REFERENTE DE LA LUCHA VECINAL

La redención de Sant Cosme

Manifestación vecinal por las calles de Sant Cosme a finales de los años 70 para reclamar mejoras urbanísticas.

Manifestación vecinal por las calles de Sant Cosme a finales de los años 70 para reclamar mejoras urbanísticas. / periodico

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / EL PRAT

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Las arrugas que ajan con elegancia el rostro de Conchita Castell casi podrían fundirse con los límites geográficos de Sant Cosme, en El Prat. Las venas que vadean sus manos, bien valdrían de renglones en los que escribir con pulso firme la convulsa historia de un vecindario heroico. Son la cara y las manos de Conchita, como podrían ser los de una extensa legión de aguerridos vecinos que han sabido sobreponerse a los reveses de un entorno castigado, para transformar el barrio y cimentar la convivencia sobre una nueva realidad. Patrimonio vivo de un lugar que celebra medio siglo de vida, 50 años de pugna, desventura y estigma que hoy les permite disfritar con indisimulado orgullo de la redención de Sant Cosme. Su Sant Cosme. 

“Veníamos de las barracas y alucinábamos. ¡Qué barriada más bonita, con sus jardines, sus casitas bajas! Pero pasada la euforia, te topabas con la realidad: los niños no tenían escuela ni había médicos, servicios que sí había en los asentamientos”, relata Conchita. Ahí empezaba la lucha en Sant Cosme, la primera reivindicación para contar con prestaciones básicas y mejorar la calidad de unos inmuebles que se agrietaban, se anegaban y que comenzaban a frecuentar las ratas. Comenzaba también el prejuicio, ante el recelo que los recién llegados despertaban entre algunos autóctonos de El Prat por su condición de barraquistas.

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“La asociación de vecinos contrató a unos arquitectos y vieron que reparar los inmuebles sería más caro que hacerlos nuevos. Se acuerda con las autoridades ir derribando y edificando”, detalla Conchita, histórica integrante de la entidad, clave en los logros del barrio. La lucha asociativa consigue que en 1979 comiencen los trámites de la primera de las siete fases con las que se remodeló la totalidad de viviendas del barrio, “un caso único en España”, como recuerda Gal·la Cortadellas, directora municipal del Plan de Actuación de Sant Cosme. El proceso culmina el 2005, al ejecutarse la remodelación de la última etapa del proceso.

Más de 26 años en los que la resistencia vecinal no decayó, ni siquiera cuando en los 80 asomaron heridas de incierta sutura. Lo recuerda Jordi Peruggia, el alma del emblemático bar Casa Ramón. “Fue un momento muy jodido por el exterminio que la heroína causó entre demasiados jóvenes; los chavales se marchaban porque no veían alternativa”, destaca. El barrio se convirtió en un “supermercado de la droga", recuerda Peruggia.

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TRIPLE BARRERA

A sus 43 años, Miguel Ángel Franconetti es testigo y superviviente de aquella plaga. “Tengo muchos colegas y familiares en el cementerio por culpa de la droga”, recuerda. Un daño que se cebó con todo el barrio, pero de manera más ponzoñosa e intangible con el colectivo gitano, como recuerda Franconetti, miembro significado de esta comunidad y educador social. “El peor escenario para las víctimas del estigma era el de ser de Sant Cosme, gitano y, encima vivir en la parte de las 801 viviendas [inmuebles 'okupados' por familias procedentes de toda España]”, relata.

“Quedaba claro que la urbanística no era la única intervención necesaria en el barrio. Fue necesaria la implicación de todas las administraciones para potenciar la inclusión social en un escenario complejo por sus características socioeconómicas, mezcla étnica necesidades pedagógicas sociosanitarias, entre otras”, relata Lluís Tejedor, alcalde de El Prat desde 1981.

Justo de donde muchos huían, justo allí acudía en los 90 Carme Pasalamar, educadora social municipal, que se encuentra con un entorno deplorable. Llegaba a bordo del 65, la línea de bus maldita, aquella que te llevaba “al infierno”, como le advirtieron muchos. Y sí, algo parecido al averno se sufría en el barrio, con un campo de batalla donde el enemigo entraba por vena y reventaba cualquier esperanzas de vida. “La llegada del sida acabó de rematar la situación”, recuerda. 

Pasalamar coordinó sobre el terreno parte de esa remodelación, en una iniciativa innovadora por la implicación vecinal. "Elegían con quién querían vivir; aunque también fue necesario tutorizar mucho en algunos casos, como el encaje de las personas que venían de las 801, un barrio dentro del barrio", recuerda. "Un respiro para el vecindario para el que resultó fundamental la ley de barrios y la apertura del municipio a la playa", destaca. 

NORMALIZACIÓN

Un proceso  de "normalización" fortalecido con la llegada del metro, la apuesta municipal por el desembarco de servicios básicos como juzgados, policía y bomberos, y las facilidades para que la Fundació Catalana de l'Esplai fijara su sede en Sant Cosme, remarca Tejedor. Una receta aderezada "con la decisiva contribución de proyectos de economía social colaborativa que se han instalado en el barrio", añade el dirigente.

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Entidades como GATS (Grupos Asociados de Trabajo Social) y Espigoladors, bajo el amparo del ayuntamiento, que les cede el local y les da cobertura para dar un nuevo empuje al barrio. Eventos como el Festival Esperanzah, “que ponen a Sant Cosme en el mapa”, como destaca Martí Miquel, cofundador del GATS, el organizador del acontecimiento, y “potencia la autoestima y el sentimiento de pertenencia”. 

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Un horizonte más amable, pero que no obvia la presencia de grandes desafíos. Como facilitar "la movilidad del sector de población más envejecido", seguir potenciando la convivencia y "reforzar la confianza de las personas en los proyectos educativos del barrio", ante la preferencia de seguir escolarizando fuera "pese al gran nivel de los proyectos pedagógicos", explica Cortadellas.

Franconetti pide también una lucha decidida contra la precariedad laboral y el absentismo, "pese a que está mejorando". Y reclama a los más jóvenes "que den un paso adelante", que es la hora de dar relevo a los veteranos de la lucha que hicieron posible que hoy todos puedan sentirse tan orgullosos de decir que son de Sant Cosme.