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Robert Neville estuvo en la Modelo

El fotógrafo Josep Maria de Llobet exploró durante 15 días y en solitario la cárcel, y allí descubrió que la prisión está fuera

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Carles Cols

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Ha vuelto el Robert Neville de la fotografía, Josep Maria de Llobet. Les cuento el porqué del sobrenombre. Neville era el personaje central de Soy leyenda, la novela apocalíptica de Richard Matheson tres veces llevada al cine y protagonizada, sucesivamente, por Vincent PriceCharlton Heston y Will Smith, los tres en el papel de último hombre vivo sobre la Tierra. De Llobet sería el cuarto, pero en lugar de fusil, con cámara. En el verano del 2009 pudo (¡qué envidia!) transitar porlas tripas del Hospital de Sant Pau una vez clausurado. En un trabajo anterior recorrió las turísticas calles de Lloret, en lo más frío del invierno, desiertas. Capítulo aparte es la mirada que hace un año presentó sobre la crisis bancaria española. Su última expedición fue el pasado julio. Cerrada ya la Modelo, pudo transitar durante 15 días por el interior de aquella cárcel. De noche iba a dormir a casa, sí, pero de día, como una suerte de régimen abierto, ahí estaba, ininterrumpidamente por pasillos y galerías, y casi siempre solo: “Me dieron un walkie talkie por si me perdía o encontraba alguna puerta cerrada”. Y ahora, digan, ¿es o no es el Robert Neville de la fotografía?

El panóptico de la Modelo fue idea de un hombre que quiso que su esqueleto se exhibiera vestido y con sombrero. Mal comienzo

Aquel safari por la prisión más célebre de la ciudad (aunque no la más infame) tenía como propósito documentar cómo era aquel lugar tras su último suspiro. Fotografía post-mortem. Una selección exquisita, entresacada de los cientos de instantáneas que allí tomó, se empezó a instalar ayer en los muros exteriores de la Modelo. Expuestas al público a partir del domingo, merecen una visita y una explicación.

El tema carcelario siempre tiene su qué. Ahí está, por ejemplo, la perturbadora y también fotográfica obra que en su día Henry Hargreaves dedicó a la última cena de condenados a muerte en Estados Unidos. No retrataba a los ajusticiados, sino literalmente lo que fue su último menú, su última alegría. Por ejemplo. John Wayne Gacy, el payaso asesino, con 33 víctimas a sus espaldas, que se zampó un cuenco completo de pollo del KFC, 12 gambas, patatas fritas y una libra de fresones. Todo lo contrario que Victor Feguer, homicida también, que en un ataque de poesía pidió solo una aceituna como última voluntad. Guardó el hueso en un bolsillo para que de su sepultura brotara algún día un olivo. No consta que así sucediera, pero lo insólito de este caso, el relato más allá de la imagen, sirve para volver a las fotografías de De Llobet, porque no son solo una propuesta estética. Este Neville siempre va más allá del clic.

Tras 15 días de régimen abierto y tras tirar del hilo de la historia de aquella penitenciaría, el fotógrafo llegó a algunas interesantes conclusiones. La Modelo, arquitectónicamente, es famosa por su estructura panóptica, el gran invento de Jeremy Bentham, padre del utilitarismo y tipo rarito, sin duda, pues quiso que su esqueleto, vestido y con sombrero, presidiera eternamente una de las salas nobles del University College de Londres. Ahí sigue. El caso es que Bentham ideó esa estructura en forma de estrella de mar que permitía que con solo un vigilante colocado en una garita central pudiera vigilarse a cientos de reclusos, que se sabían observados. “En las cárceles no solo se pierde la libertad, también la intimimidad”, explica De Llobet. Ni siquiera llorar se puede hacer a solas.

Hay un nexo común en esa decena de fotos. En la cárcel se pierde la libertad y, también, la intimidad 

Las fotos que desde este próximo domingo serán bien visibles en el perímetro exterior de la Modelo tienen como hilo argumental común esa falta de intimidad, en el comedor, en las celdas, en las duchas… Dan yuyu. Pero el propósito de De Llobet es ir aún un paso más allá y, ya puestos, propone a los visitantes una inmersión en el filósofo coreano Byung-Chul Han, que dicho así, filósofo y coreano, a lo mejor quita las ganas, pero Han, a estas alturas de su trayectoria intelectual, más berlinés ya que las currywurst, es una de las cabezas más lúcidas de la actualidad, la piedra en el zapato del neoliberalismo, un pensador que, además, ha diseccionado como pocos lo que él llama la sociedad de la transparencia, en la que casi todo se expone pública e impúdicamente a través de las redes sociales, como en una suerte de panóptico digital, una cárcel invisible, vamos.

De eso van, en último término, esa decena de fotografías que ha seleccionado De Llobet, de reivindicar ese infravalorado tesoro que fuera de las cárceles es la intimidad. Vayan y vean.