Las cosas grandes de un país pequeño

Un huevo en cada cesta

El tejido empresarial y académico de Catalunya tiene mucho que decir sobre una hipotética independencia. El sector de las cuentas se mueve en un cauto 'sí, pero'.

El presidente del Cercle d'Economia, Josep Piqué.

El presidente del Cercle d'Economia, Josep Piqué. / periodico

JOSEP-MARIA URETA / Barcelona

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Marzo de 1980: Jordi Pujol, vencedor de las primeras elecciones autonómicas, superando a la candidatura socialista encabezada por Joan Reventós Carner. Meses después, el presidente de la patronal Foment del Treball, Alfredo Molinas, no tenía empacho --en privado, como siempre-- en repetir el mensaje enviado al sucesor de Josep Tarradellas al frente de la Generalitat: tiene nuestro apoyo porque es el bastión contra los marxistas (en la época se decía así), pero que no intente desde allí penetrar en las instituciones emblemáticas como la Cambra de Comerç, Foment, el Barça o la Caja de Pensiones.

Molinas había relevado en el cargo a Carlos Ferrer Salat, enviado a Madrid para crear la nueva patronal española CEOE, plataforma que le valió también para influir en las negociaciones para el ingreso de España en la CEE (hoy Unión Europea) en favor de una mayor prórroga del desarme arancelario y patentes para el sector farmacéutico español, el suyo (Laboratorios Ferrer). En la misma época, un primo de Ferrer, Josep Vilarasau Salat, acababa de regresar de Madrid para hacerse cargo, de la mano de Narcís de Carreras, de la Caja de Pensiones hasta convertirla en La Caixa. Vilarasau había ocupado, entre 1969 y 1975, altos cargos en Telefónica, Campsa (hoy Repsol) y la dirección de seguros del Ministerio de Hacienda. No es casual que de aquella experiencia madrileña queden rastros de las grandes inversiones que La Caixa mantiene en el Ibex español (Telefónica, Repsol, Gas Natural, Abertis...).

Por su parte, Narcís de Carreras, 'El Principal de la Bisbal' y prohombre de la histórica Lliga, era tío y padrino de Narcís Serra (PSC), que fue 'conseller' del Govern de Tarradellas. En el primer Gobierno de Pujol, el primer 'conseller' de Indústria, entendida como enlace con el empresariado, fue el entonces presidente del Cercle d'Economia, Vicenç Oller. El actual presidente del Cercle, Josep Piqué, fue ministro de Industria con Aznar, aunque empezó en política de la mano de Joan Hortalà, cuando era secretario general de ERC.

Treinta años después, la cuestión es saber si sigue vigente este esquema de cooperación público privada a la catalana o si la emergencia del movimiento a favor de la independencia se va a encontrar enfrente este poder disuasivo, como Molinas con los marxistas.

La segunda cuestión es si la progresiva apertura económica de Catalunya al mundo, y prioritariamente en el seno del mercado europeo, es argumento suficiente para que el empresariado de más peso esté dispuesto a entrar en la discusión pragmática de beneficios y perjuicios propios de un proceso de independencia. No van a responder ni personal ni colectivamente. Pero su influencia será notable. Y es de escasa utilidad seguir utilizando conceptos como burguesía o sociedad civil. De poco sirve la referencia de un libro en su día emblemático, 'Las buenas familias de Barcelona', del antropólogo G.W. McDonogh, sobre los herederos de los pioneros de la industria; como tampoco es del todo acertado el anglicismo sociedad civil como antinomia del poder público. El catedrático Enric Ucelay propone el término 'sociedad de familias' barcelonesas de arraigo. Esas sí existen y se mueven en cualquier ámbito. Es decir, un huevo en cada cesta.

Para quienes tienen las riendas de la economía catalana, la independencia de Catalunya ¿es deseable?, ¿es posible?, ¿alguien ha calculado la relación elemental coste / beneficio? Veamos primero la opinión de quienes trabajan en ciencias sociales (historia, sociología, economía) y luego los movimientos más recientes de opinión económica, especialmente activos tras la sentencia constitucional sobre el Estatut.

Francesc Cabana, autor prolijo sobre historia económica y financiera de Catalunya y de sus empresarios protagonistas, recuerda que fue Francesc Cambó quien a principios del siglo XX "cambió la mentalidad de la burguesía catalana", aunque todos los diputados a Cortes de la época eran empresarios en defensa de sus intereses. El gran cambio es que hoy en Madrid hay mucho más poder económico que en Catalunya. Su percepción es que "no se pueden pedir aventuras a los empresarios. La gente lo ha de entender".

Mala gestión local

Por su parte, el catedrático emérito Josep Fontana, autor del monumental 'Por el bien del imperio' y referente de generaciones de historiadores, admite las causas: "Está claro que el Estado no funciona y tiene costes muy elevados para los catalanes", pero en este proceso han participado políticos y dirigentes económicos. "Cuando se hizo el 'café para todos', no era eso, era dinero para todos, descentralizar recursos". Con su visión siempre crítica, Fontana fija en el colapso financiero del 2008 la quiebra del modelo actual, que "ha desnudado al Estado de recursos y ha sacado a flote problemas que ya existían". Sin rodeos: la corrupción que ha acompañado el 'boom' inmobiliario tiene su epicentro en la mala gestión de políticos locales.

