Tramposos a todo ritmo

El atleta Fred Lorz (1904) está considerado como el primer deportista chanchullero de una historia de artimañas, la última la bici con motor oculto

Imagen del maratón de los Juegos Olímpicos de San Luis, en 1904

Imagen del maratón de los Juegos Olímpicos de San Luis, en 1904 / periodico

SERGI LÓPEZ-EGEA / BARCELONA

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Alguien debía ostentar un título del que, sin duda, nunca habría podido presumir ante los deportistas que estaban llamados a convertirse en sus herederos. Fred Lorz (1884-1914) fue el primer tramposo reconocido de la historia deportiva.

El 30 de agosto de 1904 los 32 participantes en el maratón olímpico de San Luis (¡cinco meses duraban los Juegos por aquel entonces!), entre ellos Lorz con el dorsal 31, iban a sumergirse en el infierno de las carreras, con 32 grados, a través de un camino de tierra abierto al tráfico, con carros, caballos, gente andando y los primeros coches de gasolina. Lorz fue el primero en atacar.

Por detrás, William García abandonaría enseguida. Tragó tanto polvo detrás de los carros tirados por caballos, que se desvaneció mientras echaba sangre por la boca. John Lordon, poco después, también se retiró vomitando lo poco que había comido. El sudafricano Len Tau se extravió y terminó siendo perseguido por una jauría de perros a dos kilómetros de la ruta oficial. El cubano Félix Carvajal se dedicó a robar manzanas de los árboles ya que solo había dos avituallamientos de agua en el trazado escogido. Lorz, el protagonista principal de esta historia, entró en 'pájara' a los 15 kilómetros del maratón. Lejos de abandonar, hizo señales a un coche que pasaba (tal vez también fue el primer autoestopista de la historia) y se subió sin pensárselo dos veces. Thomas Hicks, que lo había superado poco antes, lo descubrió abordo del vehículo. Enfadado, tomó un poco de la estricnina que tenía escondida. También llevaba coñac. Pero la estricnina era más efectiva -la EPO de la época- aunque muy peligrosa, hasta mortal.

ESTRICNINA Y COÑAC

Lorz se bajó del coche (algunas crónicas dicen que el vehículo se estropeó) poco antes de llegar a San Luis y entró andando al estadio olímpico. Cuando le iban a dar la medalla de oro se produjeron los abucheos. Más gente lo había visto subido al coche. Era un escándalo. «Solo fue una broma. No he tenido la intención de defraudar». Hicks, tan cansado como enfadado, recibió la noticia. «Han descalificado a Lorz». Se armó de valor. Tomó un poco más de estricnina, unas claras de huevos y, ahora sí, un buen sorbo de coñac.

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Con este cóctel explosivo llegó al estadio, aunque lo tuvieron que ayudar a cruzar la meta. Estaba fuera de sí, alucinando. Cuatro médicos lo atendieron durante una hora hasta que comenzó a reaccionar. Lorz fue sancionado de por vida, aunque al año siguiente lo amnistiaron. Ganó el maratón de Boston en 1905. No hay datos sobre su muerte, ocurrida en 1914, seguramente en la Primera Guerra Mundial.

Fue el primero de una larga lista de deportistas tramposos, los que han buscado la picaresca, lo que sea con tal de ganar, guantes con yeso, espadas trucadas, gasolina falseada, autocanastas y, la pasada semana, un motor oculto en una bicicleta. ¡Todo vale! Por desgracia.

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En el suplemento Más Deporte, este sábado, una selección de las trampas más famosas. El atleta que los nazis hicieron pasar por mujer (Dora Ratjen) para ganar títulos; Tom Williams, el jugador de rugbi que rompió una cápsula de sangre para ser sustituido; Luis Resto, el boxeador con yeso endurecido en los guantes; Los gemelos Gali, dos pilotos para una misma moto; Rosie Ruiz, la atleta que ganó el maratón de Boston en transporte público; Pedro Ferrándiz, el inventor de la 'autocanasta'; la estafa de Honda en el circuito de Montmeló; Roberto Rojas y el 'Maracanazo. Y también las historias de los jockeys con fustas eléctricas, el fraude de los supuestos jugadores de baloncesto discapacitados, la espada de esgrima con pilas y la la bicicleta con motor oculto que ha irritado a Eddy Merckx.