MATERIAL TÓXICO

Sale a la luz el primer enfermo por amianto en el metro de Barcelona

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Juan José Fernández

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Fue en 1997, al subir una escalera, cuando el técnico especialista en vagones Juan Pareja se decidió a ir al médico. El ahogo que sentía en el rellano no era normal para sus 40 años de edad; ni ese jadeo, ni la asfixia con la que, a menudo, se despertaba en plena noche y se sentaba en el borde de la cama intentando recuperar el resuello. Las primeras radiografías no le descubrieron nada, pero, con los años, sucesivas exploraciones le han llevado a la unidad de asbestosis del Hospital Bellvitge. Hoy Juan Pareja es la primera víctima detectada por amianto en el metro de Barcelona.

Y puede que pronto no sea la única. Los males que provoca el amianto tienen una latencia de entre 10 y 25 años. En la actualidad, según confirma Transports Metropolitans de Barcelona (TMB), 89 trabajadores en activo del metro de Barcelona están sometidos a un programa de control, con análisis anuales, porque estuvieron expuestos en diversas etapas, principalmente entre 1993 y el 2003. Además, también se vigila a otros 80 jubilados en sus respectivos centros de salud.

Juan Pareja sufre asbestosis, la enfermedad básica del amianto. Sus pulmones han perdido ya un 20% de su capacidad funcional. "Estoy bien -dice flemático a EL PERIÓDICO en su domicilio de prejubilado en Lleida-. No puedo correr, pero al menos puedo andar". Este especialista en interiorismo de trenes, de 61 años de edad, le ha dado tantas vueltas a sus recuerdos que hoy afirma estar seguro de cuándo se contaminó. Trabajó entre 1993 y el 2000 en contacto con piezas amiantadas del metro barcelonés. Pero fue en 1996 cuando lo percibió: "Pensé que me había contaminado cuando, un día, nos mandaron que las piezas con las que estábamos trabajando las colocáramos en contenedores especiales cerrados con llave. No sé cómo describirlo, pero fue entonces cuando lo supe".

"Cortaba las losas del pavimento del vagón a boca abierta, sin mascarilla"

Juan Pareja

Juan Pareja trabajaba para la firma Rocafort de Lleida, que posteriormente se transformó en Tradinsa. Rocafort había ganado un concurso para sustituir el pavimento de los vagones del metro de Barcelona de las series 1000 y 1100 de CAF y Macosa, cuyo suelo estaba fabricado con una mezcla de PVC y amianto. "Entonces no había demasiada información -explica-. Me encargaron retirar las losetas, y la única forma de quitarlas era usar una palanca y, después, para almacenarlas, cortarlas en tiras con una radial". Toda esa operación se hacía dentro de los vagones. Cuando la sierra circular mordía las losas, el habitáculo se llenaba de polvo, "más o menos como cuando se corta una madera -cuenta-. Pero yo iba ahí a boca abierta, sin mascarilla".

Astillas en el pecho

Esos trabajos los hizo un tiempo en las instalaciones del metro de Barcelona en Can Boixeres, y después en talleres de la contratista en Lleida. Además de él, otros tres operarios se dedicaban a la misma labor. "Los cogían de una ETT", recuerda. Hoy no tiene contacto con ellos, ni sabe cómo están.  

En el 2010, cuando le llegó el diagnóstico tras un TAC realizado en el marco de un plan europeo para la detección de enfermos por el asbesto, la noticia no le dejó helado: "Digamos que, más que sorprenderme, me cuadró el puzle que tenía en la cabeza. Yo ya no sentía dolor, pero antes sí había sentido heridas en el pulmón, algo así como astillitas en el pecho, como si las fibras de amianto se me estuvieran clavando. Luego, cuando ya se ha hecho callo, no siento nada, salvo que respiro menos. Y ojalá se quede ahí".

"No culpo a nadie: entonces había mucho desconocimiento general"

Juan Pareja

Juan Pareja lo dice porque la asbestosis no es la única enfermedad que provoca el amianto. Los que han inhalado sus fibras suelen contraer cáncer de pulmón -a los fumadores les multiplica la probabilidad por 50- o mesotelioma, un cáncer específico, particular del amianto, que se manifiesta en la pleura o el peritoneo. De momento, cuando cualquiera de esas dos membranas queda afectada, la cura es imposible.

"No culpo a nadie; entonces había mucho desconocimiento general", dice Pareja. Pero, en el 2011, acudió a un abogado para estudiar su caso. Teniendo una deficiencia del 20%, el letrado no le dio demasiada importancia. De aquella época guarda un papel firmado por numerosos trabajadores del metro que aseveran que trabajó en contacto con el material, un documento que quizá tenga que usar si su estado va a peor. Pero de momento no quiere pleitos por una indemnización. "Creo que me la merezco de la misma forma que se la merece el resto de afectados por el amianto -reflexiona-. Pero, la verdad, preferiría tener mi salud completa a que me tengan que dar dinero".

"Preferiría tener salud a que me tengan que dar una indemnización"

Juan Pareja

Hoy, desde su experiencia, aconseja a los trabajadores: "Que se protejan. Si yo hubiera tenido conocimiento en los 90, me habría puesto una mascarilla".

Barcelona, pionera

Juan Pareja sigue con atención la crisis que ha estallado en Madrid desde que detectaran a un trabajador víctima del amianto con cáncer de pulmón. "No entiendo que en Madrid aún queden piezas con amianto. En Barcelona se eliminaron en su día", dice, en referencia al asbesto que ha aparecido en los interruptores del sistema eléctrico de 93 vagones madrileños.

El metro de Barcelona confirma que sustituyó los componentes tóxicos de sus trenes de las series 2000, 3000 y 4000 entre los años 2001 y 2003. "Hoy ningún tren en servicio tiene elementos que contengan amianto", asegura un portavoz del metro barcelonés.

Pero aún queda asbesto en planchas de fibrocemento de cubiertas de edificios y dependencias. "Es un material que no desprende fibras si no se manipula, y por tanto no conlleva peligro para trabajadores y usuarios", dicen desde TMB (Transportes Metropolitanos de Barcelona). Sus portavoces añaden que TMB ha contratado la realización de un inventario de elementos con amianto en su red "para planificar su retirada, aunque no existe obligación legal de realizarla".

Pareja procura cuidarse tratándose con Spiriva, el broncodilatador que inhalan también los fumadores con enfermedad pulmonar obstructiva crónica. "El amianto no es algo que el organismo degrade y elimine -resume-. Soy consciente de que tengo algo en el cuerpo que puede degenerar en un cáncer. Toco madera para que se quede ahí".