Latorre y Cadiach: la carrera por el último ochomil

Los dos alpinistas aspiran a convertirse en el primer catalán que asciende a las 14 grandes cumbres sin oxígeno

Latorre, en la cumbre del Nanga Parbat, en el 2016.

Latorre, en la cumbre del Nanga Parbat, en el 2016. / periodico

JORDI TIÓ / BARCELONA

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Ferran Latorre fue uno de los miles de aficionados que aquel verano de 1985, siendo un adolescente de 14 años, fue a recibir al aeropuerto de Barcelona a los héroes del Everest. Una expedición catalana acababa de conquistar por vez primera el techo del mundo (8.848 metros) y en su cima se habían inmortalizado tres alpinistas convertidos a partir de entonces en leyenda: Toni Sors, Carles Vallès y Òscar Cadiach. El destino ha querido que, tres décadas más tarde, Latorre, ahora con 46 años, y Cadiach (64) confluyan por convertirse en el primer catalán que asciende a los 14 colosos de la tierra sin oxígeno, una gesta que solo han alcanzado 15 montañeros hasta ahora.

Latorre tiene pendiente el Everest, hacia el que parte este domingo, y Cadiach, el Broad Peak (8.051 metros), cumbre que tratará de escalar a mediados de junio. Se trata de la carrera por el último ochomil, una respetuosa pugna que engrandecerá aún más el alpinismo catalán. «Siempre he dicho que Òscar es uno de mis ídolos de adolescencia. Tengo un gran respeto por él y no me gusta hablar de rivalidad porque esto no es una competencia. Yo, simplemente, quiero acabar los 14 ochomiles, el gran sueño de mi vida. Ahora, si encima soy el primer catalán, pues tendré un añadido más de alegría», explica Latorre. «Esto no es una competición, no lo ha sido nunca. Solo nos enfrentamos a la montaña por el mismo reto», agrega Cadiach.

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También comparten la particularidad de que no es la primera vez que se enfrentan a esas cimas. En el 2012, Latorre tuvo que renunciar al Everest cuando ya se encontraba a 8.300 metros. Estaba fuerte y motivado, pero tuvo que parar. ¿La razón? Su generosidad infinita. Se encontró con dos sherpas moribundos a los que inyectó las dos dosis de dexametasona (esteroide usado para combatir edemas cerebrales y fatigas extremas) que llevaba en la mochila. Les salvó la vida, pero tuvo que renunciar a la cumbre. «Adiós, adiós...», balbuceaba con lágrimas en los ojos mientras daba la espalda al techo del mundo.

«Ahora hasta agradezco que el Everest me quedara para el final porque es una cima emblemática y esto le da un poco más de épica, una mayor carga sentimental», agrega ilusionado el catalán, que cuenta con el apoyo de la Fundació La Caixa para finalizar su aventura vital.

A 22 METROS DE LA CUMBRE

Durísima también fue la última renuncia de Cadiach al Broad Peak, un pico que se le ha resistido hasta en cuatro ocasiones; la última, el año pasado. Pero la más dolorosa fue en el 2014. «Estábamos a solo 22 metros de la cumbre, pero una compañera de cordada sufría congelaciones y lo más sensato fue bajar», cuenta este extraordinario alpinista, con más de 40 expediciones al Himalaya, hacia donde dirigió todos sus sentidos a los 9 años. Fue leer el libro Everest. El techo del mundo y saber que su vida la dedicaría a la montaña. Y en ello sigue Cadiach, que cuenta con el apoyo de la ciudad de Tarragona, el Val d’Aran y Vall de Boí.

Cuatro años más tardó Latorre en descubrir que también la montaña sería su alimento vital. Fue durante una excursión a la Punta Alta (3.014 metros), una agreste y majestuosa cumbre de la Alta Ribagorça, en el Pirineo de Lleida. De vuelta, nada más llegar al refugio Ventosa i Calvell, dejó escrita una promesa en el libro de visitas: «Un día subiré al Everest». Esa fecha está ya muy próxima. «Queda poca cosa de aquel niño, menos pelo, un poco más de escepticismo por la vida, pero lo bonito es que he mantenido aquella ilusión de infancia y la he podido llevar hasta el final», explica feliz Latorre, a quien acompañarán dos experimentados alpinistas: el francés Yannick Graziani y el austriaco Hans Wenzl.

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Cadiach y Latorre partirán con toda la ilusión por cerrar sus círculos personales pero también comparten los temores inherentes de enfrentarse a un ochomil. «Me preocupa que la aglomeración de alpinistas pueda dificultar nuestra ascensión, ya que al ir sin oxígeno también vamos más lentos», reflexiona Latorre, un culé hasta la médula que seguirá los partidos del Barça por internet en el campo base y que sueña con hacer cumbre el 20 de mayo, en el 25º aniversario de la final de la Copa de Europa de Wembley.

UNA ARISTA PELIAGUDA

También teme Cadiach algo que ya conoce bien. «Entre el collado, a 7.800 metros, y la cumbre hay una arista peligrosa. Allí han desaparecido varios alpinistas», dice este reputado himalayista que ya sabe lo que es subir al Broad Peak. «Es una montaña con tres cimas, una de 7.600 metros, otra de 8.020 y la de 8.051. Me queda la última», añade Cadiach, que contabiliza 16 ochomiles ya que ha repetido cumbre en varios de ellos.

«Sería muy bonito que los dos hiciéramos cumbre el mismo día», suelta Latorre lanzando un deseo sincero pero imposible y deseando toda la suerte a Cadiach, quien también pedirá a los dioses del Himalaya que protejan a su colega. El reto está lanzado pero, como siempre, la montaña tiene la última palabra.