La escena perfecta

Un partido de fútbol se puede ver desde muchos puntos de vista. El Barça-Celta deparó infinidad de detalles y una genialidad final homenaje a la creatividad del deporte.

Diferenciarse de los demás es lo que hizo Messi, como Cruyff, Fosbury, Switzer...

JENN DÍAZ

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Cuando ves un partido de fútbol intentando extraer de los 90 minutos la poesía que tenga, te fijas en detalles que como aficionado no ves: no hay fuera de juego, no hay faltas, no hay injusticias -sólo quieres eso mágico de las buenas historias-. En la primera parte del Barça-Celta estaba decidida a hablar de cuando el árbitro ha estorbado en una jugada y Messi le ha sacado provecho engañando al rival como se engaña a los niños pequeños; haciéndole creer que vamos por un lado y cambiar la trayectoria en el último momento.

Entonces he tenido una de esas visiones que se tienen como creador y desdoblas tu mente para inventar una realidad paralela: en las películas en las que hay una persecución, el protagonista es perseguido por el malvado hasta el hartazgo. El único momento en que puede tomar aire es cuando cruzan la carretera, o saltan de un edificio a otro, o se escapan por una de esas callejuelas cinematográficas. Messi se ha escondido y el perseguidor ha pasado de largo, perdiéndolo de vista. Por eso la cámara no se detiene tras el momento de la desaparición, se queda con el protagonista y lo sigue.

ESPECTÁCULO Y POESÍA

La otra literatura que tiene el fútbol es la cultura del perdedor: el fracaso como virtud. Entonces he intentado fijar lo que ha visto Sergio Álvarez en mi relato. Neymar, después de escabullirse, ha intentado marcar gol. El portero, en el suelo, sin posibilidad de alcanzar el balón, ve la jugada como nunca querría verla un profesional: desde lejos, imposibilitado. Ha tenido la perspectiva perfecta de cómo Suárez ha podido empujar sin dificultades la pelota hasta dentro de la red. El outsider literario.

Pensaba más tarde en la generosidad que debe tener un jugador de la calidad y la excelencia de SuárezMessi o Neymar, cuando al llegar al área rival se detienen, alzan la mirada y buscan a su compañero, el que mejor colocado esté. Quizá podría optar por la literatura del personaje secundario: Luis Enrique. Cómo educar a tu equipo para que piense en el conjunto y no en la individualidad, y cómo hacerlo teniendo a los mejores jugadores del mundo. Todo en el partido tenía una historia, aunque la generosidad es quizá la menos sugestiva. Aunque da para toda la poesía que queramos, de nuevo el partido ha dado un giro y nos ha dejado lo que el escritor busca en todas sus historias: el espectáculo.

El fútbol tiene su propio tiempo literario y no admite guiones. La segunda parte, aunque podría fascinarme por la cantidad de goles que ha marcado mi equipo, aunque podría servirme únicamente por habernos dado la victoria, nos ha dado un momento de los que hacen historia. Uno no se acostumbra todavía a hacer historia con tanta facilidad.

Con todos estos ingredientes, parecía que el texto podría escribirse solo, que no había mayor complicación: habíamos ganado, Neymar y Messi habían hecho jugadas maestras, había regates para seguir viendo a cámara lenta sin cansarse -pero ha llegado lo que queríamos, el momento. Messi, un penalti, un portero... y una decisión. La de no lanzarlo y, con suavidad, darle el pase a uno de sus compañeros. La escena perfecta. Como espectador es inmejorable. Todos los penaltis pueden lanzarse así, pero no todos lo hacen: diferenciarse de los demás, la sorpresa. Dick FosburyKathrine SwitzerJohan Cruyff. Leo Messi. La literatura, la poesía, la belleza, la creatividad del deporte.

Y tras la gran emoción, tienes que volver a la realidad: a los críticos de arte, de cualquier arte, no les gusta lo que no entienden. Les parece un insulto. Es sólo analfabetismo.