PUBLICADO EL 7 DE AGOSTO DE 1992

Locos por Barcelona

El colectivo de 36.500 voluntarios olímpicos crea una asociación para aprovechar el movimiento generador en los JJOO y continuar su labor desinteresada en otros acontecimientos

Algunos de los voluntarios olímpicos posando en la plaza dels Voluntaris

Algunos de los voluntarios olímpicos posando en la plaza dels Voluntaris / periodico

JORDI CORACHÁN / Barcelona

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 La historia de los Juegos Olímpicos de Barcelona no podrá escribirse sin destacar la labor de las 36.500 personas que han colaborado de manera altruista en su organización. Ni el Ayuntamiento, ni la Generalitat, ni el Gobierno, ni todos juntos, hubieran tenido dinero suficiente ¿ni medios humanos- para pagar sus dilatadas jornadas de trabajo y, mucho menos, para comprar su inagotable ilusión.

A pesar del duro trabajo, de la mala comida y de algunos malos tratos, la mayoría de voluntarios aseguran que repetirían su experiencia. Es por esto, que los organizadores estadounidenses de los próximos Juegos de Atlanta le insinuaron al consejero delegado del COOB, Josep Miquel Abad que se los llevaban a todos.

Desde el inicio de los Juegos se han registrado 12 agresiones físicas a voluntarios por parte de federativos, deportistas y periodistas maleducados. Ninguna ha revestido la gravedad como para ser denunciada ante la policía. Pero todas ellas han originado la rápida y enérgica respuesta de los organizadores, conscientes de que sin voluntarios no hay Juegos.

En un acto de desagravio, Juan Antonio Samaranch, presidentes del COI, repartió insignias y hasta se vistió de voluntario. Y Josep Miquel Abad, consejero delegado del COOB, les dijo que ellos eran el auténtico `dream team¿.

Al parecer se ha inyectado tanta moral, que conforme se acerca el día de la clausura aumenta la angustia entre muchos voluntarios. Este estado de ánimo pudo observarse ya el domingo, día en que terminaron las pruebas en las instalaciones de Mollet. Algunos de los colaboradores del COOB ¿entre los que hay estudiantes, conductores, intérpretes, médicos, ingenieros¿- solicitaron un nuevo destino.

Para paliar el síndrome olímpico, la organización facilita a los voluntarios de los recintos deportivos ya clausurados que puedan incorporarse a las plantillas del Estadio Olímpico o del Palau Sant Jordi. El `mono¿ de Juegos llega a ser de tal magnitud que miembros de este colectivo desean que el “movimiento voluntario” continúe después de los JJOO.

Un grupo de estas personas de entre 13 y 80 años, ha creado la asociación Voluntaris 2000, “porque sería una lástima que tras los Juegos Olímpicos nos quedásemos sólo con los recuerdos”. Su objetivo, según manifiestan en las 50.000 solicitudes que han repartido entre el colectivos, es aprovechar el movimiento generado por los Juegos Olímpicos para futuros acontecimientos.

Los impulsores de la iniciativa aseguran que tanto el Ayuntamiento como la Generalitat, así como el Instituto de la Juventud, “conocen nuestra organización y nos apoyan”. Y solicitan al resto de voluntarios que autoricen al COOB a ceder sus datos personales a la nueva asociación para seguir en contacto.

Uno de los promotores de Voluntaris 2000 sostienen que la mayoría se han relacionado con gentes de casi todos los países del mundo y han vivido interesantes experiencias sin salir de Barcelona. Según esta versión, todos ellos han tenido la oportunidad de vivir los Juegos Olímpicos desde dentro y sentirse miembros de una macroestructura organizativa.

Sólo unos 300 han abandonado la aventura. Los motivos son variopintos: unos por agotamiento, otros por estar hartos de comer hamburguesa día sí, día también y unos pocos porque no le veían sentido a continuar una vez conseguido el uniforme y la acreditación. Para los dirigentes del COOB, los desertores representan únicamente el 1% (en otros Juegos alcanzó el 8%) de un colectivo entregado en cuerpo y alma a servir a su ciudad.

La lucha de los directivos del COOB continúa centrada en combatir el exceso de confianza y el relajamiento en el seno de la organización. Una vez superado el momento crítico vivido tras la ceremonia de apertura, a raíz de los problemas de transporte y por culpa de las malditas agresiones a voluntarios, los máximos dirigentes de la organización siguen inyectando tensión para afrontar el último esfuerzo.

Andreu Clapés, responsable de los voluntarios del COOB, se muestra satisfecho de que una vez superdo el “momento crítico”, el trabajo de este colectivo haya recibido el reconocimiento social que merecía. “Todo el mundo ha terminado por elogiar su trabajo, que ha sido muy duro”.

Clapés recuerda que en las primeras reuniones de voluntarios de hace seis años, ya advirtieron de que la tarea iba a ser sacrificada. Y agrega: “Días antes de la inauguración los nervios del estreno se apoderaron de nosotros; todos estábamos hipersensibles. Una vez levantado el telón vivimos una etapa de euforia por el primer éxito, que dio paso a un momento crítico a causa de la tensión de la primera semana. Ahora, el peligro radica en el exceso de confianza”. Clapés abandonó su trabajo fijo en una escuela de Sitges, donde enseñaba historia, para convertirse en protagonista de la historia de los Juegos de Barcelona, junto a 36.500 voluntarios.