Conocimiento del pasado metropolitano remoto

Siglos de vino y ostras

LOS FRUTOS. Detalle de una pieza.

LOS FRUTOS. Detalle de una pieza.

RAMON COMORERA / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Todo podría haber empezado en la tranquila y próspera Campania, región entonces romana y hoy italiana con capital en la increíble Nápoles. Alguien viajó al suburbium de la incipiente colonia Barcino para crear el embrión de una gran villa rural que durante medio milenio, hasta la decadencia y abandono del siglo V, sería una enorme heredad productora de caldos layetanos. Las dos nuevas y primigenias prensas de vino, y ya suman 11, descubiertas en las excavaciones de la Sagrera refuerzan el carácter excepcional del hallazgo de esta finca que las obras de la estación de alta velocidad han propiciado. Y a la vez sentenciado, pues todo desaparecerá tras el traslado de los elementos destacados y de una exhaustiva documentación general. A la evocación que supone esa remota actividad vitivinícola para una sociedad actual que ha aumentado la cultura enológica se suman los vestigios encontrados del consumo de las exquisitas ostras de Barcino, aquellas que cantara el clásico Ausonio.

Los responsables de la arqueología municipal insisten desde la eclosión del recinto en el verano del 2011 en que la villa tiene valor documental pero no patrimonial para ser conservada in situ. Sus restos como conjunto constructivo tienen escaso volumen por las agresiones seculares que las han alterado. El teniente de alcalde de Cultura, Jaume Ciurana, se refirió a ello esta semana al presentar los últimos hallazgos. Aunque el proyecto de la estación y el ritmo de la obra se revisa y se reduce, lo que baja la enorme presión inicial, «no se prevén» cambios para una preservación en el terreno.

RETORNO / Las piezas destacadas volverán restauradas a la zona, en un punto y con una presentación por decidir. La visión de conjunto la dará una restitución en tres dimensiones en curso. Claro que todavía queda trabajo para rato con una tercera y cuarta fases de excavaciones. Estos trabajos que suponen actuar fuera del recinto de la estación en las calles de Santander, del Pont del Treball Digne y en un terreno privado dentro de Sant Martí, tienen ya listo el proyecto y el presupuesto. Por razones que solo las exiguas o discrecionales arcas públicas conocen -hasta ahora el gestor de infraestructuras estatal Adif ha pagado las excavaciones- se desconoce cuándo podrán seguir trabajando los arqueólogos más allá de mayo, fecha final ahora.

Las dos partes de la villa destapadas, rústica o agrícola y privada o doméstica, ocupan nada menos que 7.500 metros cuadrados (150 por 50). Esta construcción se inserta en una finca de 12 hectáreas de extensión total, tantas como las de la coetánea Barcino, según detalla Carme Miró, responsable del plan Barcino. Tanta superficie como la que ocupan nueve manzanas del Eixample. Realmente, una señora pero diezmada  villa.

La existencia de semejante masía y bodega lejos del núcleo de una colonia fundada particularmente con funciones políticas y territoriales por Augusto el año 14 antes de la era actual, sucesor del asesinado Julio César y primer emperador tras ganar la guerra civil, reescribe la historia del periodo. Varios autores así lo creen. Muy pocos son los vestigios romanos descubiertos lejos del espectacular recinto amurallado de 78 torres que cobijaba las domus o residencias de alto nivel estudiadas.

ESPLENDOR / El siglo IV fue una época de esplendor y como en todas, el último ejemplo es la burbuja inmobiliaria, propició un elitista boom gastronómico para pudientes. El poeta bordelés Ausonio, contemporáneo y convertido al nuevo poder emergente del cristianismo, habló de la exquisitez de las ostras de Barcino. Los romanos urbanos apreciaban mucho esos moluscos y en la villa de la Sagrera, también. Este escritor clásico, y otros como los griegos Estrabón y Oribasio, también cita la salsa garum, sabrosa y con pretensiones afrodisiacas, que se elaboraba con los moluscos que no resultaban comerciales, además de con vino, aceite y pimienta.

A tenor de estos siglos de vino y ostras, una conclusión es que los barcinonenses sabían y podían vivir. Pero ¿qué cabría decir de los esclavos?