Plan estratégico del parque zoológico de la ciudad

El Zoo pone fecha de caducidad al circo de los delfines

Una cuidadora, ayer, en el delfinario del Zoo de Barcelona junto a dos ejemplares.

Una cuidadora, ayer, en el delfinario del Zoo de Barcelona junto a dos ejemplares.

CARLES COLS
BARCELONA

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Barcelona prohibió los número de circo con animales en diciembre del 2003. Esa misma ordenanza municipal puso fin también a la exhibición y venta de pájaros y otras especies en la Rambla. Cinco meses más tarde, en una votación en el pleno,  se declaró ciudad antitaurina, antes incluso de que el Parlament proscribiera definitivamente las corridas. San Francisco de Asís sería feliz aquí. Pero con ese currículo era una sinrazón cada vez más extravagante que el Zoo de Barcelona mantenga aún hoy el espectáculo de los delfines, con sus aros y pelotas y el público en las gradas. Ese número circense, no obstante, tiene los días contados.

El Ayuntamiento de Barcelona invertirá 10 millones de euros a partir del 2015 para sustituir el actual delfinario del zoológico de la Ciutadella por  un gran estanque siete veces mayor que deberá agradar por igual a los cetáceos y a los visitantes.

La buena nueva la anunció ayer la teniente de alcalde Sònia Recasens. El ayuntamiento descarta así definitivamente la opción que sopesó en su momento. Pretendía sacar el delfinario del zoo y, en una privatización más de lo público, instalar el espectáculo en una zona cercana. Se han impuesto parcialmente las tesis de quienes sostienen que los delfines no se merecen esto, que no solo son más listos que cuatro de las especies de grandes simios, sino que hace menos de tres millones de años su grado de encefalización (el modo más correcto de medir la inteligencia) era superior al de la quinta de esas especies, el hombre.

CINCO METROS DE PROFUNDIDAD / Para hacer boca, Recasens explicó cómo lucirá el nuevo hogar de los seis delfines de Barcelona. Será una gran piscina de 2.083 metros cuadrados de superficie. Crece la lámina de agua, pero también la profundidad, que pasará de los tres metros y medio a los cinco en su máxima sima. El nuevo delfinario será en la práctica una suma de diferentes ambientes. Habrá una piscina principal, una zona de agua poco profunda para que los cuidadores puedan acercarse a los cetáceos y, por último, una piscina naturalizada, pues de esta podrá tenerse además una visión submarina a través de cristales. Sobre el papel, la instalación atenderá todas y cada una de las recomendaciones de la European Association of Aquatic Mammals, la organización que, más allá de las campañas más exigentes de los grupos animalistas, vela por el bienestar de los delfines.

Por el momento, los planos presentados ayer en el Zoo son solo un esbozo. Junto a las piscinas se edificará una sala de actos, un cine en 4D para sentirse como Flipper bajo el agua y un restaurante. O no. Todo dependerá del resultado de las catas arqueológicas que se realizarán en la zona. No debería haber sorpresas. Esa es una zona muy cartografiada. Se sabe que aparecerá parte del baluarte de la antigua ciudadela militar, que se aprovechará para dejarlo parcialmente a la vista, y, en realidad, poco más. Allí se alzó también durante la exposición de 1888 el Pabellón de la Industria, la más espectacular de las construcciones que se edificaron con motivo de aquella cita internacional, pero aquellas construcciones, concebidas con carácter efímero, apenas tenían cimientos.

Sobre el papel, la reforma del delfinario forma parte del plan estratégico 2012-2020 del Zoo de Barcelona. Durante años, el parque vivió en un extraño limbo, a la espera de decidir si finalmente se trasladaba a las inmediaciones del Fòrum una parte de la colección de especies y, el resto, a alguna finca fuera de la ciudad.

Aquella solución se descartó, pero el zoo se resintió de aquella incertidumbre porque las inversiones se redujeron al mínimo. Con el plan estratégico se han retomado los trabajos de mejora. Eso es evidente ya, por ejemplo, para los hipopótamos, para los elefantes y por supuesto para los dragones de Komodo. No obstante, ninguna transformación le hace sombra por sus dimensiones a la prevista con el nuevo delfinario. Es mayúscula en tamaño y rompedora en concepto. Y ello tiene una explicación muy prosaica.

GIMNASIA ACUÁTICA  / Durante estos últimos años (y aún todavía, mientras no terminen las obras que ni siquiera han comenzado), el show de los delfines ha sido uno de los mayores ganchos de público del zoo. Es la única atracción capaz de congregar colas. Renunciar a ese señuelo es amputarse el brazo que abre la caja registradora. La dirección del parque confía en que el rediseño del espacio será por si solo un aliciente.

También la visión submarina del elegante nadar de los delfines atraerá público. Por si acaso, habrá algo más. No habrá gradas, no habrá aros de fuego, pero los responsables de la colección de cetáceos tratarán de mantener en forma a los delfines con un poco de gimnasia cada día. Los saltos fuera del agua parece que están garantizados.