CICLO DE ENCUENTROS ORGANIZADO POR EL PERIÓDICO

Mas: "No descarto la declaración unilateral de independencia"

Mas debate con 10 ciudadanos sobre la desafección política, la consulta, la independencia y los recortes

JOAN CAÑETE BAYLE

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No debería ser novedad, y sin embargo lo es, y que lo sea explica lo que sucedió el martes en el Palau Macaya de la Obra Social de La Caixa: un político, Artur Mas, y 10 ciudadanos hablando alrededor de una mesa en un acto considerado por todos los presentes como algo excepcional. No debería ser novedad, y sin embargo lo es, así que, para decirlo pronto, el encuentro organizado por EL PERIÓDICO no fue cómodo para el president de la Generalitat. «Es un formato no habitual y las preguntas no serán las habituales», avisó al inicio el director del diario, Enric Hernàndez, y así fueron las casi dos horas de debate: poco habituales. Mas dio algún titular («La declaración unilateral de independencia no es nuestro marco ideal, ni el mejor, ni el que queremos. Pero no podemos descartarla al 100% porque sería una renuncia tan evidente que nos haría perder fuerza»), a ratos estuvo pedagógico y a ratos, a la defensiva; en ocasiones pasó al ataque y a veces trató de tender puentes, de explicar lo que es, lo que hace y lo que siente un político.

Porque lo que no debería ser novedad por desgracia lo es, y ante la rarísima oportunidad de verse ante un político de primer nivel en un grupo tan reducido, los 10 ciudadanos -seleccionados por EL PERIÓDICO sin ninguna coordinación con el equipo de Mas- decidieron intentar ponerle las cosas difíciles. Y preguntaron sobre el proceso soberanista y se quejaron de los recortes. Pero, sobre todo, se indignaron hasta encenderse por la corrupción, y el partidismo, y el alejamiento de los políticos de la gente corriente, de ellos. Y el president se explicó y se defendió; más dudoso es que convenciera a esos 10 representantes de una ciudadanía en la que cunde sin distinción ideológica la desconfianza hacia lo público y hacia los políticos, que no hacia la política. «Eso es lo que estamos haciendo aquí, política», dijo en un momento del encuentro una de las asistentes (Núria Salas. 31 años, responsable de proyectos de la asociación Benestar i Desenvolupament), y no se puede definir mejor lo que sucedió el martes en el Palau Macaya: 10 ciudadanos y un político hablando sin cortapisas alrededor de una mesa. Haciendo, por tanto, política. Eso que debería ser normal y que es tan excepcional.

¿PELIGRA LA CONVIVENCIA? «Votar no es peligroso; no poder votar, sí»

Hubo cuatro preguntas directas sobre el proceso soberanista, las de Judit Lara (52 años. Técnica en gestión cultural); Enrique Castro  (39 años. Técnico en termografía); Raimon García (27 años. Desempleado, diplomado en Ciencias Empresariales y licenciado en Administración y Dirección de Empresas), y Javier Corcobado (26 años. Técnico de equipos electrónicos de consumo en paro). Cuatro preguntas sobre qué va a suceder si se vota, y si no se vota, y cómo afectará a los ciudadanos lo que suceda a partir del 9 de noviembre, tanto si hay consulta como si no la hay.

Paciente, más propenso a explicarse que a vender su posición, Mas defendió el derecho a decidir: «Este proceso no está rompiendo la convivencia en Catalunya. Lo que pondría en peligro la convivencia es que el pueblo de Catalunya llegue a la conclusión de que no se le deja votar para decidir su futuro, porque eso es lo mismo que negar su existencia. Para la convivencia, ir a votar no es peligroso; no poder votar sí lo es».

Por eso, Mas argumentó que su principal objetivo es que los catalanes decidan su futuro en las urnas. A ser posible, con pacto con Madrid, pero si no («No se puede dialogar si no hay como mínimo dos. Y en este momento no hay dos porque hay uno que no quiere»), también. «La marcha atrás no es una opción, sería un error muy grande», afirmó, ya que, a su juicio, tras las elecciones del 25 de noviembre del 2012 hubo un mandato «explícito y mayoritario» por el derecho a decidir.

