La ronda ciclista francesa

Valverde rompe a todos en los Alpes menos a un gran Nibali

'El Tiburón' logra el tercer triunfo y refuerza su liderato ante el corredor murciano, que ya es segundo

Nibali, el líder de la prueba, levanta los brazos al ganar la primera gran etapa de montaña en los Alpes.

Nibali, el líder de la prueba, levanta los brazos al ganar la primera gran etapa de montaña en los Alpes.

SERGI
LÓPEZ-EGEA

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Por un agujero, la carpa de plástico mal puesta, control antidopaje de la meta de Chamrousse, se veía a Alejandro Valverde. Primero bebía agua con gas, después se limpiaba la cara con una toalla mojada y luego hablaba con El Tato, su masajista y asistente. «Cuando uno lo da todo...». Y acto seguido sonreía, exponía su felicidad. «Había que romper la carrera y la he roto... pero Nibali está muy fuerte». Valverde, sereno, segundo de la general, ofensivo como nunca hasta ahora lo ha sido en el Tour y, sobre todo, cerebral. «Está muy difícil, mucho, pero lo seguiremos intentando». Comentario, en este caso, de José Luis Arrieta, el director del Movistar.

Valverde no fue ayer el triunfador de la etapa, pero sí el ejecutor del Tour, el corredor que rompió la carrera con su ataque a 10 kilómetros de Chamrousse, en el día que sucumbió Richie Porte, en la primera de las dos llegadas en alto de los Alpes, la primera gran etapa de montaña, y con un calor terrible. Valverde no fue ayer el ciclista que noqueó a Nibali, porque El Tiburón está intratable, tercera victoria, más líder, más suyo el Tour, pero sí fue el corredor que puso espectáculo, garra y coraje. El ciclista, táctico como nunca antes en su larga carrera, que coordinó desde la bici los movimientos de su equipo, que ordenó los relevos de los compañeros y el que dio la orden del zafarrancho de combate cuando vio el cartel que anunciaba el inicio de la subida final a Chamrousse.

SIN ERRORES / Y el que atacó, desde lejos, porque si se quiere tratar de ganar el Tour («había que probar a Nibali», dijo) no vale ir a rueda. Se puede ser segundo en París de muchas maneras. Se puede llegar mirando solo el reloj, dándose por vencido, amarrado al podio, como el naúfrago que se sujeta al salvavidas para no perecer ahogado, o se puede intentar, si las fuerzas aguantan, si Alejandro se convence de que es Valverde. Y Valverde es un grande del ciclismo, el corredor que siempre está entre los primeros, el que más veces pisa el podio, aunque no siempre gane, y aunque duela decirlo, porque él lo sabe, también quien comete errores: de no haberlo hecho, ahora tendría un palmarés de fábula.

Pero esta vez no puede fallar. Es la última oportunidad para destacar y para tratar de triunfar en el Tour. «Seguiré intentándolo porque me siento fuerte, porque quedan los Pirineos, aunque Nibali está intratable», según la definición de un ciclista de 34 años, pero tan joven como Thibaut Pinot, el nuevo delfín francés, junto a Romain Bardet, las nuevas perlas locales, las que ya hacen soñar a los seguidores franceses con que pueden volver a ganar un Tour que se les ha escapado desde 1985, con Bernard Hinault.

Pinot y Valverde, codo a codo, sin faltar los ataques entre ellos, fueron los que trataron de seguir a Nibali, cuando a falta de siete kilómetros se marchó libre como un pájaro en busca de una nueva victoria. Hoy, más, hoy el Izoard y el inédito Risoul, en unos Alpes que ayer, pese a no ganar, vieron florecer a Valverde.