Parada

Reproducirse es una de la funciones esenciales de los seres vivos, pero en un momento de la evolución se desarrolló una complicación que es el sexo. Que haya dos sexos en las especies más evolucionadas les da una ventaja evolutiva para adaptarse a las condiciones cambiantes del entorno. Sin embargo, encontrar una pareja es a veces complicado. Ejemplos de esta complejidad los tenemos en las aves cuyos machos hacen paradas nupciales para conseguir que una hembra acepte aparearse. Un par de artículos recientes nos describen cómo se transmiten los genes que controlan este comportamiento.

Hay especies de aves en las que los machos realizan elaboradas ceremonias para que las hembras estén receptivas y los escojan a ellos y no a otros. Este comportamiento no se ha aprendido de otros machos, sino que está escrito en sus genes. Los estudios han descifrado qué regiones del genoma son las que controlan este fenómeno y cómo se transmite a la descendencia.

Ambos artículos han estudiado concretamente un ave del norte de Europa que aquí se conoce combatiente. Uno de ellos lo han realizado científicos suecos y el otro es de científicos ingleses y canadienses, con una larga lista de colaboraciones. Se han fijado sobre todo en que en esta especie la mayoría de los machos hace paradas muy espectaculares, pero en una baja proporción los hay que tienen un plumaje menos vistoso y otros incluso que no tienen ninguno en especial. Estos aprovechan las paradas de los demás para aparearse con las hembras. Comparando sus genomas, han observado diferencias que implican cientos de genes, y lo más destacado es que todos ellos se han de transmitir de forma conjunta de una generación a otra. Esto nos describe un fenómeno complejo del comportamiento de los animales que ha necesitado desarrollar un mecanismo que permite conservar sus genes entre generaciones. Todo esfuerzo es poco para reproducirse y permitir a la especie sobrevivir.