BARCELONEANDO

Belleza sin ornamentación

El 24h Open House descubre la obra de Germán Rodríguez Arias, arquitecto racionalista que trabajó para Neruda y alojó a Calder

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Natàlia Farré

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Conseguir entrar en vivienda ajena tiene un punto de curiosidad saciada. Si la casa tiene nombre propio, las ganas crecen. Si por ahí ha residido Alexander Calder, la expectación y la necesidad de ver van en aumento. Y, si encima, su autor se carteó con Pablo Neruda, la cosa ya toma tintes poéticos. Pues eso, entrar en casa ajena siempre tiene un punto de curiosidad por saciar pero que no siempre es fácil. Sí lo es cuando tiene lugar el 48h Open House, el festival de arquitectura que anualmente se celebra en Barcelona. Un fin de semana, el próximo, en que muchos de los edificios singulares de Barcelona abren puertas y ofertan visita guiada.

El protagonista del caso que nos ocupa es uno de ellos. Y el recorrido será de la mano de alguien que hablará con conocimiento de causa: el que da ser arquitecta, descendiente de su autor y, sobre todo, haber habitado en la casa. "¡Las navidades siempre han sido muy divertidas yendo de un piso a otro a comer o recoger regalos! Así como charlas por los patios de escalera". Palabra de Susana Mitjans Rodríguez, sobrina nieta de Germán Rodríguez Arias (1902-1987), uno de los fundadores del GATPAC y uno de los arquitectos que revolucionaron la construcción en la Barcelona de antes de la guerra civil, pero también uno de los más desconocidos: "No perseguía la fama, perseguía ser un buen arquitecto". Mitjans vivió en la casa, y aún se instala en ella cuando está en Barcelona, no en vano la construcción se pensó como un edificio de viviendas familiar. Y el concepto todavía se mantiene. Algo que no pasó en las dos residencias gemelas. Ya que Josep Lluís Sert, el gran pope del GATPAC, y otro de los compañeros de postulados: Sixte Illescas hicieron lo propio. También levantaron viviendas para los suyos. El primero en la calle de Muntaner, el segundo en la de Pàdua.

Rosa, verde y azul

Los principios que siguieron los tres fueron los del racionalismo, los que guiaba a la Bauhaus y Le Corbusier, y en consecuencia al GATPAC. Economía y eficacia, función y belleza. Pero sin ornamentación. Una idea rompedora en clara oposición a la arquitectura clásica de la época, deudora del neoclasicismo y del modernismo. Así, Rodriguez Arias proyectó una fachada simple y plana. Sobriedad marca GATPAC. Sin molduras en las ventanas y sutiles asimetrías, tan leves que no se ven si uno no se fija. Pero si se clava la vista, ahí están los balcones de diferentes medidas o ubicación. Ni una estructura a la vista. Y claramente diferenciada la planta baja de las dos galerías superiores; también de los cinco pisos que forman el cuerpo del edificio. Todo muy propio de la arquitectura racionalista. Y a la vista un revocado pálido. Rosa en el caso de la Casa Rodríguez Arias, que así se llama el edificio; verde, para Sert y azul para Illescas.

Rodríguez Arias levantó el edificio en la Via Augusta 61, por entonces la calle del Carril, por aquello de que por ahí pasaba el antes llamado tren de Sarrià, ahora Ferrocarrils de la Generalitat. Aunque su destino previo era la plaza de Molina. Ahí tenía la familia un solar, pero la urbanización del espacio llevó a su expropiación y el cambio por el actual. La casa tiene fecha de 1931 y es uno de los proyectos iniciales del arquitecto y del racionalismo en el país, como lo fue el cine Astoria, también firmado por Rodríguez Arias. Pero la alegría de la arquitectura moderna duró poco. La guerra acabó con ella. Rodríguez Arias tuvo que exiliarse.

Tetera salvadora

Primero estuvo en un campo de concentración francés. Lo sacaron del infierno dos señoras inglesas que lo vieron a través de la alambrada. Por suerte para el arquitecto, la tetera que siempre llevó con él llamó la atención de las damas. Su destino fue Chile, donde se dedicó al interiorismo y creó una fábrica de mobiliario con diseño mediterráneo. Dejó huella, pues los muebles aún se comercializan. A Neruda lo conoció entonces, en el Café Miraflores, punto de intelectuales, luego llegó la reforma de la casa del poeta. Se cartearon siempre, y Mitjans afirma que las cartas del nobel de Literatura son tan poéticas como sus versos. Rodríguez Arias volvió. Pero el régimen le obligó a escoger entre Baleares o Canarias. Se decantó por Ibiza hasta que regresó a su Barcelona natal ya al final de su vida.

Se instaló en su casa, cómo no, en el ático donde Calder había residido en sus estancias en Barcelona, y donde el artista había dejado dos esculturas móviles como agradecimiento a sus anfitriones. Las piezas lucieron en el piso de Via Augusta hasta 1988. La familia las donó al ayuntamiento a cambio de la restauración de la fachada. Una fachada que, por supuesto, está catalogada y protegida.