ANIVERSARIO DE UN COMERCIO HISTÓRICO
Una librería de otro siglo
Las grandes marcas internacionales se pelean como leonas por conseguir un escaparate en el solemne paseo de Gràcia, donde el lujo cada vez acapara más metros cuadrados. En esta selva urbana se mantiene con la cabeza bien alta la librería Jaimes, un negocio familiar que se tapa los oídos ante los cantos de sirena de la especulación inmobiliaria.
Especializada en literatura francesa, la carismática librería se
inauguró un día de Sant Jordi hace 70 años y lo celebra exponiendo una selección de libros traducidos a otras lenguas, comoLa ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza, yLa sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, cuya acción transcurre en las calles de Barcelona.
Jaimes fue en plena posguerra un oasis cultural. Jaume Arnau Pericàs, su fundador, burlaba a la censura al lograr que los temidos libros franceses cruzaran la frontera para exhibirse en las estanterías de su primera tienda en Diagonal 337, entre Bailèn y Girona, cerca de donde se encontraba entonces el Lycée Français.
A la salida de clase, los padres acompañaban a sus hijos para ver las novedades de la sección infantil que, desde sus inicios, es una de las más mimadas.«Los pequeños lectores de hoy serán los grandes lectores de mañana», recuerda Montserrat Porta Arnau, directora de la librería, que decía su abuelo. En 1951, la tienda se trasladó al paseo de Gràcia, donde únicamente subsisten dos librerías. La otra es la Casa del Llibre, que se encuentra a pocos metros, en el mismo tramo entre las calles de València y Aragó.
Montserrat Porta valora la libertad que le otorga no tener ninguna gran editorial en el accionariado.«Cada vez quedan menos librerías independientes», lamenta. Mantenerse en el paseo de Gràcia es posible porque el alquiler es antiguo.«Sería imposible pagar lo que demanda el mercado. Cuando en el 2014 se nos acabe el contrato, nos barrerán».
El diccionario de Espriu
Los clientes ilustres nunca han faltado. Porta recuerda con especial cariño cuando Salvador Espriu fue a comprar un Petit Larousse.«Esta noche miraré el diccionario página por página. Si no encuentro ningún error mañana vengo a pagarlo y, si no, lo devuelvo. ¿Puede ser, señorita?», le planteó el poeta. ¿Y quién iba a contrariarle? No encontró erratas, volvió, pagó, dio las gracias y se marchó.
Quien se quedó un poco extrañado en su visita fue Juan Rulfo. El escritor entró en Jaimes para saber si tenían alguno de sus dos libros,Pedro PáramoyEl llano en llamas.«En la sección de clásicos», le indicó la dependienta.«¿Cómo... pero si aún no me he muerto?», contestó Rulfo. A lo que la librera precisó:«Ahí es donde se encuentran nuestras recomendaciones». No los compró, pero se fue muy contento.
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