género musical en apuros

La rumba catalana sobrevive en un invisible circuito de pases para empresas y cruceristas

Rumba Arrels de Gràcia

Rumba Arrels de Gràcia / periodico

NANDO CRUZ

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Conocíamos a los rumberos de Gràcia, a los de la calle de la Cera y a los de Hostafrancs, pero los que arrasan ahora son los rumberos del congreso. No los del barrio del Congreso, sino los que actúan en congresos, convenciones y demás eventos privados organizados para un público extranjero. Cada mes se celebran en Barcelona decenas de pases privados en los que suena la rumba catalana. Los hay en el hotel Arts, el Vela, la Casa Batlló o el MNAC. Barcelona es la capital mundial de la rumba, aunque los habitantes locales ni lo sepamos porque apenas se programa en los escenarios de la ciudad.

Sicus Carbonell, líder de Sabor de Gràcia, se autoproclama el pionero de la rumba de convenciones. Debutó en 1996 y un año después entró en tratos con la empresa de eventos Solfesa. El plan de preparar un show específico de rumba catalana e introducirlo en el mundo de los eventos privados ha resultado ser un filón. "He cerrado el 2016 con 75 conciertos en convenciones, mientras que con Sabor suelo hacer unos 25", calcula. Estrenará 2017 con una decena de fechas cerradas y otra docena apalabradas. Sicus vive de las convenciones. 

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La rumba de congresos es la principal fuente de ingresos de muchísimos  rumberos. "El 99% han hecho convenciones", asegura Sicus. Y lo sabe porque él monopolizó el mercado durante años hasta que se vio forzado a ceder parte del trabajo a otros porque no podía asumir tanta demanda. En el 2004 y el 2005, Carbonell llegó a hacer 125 pases. Cuando llegó la crisis, también lo notó, pero el turismo de cruceros y convenciones han reflotado el negocio y hoy Rafalito Salazar, Muchacho, Jonatan Jiménez, Peret Reyes y Johnny Tarradellas, entre muchos otros, también participan de este lucrativo pero invisible circuito.

CAMAREROS DE LA RUMBA

Rafalito Salazar, fundador del grupo Ai Ai Ai, se estrenó a las órdenes de Sicus en el Poble Espanyol. "Ese día, cuando vi que tenía que tocar el 'Porompopero', me quería morir", confiesa. Pronto cambió de chip y entendió que estos eventos no tienen nada que ver con un concierto. "A esos sitios no voy como artista. Ahí somos camareros de la rumba", suelta. Lo dice porque a menudo ni siquiera hace conciertos enteros, sino pases de 20 minutos cantando de mesa en mesa. 

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Empresas como Solfesa, Camerino o Eventos Barcelona organizan todo tipo de espectáculos y siempre tienen rumba en oferta. "El flamenco es un poco duro para los guiris, pero la rumba catalana siempre funciona", asegura Mauri Gómez, de Eventos Barcelona. Solo su empresa ya programa unos 25 pases de rumba por temporada en sus eventos. En función del presupuesto, que puede ir de los 300 a los 1.200 euros, se monta una banda con dos, cinco u ocho músicos. Eso sí, nunca deben faltar canciones de Gipsy Kings. "En el 80 o 90% de los eventos nos las piden", afirma Jonatan Jiménez. De hecho, el repertorio es casi siempre el mismo: 'Sarandonga', 'Una lágrima', 'La noche del hawaiano', 'Caramelos', 'Borriquito', 'Volare', 'Bamboleo'... Solo los grandes éxitos.

Cuando los rumberos llegan al lugar de la actuación, pueden encontrarse cualquier cosa. Sicus Carbonell ha actuado para John Malkovich en Can Travi. Rafalito Salazar ha actuado en un barco nudista para una tropa de yanquis que ensartaban las piezas de fruta en sus penes. Carbonell aún recuerda cuando en una fiesta de millonarios saudís le pidieron el 'Bamboleo' de Gipsy Kings y se lo agradecieron dándole mil euros. Salazar ha rumbeado a bordo de una Golondrina atiborrado de biodraminas. Carbonell ya ha cerrado para el 2017, y por tercer año, un lotes de ocho pases para los turistas del crucero Disney

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HP, Siemens, Hyundai, Ford, Audi, BMW... Grandes marcas de todos los sectores han tenido rumba para amenizar sus convenciones barcelonesas. Las empresas siempre ofrecen rumberos gitanos, pero cuando se quedan sin, tiran de los payos. Una vez una multinacional tenía a sus invitados repartidos en cinco hoteles y contrató cinco pases rumberos a la misma hora. Aquel día hubo que encontrar rumberos disponibles en Barcelona hasta debajo de las piedras.

COMO HIZO PERET

En cierto modo, los rumberos catalanes están siguiendo el camino que ya abrió muchos años atrás el maestro Peret, cuando iba a la Costa Brava o a Madrid y actuaba para turistas y ricachones. Hoy esos turistas desembarcan en crucero y los ricachones llegan en viajes de negocios. La diferencia, apunta Salazar, es que los bolos de Peret eran en un clima de jarana, mientras que estos son en un entorno laboral. Y puede ocurrir, a él le ocurrió, que en una convención de médicos, una eminencia pida que los rumberos toquen más flojo, que molestan.

Otro aspecto a tener en cuenta lo apunta el payo Txarly Brown, experto e impulsor de la rumba. El público de convenciones no se fideliza y es pan para hoy y hambre para mañana. Por otro lado, acomodarse en esos repertorios de éxitos impide que la rumba evolucione y se regenere. Pero, claro, la rumba de convenciones es un filón. Se paga bien, se paga  en blanco y, encima, dan de alta al músico. Es un filón intermitente porque un mes te saldrán ocho eventos y al siguiente uno, pero se toca en horario europeo y no hay ni que trasnochar.

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Muy probablemente, mientras usted lee este artículo, un grupo de turistas se dispone a cenar en alguno de los hoteles más lujosos de Barcelona. Entre plato y plato, aparecerá uno de esos rumberos que apenas se dejan ver en las salas de conciertos. Los guiris exclamarán olé y saltarán de la silla para bailar. Volverán a su país y contarán a sus compatriotas que la música más típica de Barcelona es la rumba catalana. Y, sin embargo, pocos barceloneses podrán corroborar esa teoría porque, a pesar de que el ayuntamiento homenajeará al formidable ritmo urbano barcelonés con dos esculturas en la calle de la Cera, no saben dónde demonios anda metida la rumba.