"Los procesos de independencia son largos y difíciles políticamente, pero han de ser cortos en lo económico", afirma Cabana, partidario del gradualismo que parta del pacto fiscal. Fontana no niega los objetivos, pero razona: "Si la solución es la independencia de Catalunya, estupendo, pero primero que me enseñen la hoja de ruta". "Una aceptación pacífica del otro lado [España] es imposible, y tampoco una aceptación europea, sin más", advierte. Añade los grandes costos humanos ("tanta gente con lazos familiares en el resto de España") aunque la viabilidad no le parece imposible: "Catalunya, sin recursos naturales, hizo su industrialización". Ambos historiadores dan por descontado que el proceso de independencia ha de contemplarse en el seno de la UE.

"Hablar de estas cuestiones con seriedad exige rigor y capacidad técnica. Este país las tiene si se activa lo suficiente la demanda social", explica el catedrático de Economía de la UPF Guillem López-Casasnovas, cuyos trabajos sobre déficit fiscal y financiación están a pie de página de no pocas publicaciones. "Sensatez", pide Casasnovas, pero "sin frustrar las opciones que emergen con la 'rauxa' propia de estos procesos". El catedrático de Economía de la UB, Germà Bel (este curso, en la Cornell University), autor de los dos libros que más consenso han suscitado entre la burguesía empresarial ('Aeroports' i 'Poder; España, capital París'), también asume como hipótesis viable un proceso de independencia pese a que "hay que ser demasiado generoso para asumir riesgos que beneficiarán a las generaciones siguientes pero perjudican a la actual". Ahora bien, "es evidente que la economía catalana funcionaría mejor independiente, porque las reglas, modos de organización y fiscalidad española son un lastre para la economía catalana".

¿Compra estos conceptos la sociedad de familias? Depende de qué generación de ellas. Mientras que en los años 90 este colectivo, no homogéneo pero compacto, luchó en el frente fiscal, hasta conseguir la práctica supresión de los impuestos de sucesiones y la rebaja de los de sociedades fundando el Instituto de la Empresa Familiar (primer presidente, Leopoldo Rodés, en 1992; primer director Alfredo Pastor, luego Secretario de Estado de Economía en 1993), la nueva generación, la más visible, se ha integrado en el lobi empresarial catalanista Fem Cat. Los Joaquim Boixareu (aceros), Carles Sumarroca (ingeniería y construcción) , Ramon Bagó (turismo), Xavier Pujol (automóvil) han sido activos en cuestiones como la autonomía del aeropuerto o la compra de Spanair, pero su acceso a los núcleos de representación (como siempre, Cambra, Foment, Cercle d'Economia) han sido menos exitosos. Eso sí, la anterior y la nueva generación de la sociedad de familias barcelonesa ha sido una activa participante en la creación de la Fundació Princep de Girona. Por el principio de cestas y huevos.

¿Pacto fiscal o independencia? ¿Gradualismo o ruptura? Hoy por hoy, el esfuerzo de los economistas consultados por el Govern --que no significa que sean de su cuerda-- y las instituciones emblemáticas están por explorar la vía del pacto. Pero ojo con los matices. El Cercle d'Economia, presidido por Josep Piqué, y continuador de la línea de los años 80, avala la propuesta del pacto pero con un matiz importante, que no sea bilateral sino dentro del statu quo autonómico. En cambio, el Consell Assessor per a la Reactivació Económica de Catalunya (CAREC) presidido por el economista Salvador Alemany --Abertis/La Caixa y expresidente del Cercle-- ha apuntado más lejos, como si hiciera falta una cobertura más amplia por lo que pueda venir: sí al pacto inspirado en el concierto económico. Un rastreo de los componentes de la junta del Cercle y de los miembros del CAREC (con un núcleo potente de economistas académicos) ayuda a entender que pueda haber dos matices, el federalista y el confederalista.

Inventario de frentes

Pero atención, que esto no es todo. Aunque los perfiles están por conocerse, hay otro importante colectivo científico, unas 30 personas, cuyas cabezas visibles son el socioecólogo Ramon Folch y el sociólogo Salvador Cardús, que trabaja desde hace año y medio no ya sobre si es posible la independencia, sino cómo hay que abordarla. Pasar pantalla y empezar a calibrar lo que es probable, entendido como 'comprobar' todos los frentes, no solo el político-jurídico o el tributario. "Estamos haciendo inventario de todo", afirma Folch, autor, hace décadas, del 'Llibre Blanc de la Natura'. "No es ningún encargo, cuando acabemos entregaremos el resultado a quien corresponda". Como ejemplo, Folch aborda la hipótesis de qué ocurriría en el sector energético. Punto de partida: "Formamos parte del sistema eléctrico europeo; España es el 10% con un índice de interconexión de los más bajos. Todo él está gobernado desde Alcobendas, donde se procesan 170.000 datos cada cuatro segundos, ya se sabe que la electricidad es de consumo inmediato".

¿Disuasorio? No, si se mantienen al menos dos principios: cualquier proceso de independencia de Catalunya requiere negociación (lenta y costosa, advierten los historiadores) con el resto de España; y que la capacidad de generación eléctrica catalana sería acorde con sus niveles de consumo. Folch, no obstante, lanza la advertencia a actitudes simplistas que abundan entre independentistas: "No hay incoherencia más colosal que ver banderas esteladas contra las líneas de muy alta tensión (MAT) que enlazan con Francia. Habría que salir con esteladas pidiendo tres MAT más". "Hay una indigencia general de documentación", se queja.

Bernat Metge, el consejero de los reyes catalano-aragoneses Joan I y Martí l'Humà que conoció la gloria y la cárcel, ya dejó, en el siglo XIV, un aviso sobre los planteamientos ambiciosos: "No em sorprèn que nom ho puguis entendre, perque no hi vols reflexionar detingudament. No hi ha res al món que no es torni dificil, o gairebé imposible, quan no ho volem fer". ('El Somni').