La transformación del litoral barcelonés

El Port Vell que viene

El 'Eclipse', de Roman Abramovich, de 162 metros, en el varadero del Port Vell.

El 'Eclipse', de Roman Abramovich, de 162 metros, en el varadero del Port Vell.

PATRICIA CASTÁN / XABIER BARRENA
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con 20 años de vida, la marina del Port Vell, ese enjambre de embarcaciones recreativas amarradas casi en pleno centro de Barcelona, se ha hecho vieja. Eso argumentan en Salamanca Investment -grupo inversor británico y nuevo propietario de Marina Port Vell, la concesionaria del espacio- para defender a capa y espada un millonario proyecto de renovación total de la zona que supondría pasar de las más de 400 plazas de amarre actuales a unas 150. Es decir, atraer a superyates (de más de 30 metros de eslora, llegando a los 180 metros) y ofrecer servicios acorde al tamaño y lujo que estos demandan. El plan ha abierto un debate, con posiciones enfrentadas, sobre el modelo de marina y, sobre todo, de Port Vell que debe tener Barcelona.

A favor cuenta con las voces de más peso: la Autoridad Portuaria de Barcelona (APB) es consciente de que las actuales instalaciones están caducas y defienden «todo lo que sea inversión para mejorarlas, enriquecerlas y generar actividad económica», señalan; el alcalde Xavier Trias también la ha bendecido en cuanto generaría riqueza, aunque en el ayuntamiento se muestran cautos, a la espera de ver cómo evoluciona el proyecto que ahora está en exposición pública y cuya fase de alegaciones acaba el martes. Las discrepancias llegan desde un sector vecinal y casi todos los grupos de la oposición que temen que se genere un reducto de élite de espaldas a la ciudad.

La divergencia es comprensible. Será un cambio radical. ¿A mejor o o no? Los promotores del proyecto aseguran que «beneficiará a la ciudad» e insisten de que una parte de las actuales instalaciones están en muy mal estado. Para mejorarlas, proponen dar más peso a las nuevas embarcaciones de lujo, de medidas inexistentes cuando nació esta marina postolímpica de la ciudad. «Barcelona tiene mucha demanda de yates grandes y una reforma se ha de enfocar en este sentido», apuntan desde la APB, en cuyo recinto portuario se ubica. No obstante, al tratarse de un ámbito de ciudad dentro del puerto, el ayuntamiento se tendrá que pronunciar, ya que la intervención precisa de una modificación del plan especial de la zona. En el puerto agregan que el plan es deñ todo compatible con la inminente rehabilitación del área pesquera.

CAMBIOS / El proyecto ahora expuesto supone modificar los pantalanes para que haya espacio para 40 yates de gran eslora (dos de más de 100 metros, 22 de 60 a 80, dos de 50 a 60 y 12 de 24 a 50), a la par que ganar al mar superficie de muelle, llegando al de Pescadors desde el Maremàgnum. Además, la inversión final, de unos 38 millones, incluye levantar edificaciones de hasta 1.000 metros cuadrados, que incluyen una Casa Club (con gimnasio, bar, spa...), un restaurante de categoría ante el Palau de Mar (abierto al público local), una plataforma de recepción y servicios... todo un dispositivo que permita a Barcelona competir con puertos de grandes yates del Mediterráneo, ya que en la actualidad su presencia, más marcada en invierno, está ligada a trabajos de mantenimiento en el astillero de Marina Barcelona 92. En este sentido, el usuario de los servicios, más que los propietarios de los buques (que hacen estancias muy cortas de recreo en la ciudad) es la tripulación. Personal que tiene sueldos elevados (no menos de 2.500 euros en las categorías inferiores) y que hacen su vida en la ciudad durante los meses en que los barcos están en reparación. Hay que tener en cuenta que en un buque mediano lleva unos 25 tripulantes, mientras que en uno muy grande (de unos 160 metros) pueden ser hasta 70.

Desde Marina Port Vell defienden que el impacto visual de las edificaciones será mínimo y acorde con los barcos, y que la verja que ahora ya evita el acceso ciudadano (tras la que también hay casetas provisionales) se convertirá en cristalera, que se cubrirá si llega algún millonario en busca de intimidad). El temor de los contrarios a un amurallamiento (por la privacidad y los buques de 20 metros de altura) de este idílico rincón marinero, contrasta con opiniones de negocios de servicios del entorno que se quejan porque muchas pequeños barcos se han convertido en viviendas permanentes. Estos últimos creen que otras marinas (del Port Fòrum, Badalona, Vilanova...) pueden ser válidas para los que ya no quepan en Barcelona.