Juicio

Nadie vio el apuñalamiento del Port Olímpic

img 4301

img 4301 / periodico

Carlos Márquez Daniel

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El abogado de la acusación particular no debía esperar semejante síntesis. En la pantalla, por videoconferencia, su clienta, J. L., viuda del joven gitano del clan de los Baltasares que falleció víctima de un apuñalamiento la noche del 23 de enero del 2016 en una discoteca del Port Olímpic. Tras una larga y elaborada pregunta, destinada a evidenciar los nefastos efectos de aquel fallecimiento en el núcleo familiar, la mujer, que saca adelante a dos hijos de 8 y 10 años, no ha pasado de un escueto "muy mal". Ni al insistir. "Muy mal". Día de testigos en la Audiencia de Barcelona para intentar arrojar algo de luz al crimen que, además de costarle la vida a un hombre de 28 años, echó de la Mina a 500 personas de un clan rival, el de los Pelúos. De momento todo sigue igual, sin pruebas concluyentes y con relatos contradictorios. Pero con una fiscala que, con paciencia, va pincelando su estrategia hacia la estocada final

Este miércoles, segundo día del juicio, debía servir para reproducir los hechos en boca de terceros, después de que el martes fueran los tres acusados los que dieran su versión de lo sucedido. Dos de ellos están acusado de un delito de lesiones con instrumento peligroso (el fiscal solicita para ellos cinco años de cárcel) y un tercero añade además el cargo de asesinato (petición de 22 años de prisión). Ninguno de los 14 comparecientes ha podido exculpar o señalar con total certeza a los procesados.

Contradicciones

Han iniciado la mañana cuatro familiares de los acusados, todos primos entre ellos. Esa noche también estuvieron en la disco Nirvana. Uno de ellos le ha dado la vuelta al testimonio ofrecido en el 2016, en el que identificaba a los tres jóvenes que se sientan en el banquillo como los autores del lanzamiento de vasos en el local. También en su declaración anterior aseguraba que la persona que aparece guardando algo en los pantalones en las imágenes captadas por las cámaras de seguridad era L. C., el presunto autor material del apuñalamiento. Todos los testimonios han coincidido en que la víctima, D. U., estaba bajo los efectos del alcohol, sin que eso presupusiera algo. Solo uno de ellos, primo de los procesados, ha asegurado que el fallecido tenía una actitud violenta: "Iba golpeando a la gente".

 Resulta sorprendente que no haya sido posible encontrar un testigo que pueda aclarar con certeza qué es lo que sucedió esa noche. Más aún si se tiene en cuenta que se trata de un local de unos 40 metros cuadrados en el que había cerca de 50 personas. Por eso la fiscalía se esfuerza en situar en el lugar del crimen a los tres acusados para, en los próximos días, en los que deben declarar los agentes de los Mossos que han investigado el caso y los peritos que han examinado, sobre todo, las imágenes de vídeo, demostrar su tesis de que L. C. clavó un puñal "en el torso de la víctima que le perforó la arteria torácica y provocó su fallecimiento a causa de la perdida de sangre".

Estrategia de la defensa

La defensa ha preguntado más bien poco. Básicamente, para poner en duda el hilo de la historia o para enfatizar la vaguedad de los testimonios, muy plagados de expresiones como "no lo recuerdo bien", "diría que sí/no", "Hace mucho tiempo" o "puede que ese sea Menganito". Ni el propietario del local, ni la camarera, ni el controlador de la entrada de la disco, ni el jefe de seguridad del Port Olímpic, ni el vigilante del aparcamiento. Nadie ha sido capaz de acusar o de absolver a los acusados. ¿La policía, los forenses y las grabaciones terminarán por decantar al jurado?