LA RESACA DE LA FIESTA

Tres segundos de magia

Antonio Rebollo y Yeray Hernández después del encendido del pebetero

Antonio Rebollo y Yeray Hernández después del encendido del pebetero / periodico

J. C. ARMENGOL / M. LÓPEZ / Barcelona

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Antonio Rebollo llegó al hotel a la 1.45 horas. Con un teléfono portátil en la mano izquierda y acompañado por la mexicana Angélica Juárez, su esposa, llegó bastante enfadado. Había sido un día tenso, duro, porque sus hombros habían tenido que aguantar la presión aplastante de 3.500 pares de millones de ojos, los de medio mundo, que siguieron con expectación el momento en el que el arquero madrileño tenso la cuerda para iluminar con un fulgor especial y mágico los Juegos de Barcelona.

Y, además, se había quedado sin cenar. Llegó al hotel, en la madrugada del domingo, después de superar muchas dificultades. Para un hombre acostumbrado, como él, a lanzar flechas, la más llevadera fue la de colocar el dardo ardiendo a escasos centímetros del pebetero, en un ejercicio circense que mantuvo en vilo al Estadio. Barcelona se jugaba el éxito o el fracaso de su imagen en un solo intento, pero el pulso de Rebollo no tembló. En cambio sí lo hizo su probada serenidad cuando, superado el reto, regresó al hotel y pudo conmemorar los malos momentos.

Entonces recordó ¿quiso recordar¿ que hasta la misma tarde de la ceremonia no le habían confirmado que él era el elegido en el momento más solemne y trascendente del acto que inauguró a lo grande los Juegos de la XXV Olimpiada. También recordó que había un joven arquero capitán, Joan Bozo, con el que la organización pareció contar hasta el último momento para mantenerle a él, a Rebollo, en tensión. En cambio no recordó ¿ni quiso recordar¿ que tuvo problemas para que le pagaran el viaje desde Madrid para algunos ensayos, y que sufrió un golpe muy duro cuando se vio excluido del equipo olímpico español.

Ayer por la mañana, con las portadas de los periódicos extendidas sobre la cama de la habitación 214 de su hotel barcelonés, las cosas ya le parecían más claras y menos complicadas. Ayer, el arquero paralímpico de Madrid se dio cuenta de que fue el verdadero héroe del inicio de los Juegos y que medio mundo admirará el temple del Guillermo TelI español, que tuvo que disparar con precisión sobre la cabeza de su propio prestigio y del de todos los que habían confiado en él. “Sólo hice el disparo adecuado”, confesó. Y añadió con una frase lapidaria: “Sí algo podía fallar era el material, no yo”.

Larga espera

De ahora en adelante, Antonio Rebollo, ebanista de 36 años en la base de Torrejón de Ardoz (Madrid) y medalla en los Juegos Paralímpicos de Seúl (bronce) y Los Angeles (plata), preferirá recordar los buenos momentos y olvidar la tensión de las horas previas a su genial actuación. El arquero recordará que llegó a las 6 de la tarde al Estadio de Montjuïc, a bordo de un coche de la organización y, que tuvo que afrontar una larga espera en un camerino. Recordará que tuvo la oportunidad de charlar con Herminio Menéndez y con Epi, al que luego sólo volvió a ver ya en el escenario.

Antonio Rebollo no olvidará que salió al puesto de tiro cuando todos los ojos estaban puestos en al alero barcelonista. Incluso tuvo que esperar 15 minutos detrás de las banderas hasta que Epi le prendió la punta de la flecha que él vió perfectamente. “No estaba drogado, sólo concentrado”. Aparte de Epi, no quiso saber nada más del entorno. Culminó su concentración de los minutos previos y su entrenamiento mental reproduciendo los gestos exactos de un tiro normal. Se afianzó en el suelo, tomó referencias visuales y situó a Barcelona en el mapa del mundo con el vuelo de una saeta que duró sólo tres segundos.