Así, si lo que Mas llamó la «vía británica» («británicos y escoceses fijaron de mutuo acuerdo la pregunta, la fecha, el procedimiento y las consecuencias») es imposible para Catalunya, el president detalló una hoja de ruta: si no hay pacto con Madrid para la consulta del 9-N, crear una legislación catalana, una ley de consultas populares que dé cobijo legal al referendo. Y si «las instituciones del Estado recurren esa ley y los tribunales dejan a Catalunya sin ese marco legal», elecciones. «Es el último recurso, y no es el que contemplamos; ahora solo pensamos en hacer la consulta el 9 de noviembre. Si al final nos quedamos desarmados, decidiremos si usaremos el marco legal de las elecciones, que podrían ser anticipadas, o no», afirmó. ¿Y después? «No podemos descartar la declaración unilateral. No es nuestro marco ideal, ni el mejor, ni el que queremos. Pero no podemos descartarla».

¿QUÉ PASARÁ TRAS VOTAR? «Quien gane deberá pensar en todos»

La hoja de ruta planteada por Mas implica que, de una forma u otra, los catalanes acabarán votando. ¿Qué pasará al día siguiente de votar? ¿Cómo afectaría la independencia al día a día de la gente? «La independencia no significa que al día siguiente todo cambie a mejor -explicó Mas-. Estamos hablando básicamente de instrumentos, no de esencias identitarias. Hay mucha gente que vive la independencia como un tema patriótico, identitario, cultural, lingüístico, histórico… pero el tema de si Catalunya tiene Estado es básicamente disponer instrumentos o no tenerlos». Es decir, jugar con las mismas  herramientas (legislativas, recursos) que el resto de estados aunque esto implique, como explicó el president a pregunta de Lluïsa Garcia (44 años. Autónoma), ceder después parte de estas herramientas a las instituciones europeas.

¿Y si gana el no en lugar del ? «Cuando pierdes, pierdes», respondió Mas, y añadió: «Es vital que los que se impongan administren la victoria pensando en todos, no solo en los que han ganado».  Y, pese a que en nombre del consenso no quiso establecer con qué porcentajes se ganaría la consulta en caso de celebrarse, sí dejó clara una idea: «muchos más síes que noes». O al revés. «Porque si el 50+1 no sirve para el sí, tampoco sirve para el no. Gane quien gane, la diferencia debe ser significativa».

DESAFECCIÓN POLÍTICA «El sesgo partidista es agotador y negativo»

Con el cambio de tercio del encuentro, el tono se endureció. Hay tres debates políticos simultáneos, en ocasiones con fronteras difusas, en Catalunya: el soberanista, los efectos de la crisis y el alejamiento de la ciudadanía de lo que viene a llamarse la clase política. Mientras el encuentro se movió en las aguas que llevan a Ítaca, Mas se mostró cómodo. Cuando Hortensia Iturriaga (76 años. Catedrática emérita de Química Analítica) viró hacia la desafección con una dura crítica a los políticos, las aguas se tornaron más azarosas para el presidente de la Generalitat. «No haré una defensa corporativa [de los políticos], tendría todas las de perder», admitió Mas ante las críticas que se acumulaban encima de la mesa: alejamiento entre representantes y representados, corrupción, la existencia de una casta política, la brecha entre Ellos (los políticos y sus aliados, la banca y los medios) y Nosotros (los ciudadanos). «Los partidos acostumbran a taparse unos a otros, por ejemplo votando en contra de que se hagan comisiones parlamentarias. Su partido no ha sido ajeno a estas prácticas. ¿No cree que esto es un fraude democrático?», preguntó, a bocajarro, Joana Raja (55 años. Funcionaria en la Filmoteca).

Mas admitió algunas cosas. Errores «individuales», por ejemplo. O que «en política impera demasiado la visión partidista, incluso en cosas muy evidentes y elementales, y yo no estoy libre de culpa: en lugar de defender lo común a veces discutes por motivos partidistas intentando desgastar algo que es tan tuyo como del que gobierna, y sobre todo de la sociedad. El sesgo partidista acaba siendo agotador y negativo». «Hemos cometido muchos errores –afirmó el president–. Errores comete todo el mundo, pero no podemos cometer tantos».

