BARCELONEANDO

Un pedazo de Barcelona en Venecia

Los arquitectos Ricardo Flores y Eva Prats levantan en la ciudad italiana parte de la Sala Beckett

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Natàlia Farré

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Dieciocho metros de largo por seis de alto. Un trozo de la Sala Beckett. Esto es lo que han llevado Ricardo Flores y Eva Prats a la Bienal de Arquitectura de Venecia. La cita por excelencia de la escuadra y el cartabón. A la exposición internacional no va cualquiera. Requiere invitación, la del comisariado de la muestra. Este año, en manos de Yvonne Farrell y Shelley McNamara. Flores & Prats, estudio ubicado en la muy barcelonesa calle de Trafalgar, fueron llamados al convite y llegaron con un pedazo de la ciudad bajo el brazo. Literalmente. La reproducción es a escala real. Y llegaron, también, con la larga historia que se esconde detrás de lo que antes de ser Sala Beckett fue cooperativa obrera Pau i Justícia, y teatro Fantasio. Ahí es nada. Arqueología contemporánea. De piedra y de memoria. Y una rehabilitación casi artesanal del espacio para exhibir.

El lucernario del edificio luce a escala real en la exposición internacional de la Bienal de Arquitectura

La pieza es espectacular. Llama la atención por su tamaño y sus elementos ornamentales: linterna, rosetones de piedra y mosaico hidráulico. También su luz. "La Sala Beckett tiene un lucernario en el centro del edificio que deja entrar luz natural. El lucernario lo hemos reconstruido aquí. Es un fragmento de Barcelona iluminado con la luz de Venecia". Palabra de arquitecto. La reflexión, además, recoge su artesanal y cuidada manera de trabajar. Todo pensado. Todo estudiado. Todo justificado. Cuando entraron por primera vez en el edificio, construido a principios del siglo XX y con 30 años de abandono a sus espaldas, lo tuvieron claro: "En el techo había un agujero por el que se filtraba el sol, un rayo directo al viejo escenario. No lo vimos como una amenaza sino como una señal de optimismo, de un futuro nuevo", afirman. Así que levantaron un lucernario. Y ahí está. En Barcelona y en Venecia.

La instalación, además, explica la historia del local que antes de ser teatro fue cooperativa obrera

El techo del antiguo edificio soltaba luz natural, sí, pero antes el cielo raso soltó rosetones de piedra. Los mismos que decoran la pared del lucernario aquí y allí. Estaban tirados en el suelo y los arquitectos optaron por darles una nueva vida. A los rosetones y a todo los elementos decorativos y arquitectónicos que encontraron: puertas, ventanas, barandillas, suelos… Hicieron un inventario exhaustivo de cada pieza con su dibujo y maqueta. Realizaron más de doscientas, cada elemento con posibilidades de recuperación tuvo su réplica a pequeña escala. Las piezas originales se reubicaron en la rehabilitación del edificio y las maquetas se exponen en el ‘backstage’ de la instalación veneciana que, como no podía ser de otra manera, tiene escenografía de teatro. Es la primera vez que las doscientas salen en grupo del estudio de Trafalgar.

Palimpsesto de piedras

Detrás del escenario luce eso, la arqueología que esconde la recuperación del espacio del Poblenou. Un local con demasiada historia para destruir. Así que Flores y Prats optaron por conservar la memoria del edificio que es la memoria de todos lo que pasaron por ahí. Nada les obligaba a ello. Ninguna ley protegía la construcción, pero ellos decidieron mantenerla con todas sus capas de vida y añadirle una nueva. Palimpsesto de piedras. El antes y el después del edificio se explica en la exposición, de manera que el público, internacional, de la Bienal no solo disfruta con la obra de Flores & Prats sino que aprende sobre la historia de Poblenou.

Descubren la importancia que tuvo el cooperativismo en el barrio. Un dato: entre 1870 y 1939 hubieron hasta una veintena de cooperativas. Pau i Justícia fue de las más longevas y emblemáticas. Nació entre 1895 y 1897 con una de las consignas más esgrimidas por el movimiento obrero por nombre. Se legalizó en 1905, y en 1924 los asociados levantaron con sus propias manos el edificio durante los fines de semana y fiestas de guardar. Cerró en los 80. Y llegó el abandono hasta que la necesidad de un nuevo local para la Sala Beckett y el acierto de Flores & Prats dio una nueva oportunidad al edificio. Todo esto se aprende en Venecia, al tiempo que uno puede leer una copia manuscrita del dramaturgo Samuel Beckett autorizando a José Sanchis Sinisterra, creador de la sala de teatro, a utilizar su nombre.