A la vejez, ochomiles

Carlos Soria: "Nací alpinista. Iré a la montaña hasta que el cuerpo aguante"

Carlos Soria (73 años), en lo alto de la sede del BBVA, en pleno corazón de Barcelona, hace unas semanas.

Carlos Soria (73 años), en lo alto de la sede del BBVA, en pleno corazón de Barcelona, hace unas semanas.

JORDI TIÓ / Barcelona

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Tiene cuatro nietos, pero no puede sacarlos mucho a pasear porque allí por donde anda no es sitio para niños. Tampoco encuentra a nadie de su quinta para entrenar, no porque no quieran sus compañeros, que ya les gustaría, ya, sino porque no pueden seguir su ritmo. Es lo que tiene ser alpinista, y de los buenos, a los 73 años y estar metido de lleno en la lucha por conquistar los 14 ochomiles de la tierra. Le quedan tres, pero a Carlos Soria, montañero de raza, le sobra ilusión para seguir escalando.

­-¿Se considera un fenómeno de la naturaleza?

-No, en absoluto. Lo que pasa es que tengo la suerte de hacer lo que más me gusta, que es andar por la montaña. He trabajado de tapicero toda mi vida, pero nací alpinista. Desde los 14 años he ido a la montaña, y seguiré yendo hasta que el cuerpo aguante.

-¿Qué le dan esas cumbres?

-Me dan una alegría de vivir especial, una vida muy intensa. Me han dado amigos y también mi familia me ha acompañado mucho. He escalado mucho con mi mujer y con mis cuatro hijas.

-¿Le ha quitado algo?

-Nada... Igual me he perdido otras cosas, pero a mí me ha interesado más la montaña y hacerla bien. Y para eso hay que estar concentrado.

­-La actividad que hace es de alto riesgo. ¿Se concibe igual el peligro a los 30 años que a los 50 o a los 70?

-Allí arriba siempre hay que estar atento a cualquier cambio, vigilar si la montaña se pone peligrosa, pero no he notado cambio alguno con la edad. Quizá ahora estoy más acostumbrado porque llevo mucho tiempo yendo a estas cumbres tan altas.

-Se lo preguntaré de otra forma. A su edad, ¿se teme menos a la muerte?

-En absoluto. Amo la vida y estoy encantado con la que tengo. Lo que procuro es conservarla y por eso me he bajado de las montañas más veces de las que he subido cuando veo que se ponen peligrosas. Sé que hago una actividad de riesgo, pero quiero conservar la vida, que es muy bonita.

-Pero ha tenido algún susto.

-El pasado abril el Annapurna me enseñó las uñas. Me volví porque es lo que tenía que hacer ya que en día y medio me cayeron tres avalanchas. Una subiendo al campo tres, otra en el mismo campo tres, aunque fue más un corrimiento de nieve que destrozó las tiendas, y otra bajando del campo dos al uno. Es una montaña que hay que respetar mucho.

-Y es uno de los tres ochomiles que aún no ha conseguido ascender.

-Sí. En primavera vuelvo al Annapurna. Vamos a ir pronto a ver si lo pillamos un poco dormido (risas). Y voy con ilusión, como siempre.

-También le faltan el Kanchenjunga y el Dhaulagiri. ¿Alguno le quita el sueño en especial?.

-Son complicados y les tengo respeto, y el Dhaulagiri ya lo he intentado en cuatro ocasiones. Pero lo que me quita el sueño es la ilusión de saber que me voy a marchar, cuando estoy preparando las cosas para irme... Eso sí me quita el sueño. La montaña no es una obligación, es una pasión.

-De los 11 ochomiles que sí ha subido, ¿se queda con alguno?

-Con todos, con todos... Que no me quiten ninguno, por favor, son casi como mis hijos. Aunque al Manaslu le tengo un cariño especial ya que lo escalé en el 2010, 37 años después de haberlo intentado por primera vez. Además, allí he podido colaborar llevando toda clase de material para la escuela de Sama, un pueblecito en el que me siento como en mi casa.

-¿Cómo lleva haberse convertido en un alpinista mediático?

-Yo no he sido nunca un profesional de la montaña ni he vivido de ella. He vivido de mi profesión, la tapicería, hasta que me jubilé hace siete años, y siempre intentaba sacar algún patrocinador que me daba para ir solo y con un sherpa, nada más. Ahora, desde hace poco más de un año, gracias al BBVA todo es distinto, hasta llevo un médico... Creo que nos hemos hecho populares porque a la gente le gusta lo que contamos. Lo molesto de la popularidad es que me quita horas de entrenamiento.

