Pasaporte mutante

ERIC VÁZQUEZ JAENADA

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En principio, mi estancia en Alemania iba a durar solo seis meses. Por este motivo, preparé la maleta pensando que volvería. En ella guardé ropa de invierno y una beca europea como profesor en prácticas, cuyo pago peligró por los asfixiantes recortes.

Una vez finalizada la beca, mandé traducir y convalidar mis certificados para ejercer la docencia en un Gymnasium o instituto de educación secundaria. Si bien los estudios se convalidan sin mayor problema, la traslación de dichos estudios al ámbito laboral es diferente. En mi caso, además de un dominio nativo de la lengua de Goethe, es imprescindible haber finalizado un mínimo de dos carreras, una más que en España. Es decir, la formación académica que me capacita para trabajar como profesor en mi país de origen no es suficiente en la tierra de acogida. Si existe una homologación en los estudios ¿por qué no se homologan también las profesiones?

Los mismos fondos europeos que se han extraviado por el camino en Andalucía y Madrid me están ayudando para aprender alemán, con el objetivo de ascender profesionalmente. Por ello, me resulta inhumano que alguien se beneficie de dichos fondos y arrebate, sin escrúpulos, la oportunidad de formación de quienes lo necesitan.

En las elecciones europeas tendré la posibilidad de votar por primera vez a un partido alemán, pero me gustaría también poder hacerlo en las elecciones federales del país donde trabajo, cotizo, compro y duermo. En otras palabras, mi pasaporte es mutante: a veces, me consideran europeo; otras, inmigrante.

Profesor en Berlín.