VICTORIA HISTÓRICA
Los rusos se frotan los ojos
Miles de ciudadanos toman las calles de Moscú para celebrar un partido que no creían poder ganar y al que el presidente Putin prefirió no asistir
Marc Marginedas
Periodista
Premio 'Cirilo Rodríguez' al mejor corresponsal en el extranjero (2013), Premi Nacional de Comunicació (2013) y Premio Luka Brajnovic de Periodismo (2019). Autor de 'Periodismo en el campo de batalla: 15 años tras el rastro de la yihad'. Protagonista del documental 'Regreso a Raqqa' (2022)
Marc Marginedas
Casi nadie creía en Rusia en la victoria de su selección en el partido contra España. Ni siquiera el comentarista que retransmitía el partido para la audiencia local en el canal Rossiya-1, que no dejaba de destacar en todo momento el excelente toque de balón de los españoles, su abrumador dominio de la pelota y la calidad individual de sus jugadores. "Es muy difícil. Solo podemos explotar las debilidades de España, que son pocas pero existen", decía. Ni siquiera se personó en el palco de autoridades el presidente Vladímir Putin, quien delegó la misión en el primer ministro, el impopular Dmitri Medvédev.
Por esta razón, la victoria, aunque fuese en la tanda de penatis y sin que la selección rusa demostrara grandes virtudes sobre el césped del estadio Luzhniki, supo a gloria a miles de rusos, que en cuanto Aspas falló el último penalti, se lanzaron a la calle con banderas y haciendo sonar el cláxon de sus coches. Todo apuntaba anoche en la capital rusa que la fiesta en el centro de la ciudad se iba a prolongar hasta altas horas de la madrugada.
"El milagro ha sucedido"
"¡Hurra! ¡El milagro ha sucedido!", se recocijaba Tatyana, que había visto por televisión la retransmisión del partido. Ruslán, venido desde Bielorrusia para visitar a su abuela, tampoco creía en el triunfo del combinado ruso antes del partido. "No pensaba que íbamos a ganar; según las estadísticas, España es un equipo más fuerte", destacaba.
Verónika, por su parte, aseguraba que su selección había hecho un juego "inteligente", consciente de sus limitaciones ante un equipo superior. "Nuestro equipo se supera en los campeonatos", repetía, henchida de gozo y con los colores de la bandera tricolor rusa moteados en ambas mejillas, sin reparar en el tristísimo papel que el combinado ruso jugó en la anterior cita de importancia, la Eurocopa de Francia.
En la Rusia de Putin, los ciudadanos no suelen poner en cuestión públicamente las decisiones del jefe del Estado, sobre todo cuando quien inquiere es un reportero extranjero o un desconocido. Todo el mundo parecía tan feliz con la inesperada victoria ante España que nadie quiso reparar en la ausencia del presidente Vladímir Putin en el mitico Luzhniki, menos aún criticarla. Algunos, incluso hasta le justificaban. "Ah, ¿no estaba? Él es una persona muy ocupada, seguro que lo ha visto desde algún lugar", respondía Tatyana, de 62 años y abuela de Ruslán.
Lo cierto es que el líder del Kremlin se habrá ausentado en lo que sin duda será recordado en el futuro como una fecha histórica para el fútbol ruso. Por vez primera desde la desintegración de la URSS, el combinado nacional ha alcanzado los cuartos de final en una Copa del Mundo, un logro que podría permitir en el futuro inmediato dar un impulso al alicaído fútbol local, que no consigue reeditar los logros obtenidos durante la era soviética.
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