Mas no solo se defendió. También deploró las críticas generales «como si los políticos fueran una casta», recordó «las cargas de trabajo y la enorme complejidad» que implica gestionar lo público y la «muy dura exposición pública» que sufren los políticos: «Cuando a alguien que no es del mundo de la política le dicen el 5% de las cosas que nos dicen a nosotros, le coge una depresión». Y afirmó que a la política se la juzga con un rasero más duro que a otras actividades: «Si se juzgase cualquier ámbito de la sociedad con el mismo filtro, muchas cosas se verían de forma diferente. Nuestros errores cuentan más porque son errores públicos que afectan a la colectividad y porque están en el escaparate público». «No es una defensa corporativa», se medio disculpó el president, tal vez porque en ocasiones lo pareció.

Y así lo entendieron los ciudadanos con los que compartía mesa. Hubo un momento en que Mas les animó a implicarse más en política. «Como política tiene que haber, o la haces tú o te la hace otro, así que todo aquel que considere que los políticos son un desastre tan grande tiene que ponerse a hacer política. Es muy fácil opinar de la política si no la has tenido que hacer», dijo. Y añadió: «Es muy bueno que las personas que hacen política en algún momento dejen de hacerla y hagan otras cosas, y que las personas que no la hacen también se vinculen». Fue entonces cuando Núria Salas afirmó que eso, política, es lo que estaban haciendo ella y los otros nueve ciudadanos en ese momento, transmitiéndole su enmienda a la totalidad a la forma de hacer de los políticos. Porque muchos ciudadanos tal vez sean antipolíticos, pero ello no implica que sean antipolítica.

RECORTES SOCIALES «Tenemos el 20% menos de ingresos»

Núria Borràs (21 años. Estudiante de Medicina) explicó en su turno de palabra que un día, haciendo prácticas, se perdió en el hospital y acabó en un gran pasillo de urgencias lleno de camillas, una imagen que le recordó la de «un hospital de campaña». Fue la mejor introducción para hablar de recortes, de políticas sociales, de cómo recortar la brecha entre ricos y pobres, de qué hacer para que regresen los jóvenes que se han marchado, tal vez para no regresar.

Mas no se salió del guión al que, por ejemplo, recurrió esta semana en el debate sobre la pobreza en el Parlament. «La realidad del país es que tenemos un 20% menos de los ingresos de hace tres años», dijo de entrada el president, para a continuación enumerar algunas de las decisiones que ha tomado su Govern en terreno fiscal, de ahorro, de inversiones y de privatizaciones de patrimonio público. «Hemos tenido que tomar decisiones complicadas. Por ejemplo: reducir el sueldo de los servidores públicos. Cuando haces esto, perjudicas a la persona, no al servicio que reciben los ciudadanos», explicó Mas, que tampoco se abstuvo de la habitual referencia a Madrid en este tema: «Nosotros no decidimos el volumen de gasto que hacemos. Madrid nos impone de forma unilateral un déficit», recordó. Pese a todo, dijo Mas, el Govern dedica el 71,1% del presupuesto a políticas sociales, frente al 67,8% de antes de la crisis. Sus explicaciones no convencieron; los números de poco sirven ante la percepción ciudadana, la realidad a pie de calle, ante ese pasillo de Urgencias que a Núria Borràs le recuerda un hospital de campaña. «En los recortes hemos tocado hueso. Todas las decisiones iban en la línea de tocar lo menos posible las política sociales, pero incluso así hemos tocado hueso», admitió Mas.

LA PERSONA TRAS EL LÍDER «No me considero un político profesional»

Agustí Clua (45 años. Educador en el Institut Fòrum 2004 de Sant Adriá de Besòs) cerró el encuentro con una pregunta personal: ¿Cómo soporta el president la presión del momento histórico? ¿Ha pensado en algún momento en dejarlo? Mas reconoció: «Hace diez años no me habría visto capaz de hacerlo. Me he curtido a base de golpes y bofetadas». No fue la única incursión personal del encuentro: antes, ante una pregunta directa, Mas afirmó que no se considera «un profesional de la política» porque ha trabajado también en el mundo privado. En otro momento, Mas recordó que lleva más de 20 años en política, y que solo él y su entorno saben lo que le ha costado abrirse camino. Más que una reivindicación personal, era una forma de pedir que se valore el trabajo del político. «Debemos construir un lenguaje que nos lleve a entender lo que pasa fuera de la política, pero también qué pasa dentro. Y estas vivencias compartidas no se tienen habitualmente», apuntó. Cierto. Que haya más depende de los políticos, no de los ciudadanos.