La fase final de la Euroliga de baloncesto

Borrados de la final

El Olympiacos, con un inspirado Spanoulis, tumba a un desconocido Barça Regal, que fue siempre a remolque

Ndong (centro) y Pete Mickeal se lamentan ante la alegría de los jugadores griegos.

Ndong (centro) y Pete Mickeal se lamentan ante la alegría de los jugadores griegos.

LUIS MENDIOLA

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El Olympiacos jugará la final de la Euroliga frente al CSKA. El puesto que parecía reservado para el Barcelona Regal en Estambul, se lo arrebató con todo merecimiento el equipo griego. El Olympiacos supo competir, controlar el ritmo y, además, tuvo el acierto que se necesita en una semifinal europea, en especial de su estrella, Vassilis Spanoulis, que moldeó el partido a su conveniencia y acabó con 21 puntos, como el único dueño sobre el parquet.

Del Barça que se esperaba, del Barça que se ha visto durante toda la temporada, consistente, seguro de sus fuerzas, seguro de su identidad, no hubo noticias. Fue un Barça miedoso. Sin la intensidad que necesitaba un desafío de tanto calibre. Y lo peor es que el equipo azulgrana no respondió a la principal premisa de su técnico, Xavi Pascual, antes de viajar a Estambul: en ningún momento fue fiel a su identidad. Eso le costó la derrota, más dolorosa si cabe porque parece indiscutible, hoy por hoy, que este Barça es superior al Olympiacos, aunque ayer no lo supo demostrar.

SEXTA DERROTA EN SEMIFINALES / El espejo de la semifinal devolvió la imagen de un Barça Regal deforme, decepcionante, que se quedó en el camino por sexta vez en una semifinal. Solo algunas excepciones escaparon a la tónica general, caso de Navarro, de Sada, de Vázquez. El resto de lo que se vivió ayer en la semifinal fue una una sucesión de batallas individuales perdidas. Perdió Lorbek, retratado en su emparejamiento con Printezis. Perdieron Eidson y Mickeal, los aleros que debían darle el cuajo necesario al equipo en situaciones como las de anoche, y que fueron incapaces de poner su sello.

Perdió Huertas, que en su primera primera aparición en unafinal fourquedó difuminado en su emparejamiento con el genial Spanoulis. Y, en general perdió el colectivo, incapaz de cerrar el rebote y que cedió ante el empuje de Dorsey, que se llevó tres rebotes ofensivos fundamentales en el último cuarto.

El equipo de Xavi Pascual convirtió el encuentro en una carrera imposible, persiguiendo a un Olympiacos al que fue incapaz de alcanzar. Siempre fue dos pasos por detrás y, cada vez, que se acercó recibió el castigo de una canasta determinante, como sucedió con un triple de Printezis (61-56, a falta de cuatro minutos) poco después de que Navarro hubiera recortado el margen a dos.

MALA PUESTA EN ESCENA / El Barça empezó a cavar su tumba en un primer tiempo para olvidar. Los 29 puntos en el descanso lo dicen todo. Tuvo mucho que ver la puesta en escena. Demasiado acelerados los azulgranas, buscaron el aro con ansia y el resultado no pudo ser más desalentador, después de anotar solo uno de sus siete primeros tiros .

En el margen de cuatro minutos, el tiempo que le costó anotar la primera canasta, el Olympiacos había abierto brecha (10-2) y amenazaba con romper el partido. El Barça fue incapaz de imponer la envergadura de sus pívots por mucho que estuvo arrollador en el rebote ofensivo (12 de los 24 hasta el descanso). Esa superioridad en centímetros no se tradujo en canastas y el bloqueo en ataque, más por desacierto propio que por mérito de la defensa del Olympiacos, se tradujo en una irrisoria anotación en el primer cuarto y en una agotadora persecución sin demasiado resultado, porque el Barça solo tomó el control de forma momentánea tras el primer triple de Navarro (26-27), pero volvió a cederlo al irse al vestuario (33-29).

Lo peor es que fue incapaz de cambiar la dinámica en el segundo periodo, por mucho empeño que pusieron Sada, Vázquez y Navarro, y por muchos cambios que intentó Pascual para cambiar la fisonomía del colectivo. Incluso jugando mal, eso sí, el Barça tuvo su oportunidad. Huertas falló un triple con 66-64 a falta de 43 segundos, que hubiera podido dar la segunda ventaja en el momento decisivo, pero hubiera sido un premio excesivo para una actuación tan discreta.