ZONA FRANCA DE BCN

La Marina aplaude la llegada de la L-10 del metro pero aún se arrima al bus

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Carlos Márquez Daniel

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Antonio carga tres barras de pan y un hermoso melón. Descansa en un banco de la calle de la Foneria y cuenta que en julio le pusieron un marcapasos. Resulta que el hombre tenía 40 pulsaciones por minuto, las mismas que Kilian Jornet, para que se hagan una idea. Pero claro, a su edad, 79 años, era más un problema que una proeza de la naturaleza. “¿Pero usted nunca se marea? ¿No se ha dado cuenta de que a veces se le para el corazón durante algunos segundos?”, le dijo el médico. Nada; él jamás notó nada. Sigue andando seis kilómetros cada día y el sábado tiene previsto acercarse al paseo de la Zona Franca, donde habrá fiesta grande y corte de mangas de todo un barrio a la historia reciente. “Estrenamos el metro, que ya era hora, caramba”.

Barcelona tenía una deuda pendiente con estos barrios situados al suroeste de Montjuïc. La salda muy a medias, porque el proyecto habla de 10 estaciones y por ahora se abrirán dos: Foneria y Foc Cisell, separadas poco más de 500 metros en la arteria principal de estos calles que lo fueron todo para la industria catalana. Sentado junto a Antonio está Joaquín, que en enero cumple 90 años. Ambos trabajaron en la Seat (nunca es "en Seat" siempre es "en la Seat") y recuerdan cómo en los 60, cuando entraron en la fábrica, los veteranos del lugar ya les hablaban de la llegada del metro a una de las zonas más productivas de la ciudad. La lucha vecinal tardaría algunos años en arrancar. Fue en los 70, cuando quejarse en público empezó a ser menos delicado.

¿Y el resto de la línea?

Dori Garcia, directora de la Unión de Entidades de la Marina, admite cierto nerviosismo ante la inauguración. Pero también prudencia. Porque por una parte no puede evitar la alegría de poder por fin coger el metro al ladito de casa, pero por otra lamenta que nadie les haya dicho cuándo entrarán en funcionamiento el resto de estaciones. Reclaman todo el tramo, pero sobre todo la siguiente parada, la de Motors, que dará servicio a los vecinos de la Marina del Prat Vermell. Este apeadero también permitiría a los barceloneses llegar bajo tierra al cementerio más grande de la ciudad.

La mayoría de la quincena de vecinos consultados por este diario coincide en alabar las líneas de bus que les conectan con el centro, sobre todo el H16 y el 109. También el V3. Podría pensarse que estos barrios hacen vida solo a este lado de Montjuïc porque la Montaña, la Ronda Litoral y la Gran Via son cicatrices que da pereza sortear. No es cierto. Y no solo porque tengan que ir al Clínic o al CAP de Manso. También porque les gusta, como a todo el mundo, pasear y dar vueltas por las zonas más concurridas de la capital catalana. O porque tienen familiares en Badalona, o Santa Coloma; o en Horta. Ahora podrán llegar en el metro, con un trasbordo en Torrassa para seguir por la L1 hasta la parada de Catalunya. Tardarán casi media hora en alcanzar el epicentro de Barcelona, eso sí, con una frecuencia de paso aproximada de siete minutos. Pinta bien, pero no todos, más bien pocos, están dispuestos a modificar sus rutinas mientras el transporte público de superficie siga funcionando.

Cosas de los mayores

“Puede que sea una cuestión generacional”, señala Andrés, un treintañero recién llegado a la calle de los Alts Forns. “Yo sí tengo claro que cogeré el metro, porque es más rápido y más cómodo, pero aquí hay mucha gente mayor que dice que solo lo usará el día de la inauguración para quitarse la espinita después de tantos años de batalla”. Antonio, el quiosquero de Foneria, se suma a la fiebre del bus, añadiendo que en el barrio todo el mundo tiene muy asumido cuál es el correcto para cada destino. “Si vas al Corte Inglés, el V3; si vas al Clínic, el 109; si vas al centro, el H16…”.

La directora de la Unión de Entidades lamenta que la prolongación de la L2 desde el Paral·lel hasta el parque logístico de la Zona Franca (un túnel de 6,3 kilómetros y seis nuevas estaciones) quedara en saco roto. “Era la manera más lógica y rápida de conectarnos con Barcelona, pero el coste de la obra y los problemas con el suelo a excavar lo han dejado en un cajón”. Parece que el proyecto va a quedarse mucho tiempo ahí, acumulando polvo.

El culo de la ciudad

Aquí siempre ha planeado la idea de ciudadanos de primera y de segunda. “Y ha sido así a pesar de que hemos sacado adelante a esta ciudad. Recuerde que en la Seat llegamos a ser más de 30.000 personas”, señala Joaquín, que llegó en 1962 -“el  año de la nevada”, concreta- procedente de Huesca. También Mariángeles, andaluza de 54 años, se queja pero con orgullo. "No necesitamos nada de nadie, pero el que diga que en la Zona Franca se han hecho cosas es que no ha venido en su vida. Somos el culo de Barcelona y se han aprovechado de que somos gente trabajadora". Sobre el metro, esta vecina admite con la boca pequeña que lo usará "cuando sea necesario". "Sobre todo para acompañar a mi madre al médico o para ir a los Encants, que son mi debilidad". 

A principios del 2019 está previsto que se abran dos estaciones del tramo de L’Hospitalet, las de Ildefons Cerdà (seguramente terminará llamándose Ciutat de la Justícia) y Provençana, para las que la Generalitat habrá dado un empuje final de 37 millones de euros. Ricard Riol, presidente de la asociación Pomoción del Transporte Público (PTP), considera que esta línea es más una “inversión social que un proyecto competitivo”, en el sentido de que da respuesta a una reivindicación vecinal “lógica y comprensible”. Advierte, sin embargo, que no cree que tenga excesiva demanda, más aún si tenemos en cuenta que conectará con Collblanc pero no llegará a Zona Universitària, lo que podría dar un sentido para los estudiantes del barrio. Los trabajos detenidos de la L9 no permiten por ahora que la L10 vaya más allá de los dominios de L’Hospitalet.

Sobre el futuro del resta de apeaderos, considera que la parada con más puntos de poder inaugurarse, incluso antes que la de Motors, es la primera del viaducto (la línea avanza en superficie por debajo de la Ronda Litoral), que por ahora tiene el nombre de Zona Franca Litoral. “Pero aunque esté toda operativa, el transporte dominante seguirá siendo el vehículo privado y el bus”, sostiene. 

Dori solo espera que el barrio se revitalice un poco a nivel comercial y de restauración. "Y que gente de otras partes de Barcelona se anime a venir a vivir aquí porque necesitamos relevo generacional". Sobre el efecto que pueda tener el metro en la vivienda, teme que los pisos suban. "Pero eso es algo que por desgracia está pasando en toda la ciudad".