-Sí, sí... Ya sé que entrena a diario.

-A mi edad hay que entrenar cada día, no mucho pero sí seguido.

-¿No mucho? ¿Considera poca cosa entrenarse cuatro horas al día?

SEnDEs lo que me gusta. Me acuesto muy temprano, a veces antes de las diez de la noche, y a las seis de la mañana ya estoy desayunando. Luego, cuatro horas de bici, ya que desde que me rompí la pierna izquierda esquiando me cuesta correr, y luego, ejercicios de elasticidad. A mi edad ya no se trata de ser más flexible, sino de no perder la elasticidad que tengo. Ya ve, la vida de jubilado es maravillosa... Siempre digo que deberían jubilar con 35 años y volver a trabajar a los 65, pero no me hacen caso.

-Es usted un animal competitivo... Y solitario...

-Siempre me ha gustado ir muy deprisa en la montaña porque creo que lo que te da seguridad es la velocidad. Cuanto menos tardes en subir y bajar, mejor. Y, sí, también me encanta escalar en solitario y sin cuerda. Si tuviera el físico suficiente y la capacidad de hacer un grado alto de dificultad en escalada, como un 8a, para mí las cuerdas no existirían.

-¿Y qué dice su familia?

-La montaña forma parte de nuestra vida. Conocí a mi mujer, Cristina, escalando en La Pedriza, en 1962, y no le extraña nada. Tampoco a mis hijas... Uno de mis grandes triunfos es que les guste la montaña, ya que es difícil que a los hijos de deportistas les guste lo mismo que a sus padres.

-Y el médico, ¿qué opina?

-Pues dice que, por la edad que tengo, estoy bien (risas). En el centro médico del Consejo Superior de Deportes me hacen análisis, pruebas de esfuerzo, me miran y remiran el corazón... Y, nada, bien. Hace poco fui a dar una charla a un congreso de cardiología y me preguntaron por los parámetros de mi corazón. Yo no sabía qué decir y entonces saltó la doctora: «No creáis ahora que Carlos tiene un corazón de triatleta, lo que tiene bueno Carlos es la cabeza». No soy un superhombre, también me duelen las rodillas, los lumbares...  Son pequeñas cosillas, ya que hay gente que tiene  problemas de salud muy gordos.

-¿Se ha puesto alguna fecha para dejar de  escalar al más alto nivel?

-Cuando vea que no estoy por encima de la media de la gente que hace ochomiles, que me tienen que ir empujando, lo dejaré sin dudar y haré otras cosas más sencillas. Y soy consciente de que, por mi edad, esto puede ocurrir en cualquier momento. Hoy por hoy sigo teniendo fuerzas e ilusión y llegaré hasta donde pueda. Lo que no haré nunca es el ridículo.

-Usted es un alpinista muy respetado por su honradez. ¿Qué quiere decir cuando afirma que en el himalayismo hay mucho «camelo»?

-Pues que hay gente que adorna la realidad, como si lo que estuviera haciendo fuera solo para grandes alpinistas. Y, sí, hace falta gente experta, pero tampoco se requieren unas condiciones excepcionales para subir por la ruta normal del Everest. Lo  que no tolero son las mentiras.

-No se opone al uso de oxígeno.

-El oxígeno no me preocupa, lo que me molesta son los alpinistas que dicen que no lo usan y sí lo utilizan. Yo he subido a tres ochomiles con oxígeno y estoy orgulloso de ello. La montaña es libre, lo que no se puede hacer es mentir.

-Y tampoco tiene nada en contra de las expediciones comerciales.

-Es algo normal. ¿Hay alguna actividad deportiva que no haya crecido? Tengo mucho respeto por esa gente que lleva toda la vida soñando con subir al Everest y que ahora lo puede hacer porque tiene tiempo y dinero.Además, esas cordadas tan numerosas se dan en el Everest tres o cuatro días al año mientras que, en el Mont Blanc, por ejemplo, sucede todos los veranos. No digamos ya en el Kilimanjaro, que pasa casi a diario.

-¿Quiénes son sus ídolos?

-Josep Manuel Anglada, Ricardo Cassin y, sobre todo, Reinhold Messner. Ha sido un escalador único.

-¿Algún sueño no cumplido?

-El Eiger y el corredor norte del Dru.

-Le quedan tres ochomiles, pero también quiere volver a subir al Shisha Pangma. ¿Por qué?

-Cuando fui a esa montaña no subí a la cima principal, sino a otra, que también tiene más de 8.000 metros, pero quiero llegar a la cumbre principal y terminarlo bien.