La sandía del Calderón

Albert Guasch

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Recientemente, la muy popular Buzzfeed consiguió un récord de entradas simultáneas en su web con una transmisión en directo de un acontecimiento sumamente extraño. Dos empleados de la compañía se ajustaron una indumentaria impermeable que les asemejaba a un limpiador nuclear de Fukushima y empezaron a poner gomas alrededor de una sandía. Una a una. Su objetivo era averiguar cuánto tiempo hacía falta para que explotara la colosal fruta. Apasionante, ¿no? Pues unos 800.000 usuarios se engancharon al experimento en directo. La clave del éxito, explicaron, radicó en el concepto del suspense: la gente que hizo clic quería saber cómo acabaría aquello. La sandía, por cierto, hizo bum a los 44 minutos de poner gomitas, casi como una parte de un partido de fútbol.

Si uno hubiera estado este domingo en Madrid se habría apostado cerca de uno de los anillos de control de seguridad del Calderón a mirar y se habría sentido como si se hubiera conectado a Buzzfeed a observar un espectáculo absurdo. ¿El suspense? A ver cuántas esteladas serían necesarias para que se produjese algún tipo de explosión, como predicaba la delegada en Madrid. Pese a la intervención del juez, quien más quien menos esperaba que las escenas de tensión se desparramasen por las afueras del estadio como las pepitas de la sandía de Buzzfeed. Y no fue así. Las estelades entraron sin incidentes relevantes. Como las rojigualdas. Se ve, pues, que nadie se sintió incitado a ponerse violento. Sorpresa para la delegada.

Sufrimiento y orgullo

Y luego vino la explosión de fútbol. De las asistencias de Messi, la especialidad de la casa esta temporada; de la contundencia defensiva de Piqué, que cierra una temporada espléndida; de la clase infinita de Iniesta; de la maestría táctica de Busquets, de la velocidad (explosiva) de Alba; de la persistencia de Neymar, que mereció el gol. Explosión de capacidad de sufrimiento y orgullo de equipo.

Parecía que el Barça se hacía pedazos con la expulsión de Mascherano y la lesión de Luis Suárez y el golpe de cabeza que padeció Messi. Pero el equipo se mantuvo compacto, se hizo fuerte y ganó una Copa muy sudada, con detonación en la prórroga. Hasta en la épica estos futbolistas saben resolver. Una novedad. Tan acostumbrados a las victorias holgadas, que hasta agradecemos una nueva manera de llegar al esplendor.

Es un cierre de año formidable. La consecución del doblete conllevó una estallido de alegría sobre el césped, que es lo que suele ocurrir en los triunfos agónicos. El paisaje era de fiesta de Champions, con novias e hijos repartiendo abrazos. Ni el empacho de títulos mitiga el entusiasmo de una generación de futbolistas forjada para el éxito. Es impresionante su colección. Es impresionante su hambre para querer más. Un espectáculo de verdad. Con suspense, pero bastante mejor, evidentemente, que el de la sandía saltando por los aires.