IDEA DEMASIADO ORIGINAL

El Mallorca busca el glamour del tenis, la F-1 y la NBA a pie de campo

Uno de los palcos-barra VIP'S de ayer en el estadio Son Moix del RCD Mallorca.

Uno de los palcos-barra VIP'S de ayer en el estadio Son Moix del RCD Mallorca. / .43047153

Emilio Pérez de Rozas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hay quien sospecha, intuye, que son ilegales. Es más, hay quien se pregunta como la Federación Española de Fútbol o a la Balear, ya que la Segunda División B no es profesional y, por tanto, no tiene competencia la Liga de Fútbol Profesional, puede permitir semejante despliegue, a pie de campo, junto a las líneas que delimitan el campo, con público que, si lo desea, hasta puede sacar los fuera de banda y los saques de esquina.

Pero lo cierto es que el RCD Mallorca, líder del Grupo III de la Segunda B y aspirante al ascenso a Segunda División A tras derrotar, el pasado domingo (3-1) al Olot, ha puesto en marcha una idea innovadora nadie sabe, de momento, si con mucho o escaso éxito. Lo cierto es que, según ha relatado más de un osado comentarista, Maheta Molango, el ejecutivo que el magnate norteamericano Robert Sarver (Arizona, 1961), dueño de los Phoenix de Suns, de la NBA, y del Western Alliance Bank, ha puesto al frente de la entidad rojilla, “quiere llevar el glamour del tenis, de la F-1 y de la NBA al estadio de Son Moix”.

Después de la guarderia, los palcos VIP'S

Para ello, Molango ha dispuesto unos espléndidos palcos a pie de campo, en la pista de atletismo del estadio de Son Moix, donde no solo hay unos estupendos y esponjosos sofás, mesas, sillas y catering, sino también una especie de barras, mesas, sillas, asientos para presenciar el partido en directo, insisto, casi con la posibilidad de tocar al linier y a los jugadores de ambos equipos. De ahí que mucha gente juzgue que muy legal, muy reglamentario, no ha de ser el invento. Pero ahí está, marcando estilo.

Lo cierto es que el antiguo dueño del ‘Mallorqueta’, el estirado y altivo empresario alemán Ütz Claassen, todo un personaje en la isla, antes de venderle el club a Sarver por 20 millones de euros, hizo proliferar los chiringuitos de perritos calientes alemanes, ideó la aparición de ‘cheerleaders’ sobre el césped e, incluso, inauguró una guardería en el campo, que debió ser cerrada de inmediato porque nadie acudía al fútbol con los niños.