RADIOGRAFÍA

Así es el nuevo Sant Antoni: el mercado más moderno de Barcelona

Carlos Márquez Daniel

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Del 10 de octubre del 2009 al 23 de mayo del 2018. Han tenido que pasar casi nueve años para que el mercado de Sant Antoni vuelva a abrir sus puertas, espléndido, recuperando el aspecto original, el que el arquitecto Antoni Rovira i Trias dibujó e inauguró en 1882 para que se vendiera básicamente bacalao, gallinas y derivados del pollo. Hoy la lonja, como sucedía en el siglo XIX, sigue siendo el centro neurálgico del barrio, y también una entrada de lujo a la Ciutat Vella en la que empezó todo, pero ahora en una Barcelona que nada tiene que ver con aquella humilde villa mediterránea. Cosmopolita y globalizada, la capital catalana asume el reto de conseguir que este edificio mantenga el uso para el que fue parido: adquirir producto fresco, pero también ropa, complementos, botones, hilos, y los domingos, libros, montones de libros, y postales, discos, películas y documentos añejos. Tres mercados en uno que vuelven sin haberse ido nunca.

El gráfico que acompaña estas líneas habla por sí solo de un edificio imponente. En lo que se ve y en lo que se pasa por alto, con un aparcamiento para casi 400 vehículos que también podrán usar los comerciantes del barrio para descargar, con un equipamiento para uso vecinal y un gimnasio que se estrenarán en otoño y, sobre todo, con restos arqueológicos (del siglo XVII y de la Barcelona romana) que permiten, como dice el arquitecto Pere Joan Ravetllat, autor junto con Carme Ribas de la reforma, "repasar y conocer la historia de la ciudad". Tendrán su propio espacio museístico que también deberá esperar para poder abrir las puertas. 

Supermanzana

El nuevo mercado, el más moderno de la capital catalana, se ha sacado de encima la pérgola que el ayuntamiento instaló en 1929 para albergar los encantes que en las décadas anteriores habían ido ocupando el espacio exterior asido al forjado. De este modo, se han podido crear cuatro nuevas plazas triangulares que se unen a la supermanzana que empezará a sacar la patita tímidamente en el tramo Tamarit-Comte Borrell. 

Los tenderos empezaron a trasladar el material el pasado sábado para tenerlo todo listo el miércoles a primera hora, cuando está previsto que arranque la nueva etapa del mercado. En los pasillos centrales se instalará el producto fresco (medio centenar de paradas), mientras que en los laterales irán los encantes (unos 100 tenderos). En el exterior, aunque permitiendo el paso interior por los extremos del edificio para generar un paseo circular, se han instalado unas pérgolas con el techo retráctil en las que se colocará el <strong>mercado dominical del libro</strong>

La planta -1, donde está el supermercado y el resto de equipamientos al margen del mercado, gana también un nuevo espacio urbano que será zona de paso entre Urgell y la calle de Manso. Es ahí donde está el foso entre murallas, es ahí donde se encontraba el baluarte que daba acceso a la primera Barcelona. Complicado desafío el de fusionar piedras con cemento y escaleras mecánicas. Se ha solventado con un diseño muy sobrio, con un techo de 120 centímetros de hormigón que permite fijar la mirada en lo realmente importante.

La reforma del mercado de Sant Antoni empezó a plantearse en el 2005. Tuvieron que pasar cuatro años y muchos trámites para que las obras dieran comienzo. Era una Barcelona con un turismo ya importante pero todavía por explotar. Por eso uno de los principales retos es evitar que se reproduzca el modelo Boqueria, con legiones de turistas por los corredores. Al margen del plan de usos que regulará la actividad comercial y de restauración del barrio, en el interior de la lonja solo habrá seis puestos de degustación y tres bares. La ciudad ha cambiado mucho. Y el mercado, también.