BARCELONEANDO

Tetramorfos con apellidos de leyenda

Los evangelistas de las torres de la Sagrada Família llevarán la firma de Medina-Campeny, descendiente del gran escultor neoclásico y de uno de los modernistas más reconocidos

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Natàlia Farré

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De casta le viene a Xavier Medina-Campeny. Escultor. Con nombre propio y apellidos de leyenda. Su pericia con el cincel está fuera de duda. Ahí está, por poner un ejemplo, la Colometa de la plaza del Diamant. O "la escultura más fotografiada después del 'David' de Miguel Ángel", según afirma Ferran Adrià. Y que no es otra que la cabeza de toro que lucía en El Bulli. Una pieza inmensa de madera que Medina-Campeny regaló al laureado chef tras este pasar un tiempo investigando en su taller de escultura. "Le gustaba y se la regalé". Adrià la puso en la cocina del triestrellado restaurante, en la mesa de pase. Por ahí circulaban casi todos los comensales, y todos los que circulaban se fotografiaban junto al bravo animal. Uno parecido lucirá con el tiempo en el tetramorfos de la Sagrada Família. En la torre de San Lucas. Un águila, un león y un ángel culminarán las dedicadas a los otros tres evangelistas. Poco más que añadir, el trabajo está en marcha y hasta que no se entregue no hay ni pistas ni fotografías. Habrá que esperar.

Su obra estará con la de Gaudí; la de sus antepasados, en la Casa Blanca y en el MNAC, además de en las calles de Barcelona

Es quizá el trabajo más ambicioso de Medina-Campeny por lo que tiene de significativo colaborar en el templo expiatorio de Antoni Gaudí. No hay críticas hacia la obra del modernista ni de sus sucesores. "A Subirachs lo lincharon. Lo que hicieron con él fue una injusticia". La obra del autor del tetramorfos no es tan expresionista como la de quien firmó la fachada de la Pasión. A Medina-Campeny le va interpretar el cuerpo humano. Aunque ello no significa que haga figura. Lo suyo es la unión de la geometría con la anatomía. A este punto ha llegado tras pasar por la abstracción y unos comienzos del todo minimalistas. Las primeras obras profesionales las realizó en Andorra: largas varillas de aluminio que cuando entró en España, la policía de la aduana no creyó que fueran arte sino antenas de televisión. Cosas del franquismo y de la poca sensibilidad de algunos hacia la creación.

La sensibilidad de Medina-Campeny nació con él. Quería ser escultor mucho antes de conocer la obra de su abuelo y de su tatarabuelo. El primero, Josep Campeny (1858-1922), uno de los modernistas que mejor trabajaron la terracota; el segundo, Damià Campeny (1771-1855), el gran escultor neoclásico catalán. De hecho, de pequeño, sin aún conocer el pasado familiar, jugaba a esconderse en el lavadero de la azotea de su piso de paseo de Gràcia para convertir latas en arte. Una de ellas luce en su taller de Palo Alto, no lejos de donde su padre tenía la fábrica de caucho y donde la familia quería que él dirigiera sus pasos. No lo hizo. Y ahora, con una carrera indiscutible a sus espaldas, lucha por el legado de su linaje. "Me gustará que se tratara mejor su obra", se queja.

Reconocimiento familiar

No le falta razón. Basta con ver el estado, sucios y poco cuidados, de los medallones y relieves de Campeny, el neoclásico, que decoran los Porxos d’en Xifré. Más suerte tienen 'La muerte de Cleopatra' y 'Lucrecia', dos de sus fantásticos bronces que lucen en la colección permanente del MNAC. Hay muchas más piezas, pero en las reservas. Al Campeny modernista no hay que buscarlo en el Palau Nacional. No está. Pero por la ciudad aparece constantemente. Suyas son las esculturas del Palau de Justícia y del Hivernacle. Además de un montón de fuentes, como la del Granota (frene al Palau Robert) o la del Noi dels càntirs (en la plaza de Urquinaona). Y en Montjuïc es el rey del monumento funerario. También tiene obra en la Casa Blanca, en la sala Roosevelt. Un bisonte de bronce que un coleccionista norteamericano compró en la Sala Parés y luego regaló a la residencia presidencial. Aparece siempre detrás del presidente de turno cuando es fotografiado en esa estancia.

Pero curiosamente ninguno de los dos desparecidos Campeny realizaron  nunca un tetramorfos. El de la Sagrada Familia será el primero del linaje. Mientras el trabajo avanza, ya se sabe que con el templo de Gaudí las coas nunca son rápidas, Medina-Campeny piensa en cómo poder dedicar una exposición permanente al trabajo familiar con sus fondos. Pero echa de menos la implicación de algún ayuntamiento, quizá Mataró o Igualada, cuna de sus predecesores en el arte.