Las contracrónicas

El escudo de Mariano Rajoy

Camacho defendió con ahínco la política de «ajustes» del Gobierno central y la gestión del proceso soberanista

Sánchez-Camacho y Enric Hernàndez, durante el debate.

Sánchez-Camacho y Enric Hernàndez, durante el debate.

LAURA PUIG

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Alicia Sánchez-Camacho está acostumbrada al debate. En cada pleno del Parlament lo demuestra. Y así lo evidenció en el encuentro con lectores de EL PERIÓDICO. Un debate en el que se erigió en escudo de las políticas de Mariano Rajoy al frente del Gobierno en varios ámbitos: en la controvertida reforma de la ley del aborto, en los «ajustes» (en ningún momento habló de recortes) acometidos en sanidad, servicios sociales y educación, y en la gestión del proceso soberanista catalán.

En su defensa del anteproyecto sobre la interrupción del embarazo impulsado por el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, Camacho se esforzó en puntualizar que la ley «todavía no está aprobada». Lo hizo hasta en tres ocasiones. Y, en nombre del Ejecutivo de Rajoy, entonó el «mea culpa por no haber sabido explicar la ley a los ciudadanos». Entre las cuestiones que no se han explicado, citó el supuesto de malformación, que podrá esgrimirse por la mujer, dijo, en caso de que esta circunstancia le afecte psicológicamente. Sobre si era el momento más oportuno para modificar la ley del aborto, la presidenta del PPC asintió y lo justificó porque era una promesa electoral de los conservadores. «Si los políticos no cumplimos el programa perdemos la confianza de los ciudadanos», destacó tras asegurar que Rajoy no ha ejecutado otros puntos de su programa, como la bajada de impuestos, porque «no ha podido». «Pero todavía no se ha acabado la legislatura», añadió.

La remontada

Respecto a los ajustes, Camacho tiró de la justificación favorita de los populares: la herencia recibida. «Cogimos un país en la ruina», «todos los ministerios han sufrido ajustes en tono al 30% de su presupuesto», «el rescate bancario se decidió para garantizar que las entidades no se hundían»... Los últimos datos sobre la ligera remontada de la economía española hicieron las veces de clavo ardiendo al que se asió para prometer un sinfín de «políticas expansivas» en materia de investigación, políticas sociales o ventajas fiscales para autónomos y pymes.

Como no podía ser de otro modo, donde se mostró más combativa fue en la reivindicación del papel de Rajoy y su oposición de plano al referendo de autodeterminación. En primer lugar, rechazó el argumento de que el PP sea una «fuerza residual» en Catalunya: «En votos en las pasadas autonómicas, estamos prácticamente empatados el PSC, ERC y el PPC». Rehusó también que su partido, como le acusan los soberanistas, sea una «fábrica de independentistas» («quien sí lo es -dijo- es el señor [Francesc] Homs, que cada martes desde el atril de la sala de prensa del Palau de la Generalitat da alas a una campaña a favor del proceso»). Y aseguró que dicho proceso «está llevando a la sociedad catalana a un nivel muy elevado de división» (no de «crispación», puntualizó después de que dirigentes de su propio partido hayan utilizado esta palabra para describir el clima en Catalunya).

No obstante, reiteró la disposición de Rajoy a «hablar de todo, pero dentro del marco de la Constitución». Vamos, que de la consulta, en ningún caso.