Emotivo adiós a Muhammad Ali

La despedida al icono del boxeo y del deporte en Louisville (Kentucky) resulta emotiva y multitudinaria

Vista general del multitudinario funeral del boxeador.

Vista general del multitudinario funeral del boxeador. / periodico

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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Cuando hay tanto que recordar, que celebrar y que homenajear como en el último adiós a un icono deportivo y social que hizo añicos estereotipos de boxeo, raza, religión y enfermedad, una sola palabra es capaz de contener toda la admiración y el respeto. "Ali".

"Ali" ha sido el grito que han lanzado muchas de las 100.000 personas que este viernes han tomado las calles de Louisville (Kentucky) para despedir al mito fallecido el viernes pasado a los 74 años tras más de tres décadas de lucha contra el Párkinson conforme el cortejo fúnebre que el púgil había planeado recorría la modesta casa de madera rosa donde creció, el boulevard que lleva su nombre, el centro dedicado a repasar su legendaria historia y un museo centrado en la herencia afroamericana.

"Ali" es lo único que ha quedado, por su expreso deseo, inscrito en la tumba en el cementerio de Cave Hill donde sus restos descansan tras un entierro privado, un sepelio en el que han participado familiares y amigos, entre los que estaban los boxeadores Myke Tyson y Lennox Lewis, que han ayudado a llevar su féretro junto al actor Will Smith, que lo interpretó en la película biográfica titulada solo con tres letras que encierran tanto.

UNA CEREMONIA REIVINDICATIVA

"Ali" ha sido un clamor coreado repetidas veces en el memorial público celebrado en el KFC Yum! Center, un acto al que han acudido la familia y personalidades de la política estadounidense y mundial, el deporte y el cine pero también 1.500 ciudadanos de a pie para los que se habían repartido gratuitamente entradas. Y han sido protagonistas y testigos de un acontecimiento memorable en el que se ha mezclado la reverencia con la reivindicación, consiguiendo mantener vivo el espíritu, los logros e incluso el humor de una figura gigante, del hombre que proclamó con orgullo su negritud cuando en Estados Unidos aún era legal la segregación, que se convirtió al Islam pero tardó años en que muchos dejaran de llamarle Cassius Clay, que estuvo dispuesto a pagar el precio del desprecio y del castigo deportivo y penal que conllevaba negarse a luchar en Vietnam.  

Por el escenario, presidido por una bandera estadounidense y otra olímpica, han pasado imames de la religión musulmana que le transformó para siempre en Muhammad Ali y rabinos, un pastor cristiano y un monseñor católico, el senador mormón Orrin Hatch y líderes de la nación Onondaga de los indios americanos, una hija de inmigrantes sirios y la mayor de las seis que tuvo Malcolm X, monjes budistas... Y se ha celebrado al desaparecido mito global como un campeón más allá de los cuadriláteros, como un defensor de la comprensión entre religiones y de la lucha por la paz y por la igualdad racial. 

Lo ha hecho con carisma el pastor baptista Kevin Cosby, que ha recordado que "antes de que James Brown dijera 'soy negro y orgulloso' Ali dijo 'soy negro y guapo' cuando negro y belleza eran un oximorón". "Osó amar a la gente negra cuando la gente negra tenía problemas para quererse a sí misma, osó afirmar la belleza de la negritud, osó afirmar el poder y la capacidad de los negros, osó amar la raza menos amada de America".

Los aplausos se han vuelto clamorosa ovación cuando ha hablado el rabino Michael Lerner, que compartió con Ali castigos por su resistencia no violenta a la guerra. Ha puesto a todo el público en pie, incluyendo al expresidente Bill Clinton, cuando ha dicho: "No toleraremos que los políticos menosprecien a los musulmanes y los culpen por unos pocos", un dardo a la yugular de Donald Trump. Y en pie volvía a estar todo el aforo cuando se ha marchado tras pronunciar un discurso que dejaría en pañales al más progresista: oposición a la guerra con drones, reclamación de un estado para Palestina y ataques a Israel por la ocupación, denuncia de la desigualdad económica y de la encarcelación masiva, sobre todo de negros...

Lonnie, la viuda, también ha subido al escenario. Quien mejor conoció a Ali es quien mejor ha podido retratarle y lo ha hecho con admirable serenidad, esforzándose en transmitir el mensaje que también dejó como testamento: "Que su vida sirviera como guía".