% del PIB (el 14% en toda España) frente a solo el 7% de Euskadi y el 6% de Holanda. La estructura del paro por sectores en Catalunya es la misma que la española. Para alimentar la vorágine crediticia que financió la burbuja, nuestras cajas se endeudaron hasta las cejas sin que la Generalitat dijera esta boca es mía. Si buena parte de las cajas catalanas se han hundido y las vascas sobreviven no es por el concierto, es por la indigestión de ladrillo.

Disimular los graves errores propios puede servir para desviar responsabilidades, pero en realidad solo es hacerse trampas al solitario.