TÉCNICAS FORENSES

El ADN de la memoria

La UB crea un banco de datos genéticos con familiares de desaparecidos de la guerra civil

Trabajos 8 Investigadores de la UAB examinan unos cadáveres en una fosa común en Gurb (Osona).

Trabajos 8 Investigadores de la UAB examinan unos cadáveres en una fosa común en Gurb (Osona).

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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Setenta muestras de ADN obtenidas de familiares de personas desaparecidas durante la guerra civil, donadas voluntariamente, se conservan a 70 grados bajo cero en una nevera de la facultad de Medicina de la Universitat de Barcelona (UB) a la espera de poder ser comparadas con el ADN de los miles de cadáveres anónimos que siguen enterrados en fosas comunes de aquella época. «Si disponemos del ADN de un fallecido y el de sus descendientes, tenemos muchas posibilidades de confirmar su identidad», resume Carme Barrot, directora del nuevo banco genético de víctimas de la guerra. La instalación, la primera de su tipo en España, fue presentada ayer durante un acto presidido por el rector de la UB, Dídac Ramírez, y en presencia de diversos familiares de fallecidos.

El banco de ADN, que se inspira en un servicio similar puesto en marcha para la guerra de Bosnia, ha empezado su andadura con las citadas 70 muestras, pero solo en Catalunya hay 4.600 familias que han mostrado su interés en el proyecto. Son hijos, nietos, hermanos o sobrinos de personas que o bien fallecieron presuntamente en combate y sus cadáveres nunca fueron encontrados o bien fueron 'ajusticiadas' y lanzadas a fosas comunes. El problema es que, salvo contadísimas excepciones (Prats de Lluçanés, Gurb y Serra de Riells), «las fosas siguen sin ser abiertas porque la Generalitat no colabora», lamenta Roger Heredia, uno de los impulsores del proyecto. Heredia, mosso d'Esquadra y biznieto de desaparecido, comenta que en Catalunya se han documentado 344 emplazamientos con cadáveres. «El banco no tiene sentido si no abrimos las fosas», sintetiza su directora.

Barrot dice que lo ideal para la identificación son los hijos, que garantiza un éxito al 100%. «Lo que sucede es que muchos fallecidos eran muy jóvenes y aún no tenían hijos, como los soldados de la Quinta del Biberón». También es posible conocer la identidad cotejando con otros familiares, pero entonces es necesario a menudo la participación de más de una persona. Las únicas identificaciones realizadas hasta la fecha habían sido posibles gracias a pistas contextuales (fotos, ropa, tamaño del cuerpo) y en el caso de fallecidos cuyo emplazamiento sí era conocido (por ejemplo, seis personas de un mismo pueblo fusiladas en un mismo pelotón y enterradas conjuntamente).

Retraso injustificado

«Aunque el Parlament de Catalunya aprobó una moción para acelerar las exhumaciones, y pese a las recomendaciones en este sentido del Comité contra las Desapariciones Forzosas de la ONU, hay una falta de voluntad política para que se haga realidad», insiste Heredia. Lo que sucede con frecuencia, añade, es que para abrir las tumbas se requiere un análisis previo de cada una de ellas, además de que basta con la oposición de un presunto familiar para que se paralice el proceso. «Todo ello hace que sea una misión casi imposible», dice. «Abrir fosas no es abrir heridas, sino cerrarlas», justifica Albert Royes, del Observatorio de Bioética de la UB.

Para obtener el ADN de una persona viva basta con extraerle una gota de sangre, pero obviamente el éxito de un análisis comparado depende también del estado de conservación del ADN del cadáver. «Si las condiciones han sido adecuadas, especialmente en cuestiones de humedad, 75 años no tienen que ser un impedimento -confía Barrot-. En Polonia están empleando técnicas genéticas para las víctimas de la segunda guerra mundial y en Estados Unidos las usan incluso con las de la guerra de secesión». Disponer además de un buen banco de datos genéticos será esencial para acelerar los trabajos. Heredia, por ejemplo, cree que la consolidación del banco de la UB atraerá a más familias. «Eso sí -añade-, no puedes obligar a nadie a que deja una muestra de su ADN». En cualquier caso, las muestras siempre pasan un control ético y no se pueden destinar a otro fines.

Además de catalanes, también han acudido al banco de la UB personas de Madrid, Salamanca, EEUU (en busca de un brigadista internacional muerto en España) y Argentina. Se calcula que en toda España puede haber 115.000 personas sin identificar. «A los soldados que fallecieron y no se supo nada de ellos ya les toca volver a casa», concluye la directora del banco.