Mireia Belmonte: "Lo recordaré toda mi vida"

Mireia Belmonte llegó a Río cargada de sueños y se irá convertida en leyenda viva, después de proclamarse campeona olímpica en la final de los 200 mariposa. Las dos platas que consiguió en Londres hace cuatro años la coronaron ya como la mejor nadadora en la historia del deporte español. Su actuación en Río la sitúa en una nueva dimensión, que solo ocupan Nadal, Gasol, Alonso, Márquez o Contador, los más grandes de nuestro país.

Por madurez y por estado de forma, los Juegos de Río se presentaban como el momento y el lugar ideal para asaltar el título olímpico y Mireia no falló. La nadadora badalonesa, de 25 años, se hizo con la medalla de oro en una espectacular final, en la que registró la mejor marca del año (2.04.85 minutos), para superar por tan solo tres centésimas a la australiana Madeline Groves, la poseedora de la mejor marca mundial de la temporada,  y a la japonesa Natsumi Hoshi, bronce.

El oro de Belmonte, que se estrenó en Río con un bronce en los 400 estilos durante la primera jornada de la natación, es la cuarta medalla olímpica en su deslumbrante palmarés (está a una sola del récord del palista David Cal), el primero de una nadadora española en unos Juegos y el segundo en toda la historia, después del conseguido por Martin López Zubero en los 200 espalda en los Juegos de Barcelona-92.

UNA CAMPEONA AGRADECIDA

La niña que se crió en el barrio obrero de La salud, en Badalona, ha llegado a la cima que imaginaba. “El sueño está cumplido, lo recordaré toda mi vida”,  explicó Mireia, que en Río se ha instalado en su Olimpo particular: la medalla de oro y el título olímpico, que ha perseguido toda su carrera. La felicidad era eso para Belmonte, que no pudo evitar la emoción, a medio camino entre la risa y las lágrimas.

“Este oro significa todo lo que he soñado durante mi vida. Es realmente especial. Me siento muy contenta y orgullosa. Detrás hay muchos días de trabajo. Días en los que piensas que tanto esfuerzo no vale la pena, y otros en los que estás feliz. Pero trabajas cada día y, con el trabajo, llega la recompensa”, confesó la deportista catalana, después de recibir el beso de sus padres en la tribuna del Estadio Acuático de Río, y el abrazo de su entrenador, Fred Vergnoux y la fisoterapeuta del equipo, Mónica Solana, las personas más importantes que la han ayudado a andar el camino en estos cuatro largos años del ciclo olímpico y que han estado a su lado.

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El trabajo de Solana ha sido fundamental para sostener a Belmonte y ayudar a que se recuperarse de su lesión en los dos hombros, que le obligó a renunciar el pasado verano al Mundial de Kazán. “Nunca había tenido una lesión tan importante. Así que te pasan por la cabeza muchas cosas por la cabeza. Llegué a pensar que no llegaría a Río. Pero acertamos cuando no fuimos a Kazán. Lo importante eran los Juegos y el trabajo con Mónica y con Fred ha dado resultado”.

CÍRCULO DE CONFIANZA

En ese reducido círculo de confianza que compone el entorno de Mireia se incluyen también a Raúl Arellano, el biomecánico de la federación, con el que ha trabajado en todas sus concentraciones en Granada para mejorar su rendimiento, y también su novio, el piragüista Javier Hernanz, miembros del equipo de K-4 español que competirá en estos Juegos, y que llegó con el resto del equipo justo a tiempo a Río para poder desplazarse a la piscina y verla competir.

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“Lo de Mireia es increíble. Dijo hace cuatro años que su objetivo era ganar en Río y lo ha hecho”, la elogia su entrenador, Vergnoux. “Mañana cuando se despierte y para el resto de su vida, va a poder pensar: 'soy campeona olímpica', y eso nadie se lo va a quitar. Es lo máximo en el deporte. Me deja sin palabras. Solo pudo decir 'chapeau'”, reconoció el técnico, para admitir que solo hubo un momento durante la prueba que se asustó. "Mireia no es la más talentosa del grupo. Lo he dicho muchas veces. Pero ha ganado con trabajo, pasión y ganas. Espero que el ejemplo de Mireia pueda animar a mucha gente".

“Cuando vi que se colocaba por delante en el último 50, que lo hizo genial, pensé: es para ella, aunque me asusté un poco al ver cómo venían por detrás la japonesa y la australiana”, admitió. “Sabía que el segundo 100 era muy fuerte y decidí arriesgar sin mirar a los lados, dándole a las piernas y sin pensar nada más”, concluyó Mireia, cuyo nombre quedará de por vida ligado al de Río, su nuevo paraíso terrenal, y que, después de los controles antidopaje y de la sesión de relajación, se fue a dormir pasadas las cuatro de la mañana.