La cita con el género policíaco en Barcelona

Camilleri vuelve a la niñez

Puño en alto 8Andrea Camilleri, con Paco Camarasa (detrás), ayer tras finalizar la charla ante los lectores.

Puño en alto 8Andrea Camilleri, con Paco Camarasa (detrás), ayer tras finalizar la charla ante los lectores.

ANNA ABELLA
BARCELONA

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Andrea Camilleri, a sus lúcidos 88 años, volvió ayer a ser el niño que fue con 10, cuando, reveló, «quería matar a un abisinio». Sí: «Escribí una carta a Benito Mussolini y le dije que quería ir voluntario a África a matar abisinios», evocó el escritor siciliano sobre aquellos años ya «fascistas», cuando Abisinia era colonia italiana. Pero no puso la dirección y la respuesta le llegó desde el partido del Duce: era demasiado joven para ir a la guerra, aunque no debía preocuparse, «no faltarían ocasiones de ir...»

El creador de Salvo Montalbano recibió un nuevo baño de multitudes en la sala Barts, llena a rebosar de 900 incondicionales, un día después de recibir el premio Pepe Carvalho en el Saló de Cent del ayuntamiento. Arropado por Pau Vidal, su traductor, y Paco Camarasa, comisario de BCNegra, cuyos actos han congregado a 9.000 personas durante todo el festival, Camilleri cargó contra la «doctrina fascista» con la que los «martilleaban» a diario y contra los curas, para quienes Mussolini era un enviado de Dios. «La política y la fe religiosa es una combinación explosiva, la misma que hoy día hace que uno se ponga un cinturón lleno de explosivos».

Y volviendo a la niñez -«A medida que envejeces tienes más presbicia en la memoria. Recuerdo mejor lo que hacía con 4 años que lo que hice ayer»-, con su profunda y potente voz, el autor siciliano llegó a entonar incluso una cancioncilla con la que su madre, aseguró, se «divertía» haciéndole llorar. Se le caían «las lágrimas», admitió ante una letra que hablaba de una puerta abierta y que para él escenificaba sus miedos de entonces, aunque puntualizó que nunca tuvo traumas infantiles.

Bueno, quizá uno sí: cómo conoció a Luigi Pirandello una sofocante tarde de mayo de 1935. «Estaba jugando al pequeño químico, con pipí, vinagre, aceite... Mis padres y mi abuela dormían. Llamaron a la puerta y había un hombre vestido con uniforme de almirante, de gran caballero de Italia, con capa y espada, en lugar de la camisa negra fascista. Me preguntó quién era yo y me dijo: 'Dile a tu abuela que Pirandello quiere saludarla'». Abrazos y lágrimas. «Y yo me escondí. Siempre pensé que nunca lo adaptaría al teatro y he acabado dirigiéndolo 40 veces».

Hubo un nuevo recuerdo a su amigo Manuel Vázquez Montalbán, quien, opinó, hoy «habría estado de parte de Catalunya» en el debate independentista y más de una ironía sobre que hay Berlusconi para rato. Y reflexión crítica. «Europeísta convencido», pero «no de la Europa del dinero, los bancos y los mercados sino de la basada en la solidaridad y los ideales políticos comunes», se mostró triste, porque cree que morirá viendo cómo esta «guerra económica» ha «condenado a nuestros hijos y nietos a no tener esperanza». Saludo final: puño derecho en alto.