HOY JUEGO

Un tándem insólito

Una 'runner'.

Una 'runner'. / PIXABAY

Anna Abella

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El deporte y yo. Un tándem insólito. Eso, más allá de alguna temporadita, años ha, en que logré vencer la pereza matinal y la tentación de arañar unos minutos más a la almohada para ir, disciplinadamente, al gimnasio: algo de ejercicio, lidiar, a ratos con el aeróbic, a ratos con el step, y, todo hay que decirlo, el bañito en la piscina y el relax del ‘jacuzzi’. Pero, cual ‘crónica de una muerte anunciada’, mi fuerza de voluntad fue agonizando. Hasta que me dije que pagar religiosamente cada mes la cuota del club cuando llevaba año y medio sin pisarlo no era de recibo.

Confieso que soy más de practicar lo de ‘libro&sofá’ (por placer y, en los últimos años, también por trabajo). Ya, eso no es deporte dirán..., pues ojo! en un rapto de necesidad de autojustificación recurro a una fugaz consulta de Google y ahí está, un artículo perfecto para autoengañarse, en libropatas.com: atestigua que darse a la lectura también ayuda a quemar calorías. Y cita un ‘Cuaderno de vacaciones para adultos’ de los que publica Blackie Books cada verano. No es que tenga en mente atreverme ahora mismo con los siete tomos de ‘En busca del tiempo perdido’, de Proust, pero si fuera el caso gastaría 6.776 calorías. Vamos, como si me hubiera pasado 13 horas corriendo.

No acaban ahí las equivalencias. Más ligerita es ‘Desayuno en Tiffany’s’, pues las 160 páginas del maestro Truman Capote te ahorran 38 minutos de ‘running’ o ‘jogging’ (vamos, para mí, el ‘footing’ de toda la vida). Y para iniciados, ‘El Quijote’: como cuatro horas en plan maratón. Otras webs más de ‘fitness’ hablan de 50 calorías por cada media hora de lectura. Y es que, argumentan, las actividades mentales tienen un gasto calórico: si el cerebro trabaja y se cansa, el cuerpo también.

Debo decir, sin embargo, que los fines de semana que me escapo al refugio familiar en el corazón del Priorat, además de practicar con devoción lo de ‘libro&sofá’ también me calzo las botas para patear durante cuatro o cinco horitas la sierra del Montsant, entre viñas y olivos, jabalís y águilas. Una tierra de negra licorella que ya es mi gimnasio vitalicio. 

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