Una noche como turista en una residencia de estudiantes

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PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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El turista se sorprende un poco al ver que tiene que pulsar un timbre para que le abran. En la puerta dice bien claro que aquello es una residencia universitaria, y un rótulo al lado agrega que también es albergue, una categoría básica de alojamiento. Sin embargo, las habitaciones más sencillas (ese día, a 50 euros) se han acabado, así que la opción de 78 euros es una 'executive' propia de hotel funcional pero moderno, aunque en las zonas comunes se vean pizarras con fórmulas matemáticas, estudiantes con apuntes, ordenadores o al pie de una mesa de billar.

Diversos buscadores ofrecían opciones libres para esa misma noche en Barcelona en residencias universitarias. Curiosamente, a precios superiores a hostales y albergues normales. Elegimos una en la Barceloneta al azar para ver cómo se aloja un turista entre estudiantes, ya que el consistorio no ha dado datos de los 13 casos ilegales. Sus responsables aseguraron después que como albergue ofrece camas por días (lo hacen en sus otras siete opciones en Barcelona) "en algunos periodos, a estudiantes de paso y miembros de la comunidad estudiantil y profesores". Pero en sus webs la empresa cuenta con cientos de opiniones dispares de turistas puros y duros durante todo el año: desde los que dan un sobresaliente a su comodidad, ubicación, sus bares próximos y estar "al lado de la playa", hasta los que arremeten contra habitaciones muy pequeñas, precios abusivos y bichos bajo la cama.

CASI BARATA PARA SER BARCELONA

Como sucede con muchas residencias de este tipo, tienen un convenio con una universidad de la zona que interviene directamente en la asignación de sus plazas para estudiantes, por meses o cursos. Esta fue construida hace pocos años sobre terreno de equipamientos. 

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Otra cosa son las habitaciones por días, de gestión directa y aparentemente siempre disponibles. Previo pago por adelantado, la estancia es amplia, actualizada, con un baño correcto, una micrococina y utensilios, una minitele, dos sillones, limpia, pero con un fuerte olor como si alguien hubiera pasado mucho tiempo dentro. Casi barata para ser Barcelona, y con la única particularidad de que desde la ventana hay vistas directas a las vidas de cada uno de los vecinos de un bloque de pisos anexo, y desde la puerta -que da a un pasillo exterior- se observan los habitáculos de los estudiantes del pasillo de enfrente que cuelgan sus toallas multicolores en el patio interior. En una extraña iconografía de esa nueva Barceloneta.

TOQUE 'LOW COST'

Solo un pelo negro de procedencia dudosa que asoma nada más abrir las sábanas y un kit de desayuno básico pero ¡depositado en la nevera ya el día antes! ponen la nota 'low cost'. Ese desayuno en la intimidad impide que los veinteañeros y los turistas se tengan que mezclar más de lo debido.

De puertas afuera de la habitación, es obvio donde uno se halla. Ni bar ni restaurante, solo salitas de estudio, lavandería, recepción de 24 horas, zona de asueto, un gimnasio y máquina de aguas y tentempiés de urgencia. No es un problema en un barrio lleno de badulaques abiertos a todas horas y de bares de tapas con turistas incluso en pleno invierno. En un pasillo los estudiantes cuelgan folios con dibujos, su nombre y procedencia: fulanito, Ibiza, primero de Medicina; menganito de La Rioja... Al otro lado, los viajeros descansan tras jornadas de ajetreo turístico.

Un residente foráneo que debe superar los 30 asegura que el ambiente es tranquilo y bueno para el descanso. Otra estudiante egipcia cuenta que está contenta, la parte de hotel no interfiere en la dinámica del lugar. "Cada uno va por su lado". Una vecina de la finca de al lado dice que no sabe muy bien "si aquello es una residencia o un hotel, porque siempre hay gente con maletas y mayores".

SIN SOBRESALTOS

Pero en pleno puente de diciembre, el ambiente es tranquilo y estudiantes y guiris duermen esa noche sin aparentes sobresaltos. El plano del establecimiento constata que hay muchas habitaciones mucho más pequeñas, válidas para un estudiante pero que propician algunas quejas en los portales de reservas. 

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Eso sí, la satisfacción no es, obviamente, la misma cuando uno abona 30 euros por una habitación sencilla, en temporada baja y con antelación, que cuando los precios se disparan. Una consulta a su web revela que durante los días del congreso de telefonía móvil las habitaciones se venderán a unos 200 euros la noche (más si es una familiar). Es decir, que generarán en tres jornadas más ingresos de lo que paga un estudiante por 30 días, ya que las tarifas de residentes parten de poco más de 400 euros mensuales.  

DIFÍCIL CONTROL

En otra residencia de investigadores en Ciutat Vella, por teléfono informan de que hay plazas. ¿Pasa algo si no eres estudiante o investigador?. "En principio es para la comunidad, pero no hay problema en darte habitación", dicen. Lo mismo sucede con otros dos establecimientos sondeados aleatoriamente. Tengan o no licencia doble, ¿debe una presunta residencia jugar en la liga hotelera?

El ayuntamiento afirma que en los únicos expedientes de los que había dado nombre y apellidos, las modernas residencias Melon District, ya solo se alojan estudiantes. Pero una llamada revela la picaresca. Uno de ellos está lleno en ese momento, pero en el otro informan de que ahora "funcionan distinto" y es necesario ser estudiante "de algo". Como aún no han establecido cómo acreditarlo, de momento basta con la palabra del cliente, apuntan... Valdría un curso de cocina, por ejemplo.

En los tiempos que corren, con personas de 50 años en pleno reciclaje profesional, el concepto "estudiantil" abre la puerta a la perversión de uso de cualquier residencia. En el centro donde nos hemos alojado este curso viven 143 residentes, con un 58% de mujeres, una media de edad de 21 años, con mayoría de españoles (en especial de Tarragona y Girona), estadounidenses, chinos, italianos y holandeses. Medicina, Economía, ADE e Ingeniería son las carreras más representadas. No hay datos sobre el perfil de sus convecinos turistas...