BARCELONEANDO

Ver para descreer

Estos días, Daniel G. Andújar tiene dos exposiciones a la vez, una sobre la clonación como medio de salvar al arte del totalitarismo (por supuesto, es una ironía), y otra sobre la hipocresía artística en Barcelona

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Javier Pérez Andújar

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Casi siempre va todo de negro, vaqueros, camiseta, como un rocker o igual que esos técnicos que acompañan a los rockeros o que en los teatros mueven las cosas del escenario sin que nadie se fije aunque todo el mundo los vea. Los dos somos Andújar de madre, pero nuestras madres no son familia. No es lo mismo ser Andújar de madre que de padre. Lo he visto en mis primos. Para ellos el apellido marca un carácter y una estirpe. Los Andújar de madre lo llevamos con escepticismo. Nadie más descreído que Daniel G. Andújar, pero del mismo modo que para desayunar hay que estar primero en ayunas, para descreer se ha de haber creído antes. ¿En qué creyó este artista? Las veces que hemos hablado me ha dado la impresión de que ama lo cercano.

Estos días, Daniel G. Andújar tiene dos exposiciones a la vez, una sobre la clonación como medio de salvar al arte del totalitarismo (por supuesto, es una ironía), y otra sobre la hipocresía artística en Barcelona.

A la Fundació Suñol, Daniel G. Andújar ha llevado el trabajo que hizo el año pasado, 2017, en Atenas y en Kassel para la documenta 14, y al que dio el nombre de Los desastres de la guerra, igual que la serie de Goya. Por primera vez, desde que se inauguró en 1955, Kassel ha celebrado la documenta junto con otra ciudad. De formar parte de la Alemania nazi a quedar devastada por las bombas aliadas, Kassel es origen y fin de la guerra. Y esta herida ha querido curarla con arte contemporáneo.

El artista propone erigir la estatua de un político con un maletín en Sant Jaume, como homenaje al 3%

Daniel G. Andújar acude al arte griego para recordar que los nazis se lo apropiaron (al igual que los mitos primitivos, como el fuego y la noche). Elige obras clásicas, fotografía Neptunos, Victorias, discóbolos desde distintos puntos de vista, y con un software los reproduce en plástico usando una impresora 3D. Todo esto va ligado a su sentido del trabajo más humilde, el que realiza lo que se llamaba, hasta hace poco, el pueblo. En Atenas, confrontó un taller popular de las fallas con un prestigioso taller del Pireo de réplicas artísticas, que suministra a todos los museos del mundo con el aval de originalidad del Gobierno. Y en Kassel, ante el pasmo del alcalde, la noche de san Juan sacó de la galería una de sus propias piezas en cajas como las que se utilizaron para evacuar los museos del Prado y del Louvre durante las guerras, y le pidió a los falleros que la quemaran en el jardín mientras tres músicos valencianos interpretaban A las barricadas con dulzaina y tambor.

Vivo y muerto al mismo tiempo

Daniel G. Andújar lleva 12 años viviendo en Barcelona. Conoce las esculturas, los monumentos que recorren nuestras calles, nuestras fachadas..., y los ha fotografiado (él lo llama apropiarse), se ha apoderado de esas obras para de nuevo reproducirlas en plástico. Sobre lo que nos comunica este entorno artístico trata su otra exposición, en la galería àngels barcelona. Se titula El gato de Schrödinger en alusión a esa teoría que dice que un gato puede estar vivo y muerto al mismo tiempo. (Yo creo que eso solo nos pasa mientras estamos vivos). Por ejemplo, lo que existe y no existe a la vez es la condición de ejemplaridad para el espacio público que defiende el ayuntamiento. Esto se vio cuando retiraron la estatua de Antonio López, pues se convirtió a este empresario y negrero en el chivo expiatorio que salvaba del castigo a toda una clase enriquecida con el tráfico de esclavos, la intocable y sempiterna burguesía catalana.

La estatua de Antonio López se convirtió en el chivo expiatorio que salvaba del castigo a toda una
clase

Pero, el resto de las esculturas de Barcelona ¿qué simboliza? Daniel G. Andújar ha partido del desnudo femenino que hay en plaza Catalunya, la estatua de Clarà, para disponer a su alrededor una galería de imágenes donde muestra la apabullante cantidad de arte escultórico que presenta a la mujer como objeto por todo el centro de Barcelona. Entre esas láminas ha colado la cabeza femenina, obra de Plensa, instalada frente al Palau de la Música. Al imprimirla en 3D, ha manipulado la estatua de Clarà, a veces deformándola como un luchador de sumo y otras envejeciéndola como a Matusalén. Una de las alternativas que Daniel G. Andújar propone para suplir estas esculturas pagadas por la vieja burguesía es erigir la estatua de un político con un maletín, impresa en color iPhone oro, en medio de la plaza Sant Jaume, entre el ayuntamiento y la Generalitat como homenaje al 3%.

En la misma exposición, dos vídeos muestran en paralelo el citado desmantelamiento del monumento a Antonio López y una grabación reciente donde los artistas de la plaza del Pi pintan, retratan, a una modelo tumbada desnuda en el suelo. La musa en carne y hueso, llevada al extremo de la performance. Y en el sótano de la galería, espera un sofá ante una pantalla, el cine en casa para escuchar la voz de su amo. Aquí se pasan sin parar dos vídeos institucionales de promoción de la ciudad, uno que realizó el gobierno municipal convergente y otro realizado por el gobierno municipal en común. Lo que se percibe es que el discurso del poder siempre es el mismo aunque se pretenda comunicar cosas diferentes. Un descreído es alguien que ha renunciado a la fe.