Análisis

La decisión o la no decisión del PP

MARÇAL SINTES

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Son muchos los interrogantes que se abren tras la impresionante manifestación de ayer en el centro de Barcelona. Puesto que toda manifestación pretende lanzar un mensaje a alguien, podemos empezar por preguntarnos a quién va dirigido el mensaje de este Onze de Setembre y, sobre todo, por cómo el destinatario va a interpretar el mensaje y qué respuesta va a darle. Me parece claro que la manifestación tiene destinatarios diversos, pero quisiera ocuparme aquí de uno de ellos, sin duda muy relevante: el Gobierno español del PP. Este partido presenta un fuerte componente nacionalista español. Lo vemos constantemente. Lo comprobamos, de forma dolorosa, cuando el Estatut. Los populares azuzaron la catalanofobia de forma imperdonable. Recordemos las cuñas radiofónicas, las mesas petitorias. Recurrieron el Estatut ante el Constitucional. Pese al grave hachazo, les supo a poco el daño infligido al texto.

Cuando la manifestación del 2010 contra la sentencia hicieron caso omiso. Les pareció estupendo y natural que los magistrados alteraran un Estatut votado por el Parlament, las Cortes españolas y los ciudadanos de Catalunya. Además,Zapateroy el PSOE se estaban empezando a tambalearse. El PP, cuando se trata de pensar en España o ir a lo suyo, no siempre elige lo primero.

Ahora gobierna con una mayoría absoluta nunca vista. Está claro que el malestar catalán va creciendo, en gran parte debido al menosprecio de las gentes del PP, cuya última muestra son las declaraciones del extremeñoMonago. Existe una corriente de fondo en Catalunya favorable al soberanismo y al independentismo, mientras que la parte más alejada del catalanismo se muestra tolerante, comprensiva o, en todo caso, no beligerante.

El PP debe ver qué hace. Para ello tendría que ser capaz de pensar en el interés de España y a medio y largo plazo, doblegando sus instintos y evitando ciertas tentaciones.Mariano Rajoy, fiel a su estilo -sobre la manifestación ha declarado que no es momento para «líos» ni «algarabías»-, puede decidir no decidir, esto es, no hacer nada, a la espera de que amaine, de que el problema acabe desapareciendo.

Sin embargo, eso no va ocurrir. Lo que está pasando en Catalunya, en un proceso que hace unos cuantos años que viene fraguándose, no es unafoguerada, un simple cabreo episódico. Alguien con sentido común debería explicárselo aRajoy. Además, la crisis ha propiciado que la reclamación sobre los recursos que salen de Catalunya haya saltado al primer plano.

Así, al anhelo de libertad -la libertad individual no existe sin la colectiva- se ha sumado la exigencia de justicia, es decir, de no ser empobrecidos por la fuerza, merced a un modelo financiero que se nos impone. La sensación que, encima, el PP aprovecha la emergencia económica para socavar a las autonomías hace que los catalanes se sientan más agraviados todavía.

Veremos siRajoy, su Gobierno, su partido acaban poniéndose de perfil, están a la altura -empezando por la negociación del pacto fiscal- o bien, como les exigen sus radicales y sobre todo los ultras mediáticos, buscan el choque con Catalunya.

El objetivo de esto último no sería otro que intentar acabar de una puñetera vez con el llamadoproblema catalán (en realidad el problema español).