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Prohibido romper ni un plato

Pepa Poch interviene el Saló de la Llum del Reial Cercle Artístic, mobiliario y vajilla incluidos

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Natàlia Farré

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Prohibido romper ni un plato. Literalmente. A no ser que uno esté dispuesto a acarrear sobre su conciencia el peso de la destrucción de una obra de arte. Pieza única. Manufacturada y firmada. Tal cual. El peligro se corre en el Reial Cercle Artístic. Pero no en el restaurante abierto a todo el mundo con fantástica terraza con vistas. No. El riesgo está en una sala privada, casi clandestina y recientemente inaugurada: El Saló de la Llum. Un espacio intervenido por entero por la artista Pepa Poch. Y por entero significa eso, por entero. Paredes, suelo, sillones, lámparas, zócalos... baño. Además de vajilla. Un rincón polivalente que lo mismo acoge un concierto que una cena. Lo que sea, pero con arte: en el contenido y en el continente. Lo primero, en un sitio que se dedica a ello, se le supone. El continente es un valor añadido. 

"El concepto es que todo sea arte. Y la idea, que la gente entre directamente en el cuadro», alienta Poch. Inmersión en todos los sentidos. Los cinco. El olfato se estimula con un perfume exclusivo para el salón. El tacto, con las texturas de los elementos que lo decoran. Aunque mejor tocar los sillones, pintados y bordados a mano, que los lienzos. La vista se va por todos lados. Ahí están las dos enormes telas con candelabros. Y ahí están, también, las butacas, las lámparas y las paredes. Un mundo pintado de plata y oro con algún toque de cobre y negro lava. Y nácar. Todo lo necesario para convertir el salón en una explosión de luz cuando entra el sol. Que lo hace. Pues la sala es noble. Da a la fachada principal y fue, en su día, despacho del director. 

Porcelana y oro

El goce del oído responde a los conciertos programados. Y el gusto, a las cenas. Cenas en las que lo que se come es tan importante como dónde se come. Y ahí entra la vajilla. Un conjunto de 150 piezas todas diferentes y todas únicas. Soperas, teteras, tazas, platos, griales (que no copas)... de porcelana policromada y decorada con oro de verdad. Blanco, rosa y cobalto. 'Absolutly loving' se llama. Aunque tanto placer creativo no está al alcance de todo el mundo. Pues la sala, además de Saló de la Llum, es sala 'premium'. Con permiso de los atlantes que dan nombre a al salón noble de la institución.  

La idea surgió hace años cuando la artista y el ahora director del Cercle, Josep Fèlix Bentz, entonces comisario de arte, coincidieron trabajando en Miami. Querían hacer un edificio con el concepto de arte total. Proyecto que no acabó cuajando. En el 2016, Poch celebró una cena para coleccionistas en una galería de Nueva York siguiendo ese criterio. Y Bentz, presente en el acto, le lanzó el guante para recuperar la idea primigenia de Miami y trasladarla al Cercle. Se daban las circunstancias. Quedaba poco para que la entidad recuperara todo el espacio del palacio Pignatelli con la marcha de los realquilados de la planta baja. Y estaba en plena restauración y modernizacion. En todo este trasiego también se ha rescatado la capilla gótica, 'Capella gòtica daurada' la ha bautizado Poch después de intervenirla.  Y es que la artista le pone oro, plata y cobre a todo. "Es tendencia. Dentro de poco veremos casas pintadas con estos colores", asegura.

Es tendencia

Sabe de lo que habla, pues fue miembro de la del Internacional Colour Authority, el organismo más influyente en lo que a colores se refiere. Pero es que además, huele las tendencias: "Es algo innato". Así que consejo para estar a la última: Nada de tirar la vajilla Rosenthal que la abuela sacaba por Navidad. Vuelve. "No hace falta tener un conjunto entero, pero sí unas cuantas piezas exclusivas de autor". Queda dicho.