Simone Biles, la estrella de la gimnasia también es humana

Biles, en el momento de trastabillar en la barra.

Biles, en el momento de trastabillar en la barra. / periodico

EDU SOTOS / RÍO DE JANEIRO

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Simone Biles se atrevió a desafiar los límites de la física y estuvo a punto de derrotarla. Sus tres medallas de oro en Río 2016 así lo atestiguaban. Sin embargo, tras varios días siendo ninguneada, la ley de la gravedad se tomó anoche su particular revancha y la gimnasta de 19 años acabó recordando que, a pesar de tener licencia para ‘volar’, sigue siendo una estrella de carne y hueso. 

Sobre la barra de equilibrio del Río Olympic Arena un desafortunado tropiezo durante la recepción de una voltereta frontal le obligó a utilizar sus manos para evitar la caída y acabó por arrebatarle la cuarta medalla de oro en los Juegos. A pesar de que el resto del ejercicio de la estadounidense fue un prodigio de la técnica el fallo imperdonable le relegó al tercer lugar del podio con 14.733 puntos. "No sé muy bien qué ocurrió. Ni siquiera sabía que mi pie había resbalado hasta que acabé el ejercicio y vi la repetición", explicó la texana. Por delante de la ‘astronauta’ Biles, se situaron la holandesa Sanne Wevers con 15.466 y su compañera en el equipo estadounidense, Lauren Hernández, con 15.333 puntos

UNA GRAN COMPAÑERA

Pero la grandeza de esta atleta de 1,45 centímetros de altura y 52 kilos de peso está más allá de la pista. Su emocionado abrazo con Hernández tras la prueba demostró que por encima de la rivalidad y la competición está el compañerismo, la solidaridad y el respeto entre las gimnastas. "Estoy muy orgullosa de Lauren esta noche porque consiguió hacer exactamente las mismas rutinas de los entrenamientos. Me ilusiona saber que hemos podido compartir nuestro trabajo con el mundo y demostrar lo duro que ha estado entrenando", dijo Biles sobre su amiga y compañera.

Aunque el sueño de las cinco medallas de oro en unos Juegos se le escapó, una hazaña que permanecerá intocable entre las legendarias Larissa Latynina, Vera Caslaska y Ecaterina Szabo, Biles demostró que la belleza de la competición estriba en que, por mucho talento que se tenga y mucho trabajo duro que se ponga, la gloria en unos Juegos siempre dependerá de la suerte. "No estoy decepcionada con mi medalla porque a todo el mundo le gusta ganar un bronce en unos Juegos Olímpicos", añadió.

LA LOSA DE LOS NERVIOS

Con la humildad que caracteriza a los grandes campeones la tricampeona olímpica reconoció que, a pesar de haber destrozado todos los récords de gimnasia en Río 2016, los nervios le jugaron una mala pasada."Hice la rutina millones de veces y no tenía razones para estar nerviosa pero, obviamente, cuando se sale ahí fuera es normal ponerse un poco nerviosa", admitió. A pesar de que consiguió doblegar a la física con su talento y de que ya forma parte de la historia olímpica, Biles no ha olvidado en Río que en el fondo continúa siendo aquella joven que comenzó a practicar gimnasia en la pequeña ciudad tejana de Springs: "Al final todos somos humanos"