LAS CONSECUENCIAS DE LA DERROTA EUROPEA

Signos de final de etapa en el Palau

La eliminación del Barça de la Euroliga pone en cuestión el trabajo de Pascual como técnico y de Creus como responsable

Xavi Pascual, el pasado martes en Krasnodar.

Xavi Pascual, el pasado martes en Krasnodar. / periodico

LUIS MENDIOLA / BARCELONA

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La eliminación de la Euroliga a manos del Lokomotiv Kuban marca unos nuevos mínimos para el Barça. El trauma debería dar paso a una reflexión seria dentro del  club, soslayada hace unos meses tras una temporada en blanco por el voto de confianza al técnico Xavi Pascual y al mánager Joan Creus, inaplazable ahora después de un trienio árido, con dos de los 11 últimos títulos posibles y una alarmante pérdida de competitividad.

Más allá de la comparación económica con el conjunto ruso (15 millones del Lokomotiv por unos 25 millones de los azulgranas), quedó claro en la serie que el Barça es un equipo de moral frágil, sin carácter, que no merecía un sitio entre los mejores de Europa.

La derrota deja sumido al equipo, además, en un estado de frustración y rabia ya conocido (vivió lo mismo en la Copa frente al Bilbao), ya que representa la segunda temporada consecutiva fuera de la final four, un objetivo innegociable para un equipo de primera línea.

El nuevo revés deja al barcelonismo desorientado, confuso, incapaz de entender la pendiente de resultados de los últimos años, el deterioro del modelo, la pérdida de señas de identidad en la cancha, distanciado más que nunca el equipo de la imagen de referencia que solía ser.

El balance solo podría adecentarse con la Liga que aún está en juego, como reconoció ayer Creus en Catalunya Ràdio. «Podemos hablar de fracaso, quizás sí. Pero el equipo ha de reaccionar. Nos queda la Liga. Es importante acabar bien. Luego ya reflexionaremos. Miraremos en qué nos hemos equivocado y los directivos nos examinarán y decidirán».

FICHAJES POCO RENTABLES

Más allá del respeto que transmite el potencial del club, por presupuesto y plantel, el equipo ha ido perdiendo la identificación con la grada con las entradas y salidas de jugadores (ocho esta temporada, seis la anterior) en una dinámica que hace que cada verano, por la falta de resultados, la rueda vuelva a girar.

La irregularidad apunta a Pascual, que no ha sabido darle al equipo un perfil competitivo y que con el tiempo ha perdido también la excelencia defensiva de los primeros tiempos. Ocho años después el modelo da síntomas de agotamiento.

Pero los fichajes fallidos, las continuas remodelaciones de la plantilla sin dar con el perfil deseado, apuntan también a la secretaria técnica, a Joan Creus, incapaz de mantener y renovar un equipo que en el 2010 (hace solo seis años, pero ahora parece una eternidad) fue campeón de Europa, con la ventaja de contar con un comodín en esa transición: Juan Carlos Navarro.

Seis años después de la Euroliga de París, como se vio en Krasnodar, todo sigue girando en torno a un Navarro de 35 años mucho más limitado físicamente, mientras los jóvenes no acaban de encontrar su momento. Ni Abrines, el mejor sub-18 de Europa hace cuatro años, ni Vezenkov, de 20 años, el MVP el última Liga griega.

Aislado en una burbuja construida por los responsables de la sección, el club ha reducido también el espíritu crítico en torno a Pascual, evitando las voces discordantes, siempre necesarias. La sección habla con una sola voz.

Resulta paradójico, la verdad, que el mejor momento del baloncesto azulgrana se viviera con Joan Laporta, el presidente más futbolero de su historia, y que sea con Josep Maria Bartomeu, de pasado basquetbolístico declarado, con quien la decepción se esté convirtiendo en norma.