Reus-Nàstic, mucho más que un derbi

Los dos equipos se enfrentan por primera vez en Segunda División para escenificar en el fútbol el pulso entre dos ciudades enemistadas desde tiempos inmemoriales

Foto del equipo del Nàstic que perdió por última vez, en la temporada 1964-65, ante el Reus.

Foto del equipo del Nàstic que perdió por última vez, en la temporada 1964-65, ante el Reus. / periodico

FREDERIC PORTA / BARCELONA

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Disculpen la confesión. Un niño puede aprender el significado de conceptos básicos para su evolución vital en un campo de fútbol. Por ejemplo, rivalidad. A muy tierna edad, el cronista quedó rendido ante la mística de los colores locales en el entrañable y desaparecido estadio tarraconense de la Avinguda de Catalunya. El grana del Nàstic porque entonces, en pleno franquismo, lo de rojo se entendía de manera más peligrosa, de ahí el eufemismo en la denominación.

Cierta tarde lluviosa, plomiza, el xiquet se pegó literalmente al abrigo de papá durante 90 minutos, incapaz de comprender una carga ambiental de adrenalina y testosterona descomunal, coherente con la tarde de perros. Se jugaba un Nàstic-Reus, palabras mayores entre ambas poblaciones, contrapuestas y, sí, enemistadas desde tiempos literalmente inmemoriales. Desde los romanos, vaya.

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El público asistente en millares demostraba que el fútbol puede ser y es representación de guerra por otros medios simbólicos, desatados con la excusa del balón. Bajo el aguacero, en las gradas proliferaban los rifirrafes entre las aficiones de ambos bandos hasta niveles de paroxismo. Como siempre que se enfrentan en el mucho más que un derbi catalán tales protagonistas, los mismos que lo harán a mediodía de este domingo. Ojo, además, por vez primera en Segunda División. 

PRODIGIOS SOBRENATURALES

Cumplen los tarraconenses, y es motivo de orgullo a falta de mayores títulos, más de medio siglo sin conocer la derrota en casa ante el Reus. Pero esta vez juegan fuera. El encono de la rivalidad ha vivido incluso prodigios sobrenaturales. Ese mismo niño asistió a otro fenómeno paranormal. Les cuento: Valero Serer, un enorme delantero y bellísima persona, es el mito viviente de los llamados nastiqueros que peinan canas. Un ariete de Primera liderando a la tropa en el sempiterno infierno de Tercera, donde acostumbrábamos a vernos las caras con los vecinos.

Serer es aún hoy el máximo goleador en la historia del club, cuya sección de fútbol arranca en 1914 pese a nacer en 1886. Pues bien, en cierta temporada, a los directivos no se les ocurrió otra jugarreta que regatear al mito su renovación por un puñado de miles de pesetas. Y Serer, enfurruñado, decidió irse al eterno rival rojinegro. Un Figo 'avant la lettre', dirán al leerlo. Pues no: fuimos testigos de la única ocasión en que Tarragona decidió recibir con una atronadora ovación al Reus, aquel año liderado por el gran Valero. La reacción resultó tan apoteósica, inusual, que Serer volvió a casa al año siguiente sin que nadie chistara por la soldada que quiso percibir.

Al fin y al cabo, cambiar de bando parece un hábito para los futbolistas del territorio. Según recuerda el historiador Enric Pujol, una legión de 125 jugadores han vestido ambas camisetas sin mayores tragedias. Eso es, al fin y al cabo, pura nimiedad cuando el mayor trofeo simbólico radica en otros parámetros: jamás ha quedado el Reus por delante del Nàstic. Nunca. 

REUS Y EL HOCKEY

Bueno, echemos agua al mérito recordando que entre dos ciudades incapaces de asemejarse en nada, cada cual con sus específicas virtudes y defectos, los reusenses han sido plaza con devoción por el hockey patines. Con los Villalonga, Santi García, el genio Sabater y otros ilustres cosecharon una nutrida colección de Copas de Europa, relegando sistemáticamente al fútbol a una segunda línea de preferencias populares. Hasta hace cuatro días, cuando la revolución de esquemas deportivos ha provocado que hoy pisen por vez primera la llamada categoría de plata.

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Ambos clubs, saltemos al hoy, cuentan con dos entrenadores de nivel y carisma, Natxo González para los locales y Vicente Moreno dirigiendo a los visitantes. Y en la primera temporada de confrontación en Segunda, los hados y la planificación han querido que el Reus arrancara como una moto y el Nàstic fallara en las jornadas iniciales a pesar de la fantástica campaña anterior.

OTRO SESGO DE GUION

En un nuevo sesgo de guion, el Reus llega al gran derbi arrastrando tres derrotas consecutivas que, obviamente, comienzan a sembrar dudas tras la euforia inicial. En cambio, el Nàstic ha logrado dos victorias seguidas, las primeras del curso, tardía inyección de indispensable confianza.

Con franqueza, aunque cueste entenderlo en la distancia, la Liga de ambos se resume en un solo punto: se trata de quedar por delante del eterno rival. Unos para romper la norma histórica, los recién llegados. Otros para mantener la tónica, como si el fútbol fuera hipérbole del sempiterno pulso por la capitalidad del territorio. Imposible describir con palabras el sentimiento atávico, visceral, entre ambas poblaciones. Escapa a la razón, por supuesto, y ya saben que el corazón futbolero alberga razones que la razón es incapaz de comprender. Nativos de cada vestuario, como Ramon Folch o Xavi Molina, se habrán encargado ya de explicar estos pormenores a los compañeros de filas. Este mediodía en Reus hay en juego mucho más que tres puntos, en justa correspondencia a un partido que es, no lo duden, mucho más que un derbi.