Hay récords y récords
La drástica medida de borrón y cuenta nueva en el atletismo suma partidarios y detractores
Joan Carles Armengol
Periodista
JOAN CARLES ARMENGOL
Un récord es, en términos atléticos y por definición, aquella marca conseguida en un determinado momento que está ahí para ser batida. ¿Pero qué sucede cuando el listón está tan alto que nadie, en condiciones normales y legales, puede llegar hasta él?
Eso es lo que ha sucedido en el atletismo en las últimas décadas. El azote del dopaje ha llevado hasta la lista de récords marcas conseguidas en circunstancias muy dudosas (por decirlo de una manera fina) y que se han perpetuado, con la consiguiente pérdida de credibilidad de un deporte en horas bajas. Esa reflexión ha llevado a la Asociación Europea de Atletismo (AEA) a proponer un drástico borrón y cuenta nueva desde el 2005, fecha en la que la Federación Internacional (IAAF) comenzó a guardar las muestras de orina y sangre para poder ser reanalizadas más adelante.
La medida, que la AEA quiere aplicar de inmediato y que propone que la IAAF haga extensiva a todo el mundo, ha levantado todo tipo de reacciones, encabezadas desde luego por muchos de los atletas perjudicados por tan contundente medida. Paula Radcliffe (maratón), Jonathan Edwards (triple), Mike Powell (longitud) o Al Joyner (marido de la fallecida Florence Griffith, plusmarquista de 100 y 200) han sido de los primeros en salir a la palestra. Otros, en cambio, la defienden, como el exvelocista británico Darren Campbell, que perdería su récord europeo de 4x100 de 1999. "Lo sacrificaría con gusto si sirve para salvar el deporte y devolverle credibilidad al atletismo", ha dicho.
Es evidente que la lista de daños colaterales en caso de la aplicación de la medida sería larga, pero también es cristalino que no tiene sentido que persistan récords tan flagrantes como los de la propia Griffith, el de la alemana oriental Marita Koch en 400, el de la checa Jarmila Kratochvilova en 800 o el de la china Wang Junxia en 3.000. Son falsos techos construidos de forma ilegítima a través de dopajes, de estado o particulares, que han desacreditado a su deporte. Pero, a la vez, nadie podría atreverse a afirmar lo propio con los topes citados de Radcliffe, Edwards, Powell o, pongamos por caso, Javier Sotomayor en altura. "Estoy herida y siento que esto daña mi reputación y mi dignidad", ha asegurado la aún plusmarquista de maratón.
Hay récords y récords, es cierto. Pero para salvar la credibilidad del atletismo quizá valga la pena cobrarse alguna pieza inocente y que esas marcas sigan en la lista, con un asterisco de mejor marca, y dejen paso a nuevos récords limpios y relucientes, con controles antes y después de la competición y análisis guardados por espacio de otros 10 años.
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