Póngame tres Copitos

Copito de Nieve, en el 2002.

Copito de Nieve, en el 2002. / periodico

CARLES COLS / Barcelona

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Lo primero que hizo Jordi Sabater Pi después de pagar 15.000 pesetas a Benito Manié por la cría de gorila blanco que ese cazador guineano acaba de capturar en confusas circunstancias fue llamar al Ayuntamiento de Barcelona. Era otoño de 1966. "Me dijeron que, ya que traía un gorila blanco, procurara recoger dos o tres más del mismo color, para formar así un grupo y exhibirlo en el zoo". Así lo contaba Sabater Pi hace hoy exactamente 10 años, el mismo día en que murió Copito, el gorila albino que terminó por eclipsar incluso la trayectoria de extraordinario primatólogo de su propio descubridor.

El 24 de noviembre del 2003 murió el animal. El icono murió más tarde, en una fecha imprecisa. La postal de Copito apenas se vende en la Rambla. No es el peluche con el que se duermen los niños de la ciudad. Pero Nfumu Ngui (su primer nombre, gorila blanco, en la lengua fang) no ha muerto. No pretende ser esta una afirmación cursi sobre el alma y otras mandangas intangibles. La cosa es que, gracias a Copito, Barcelona ya no es aquella ciudad paleta en la que en 1966 alguien creía que los gorilas blancos crecían como yucas a las orillas del río Muni, sino que es, concretamente su zoológico, un referente internacional en la cría en cautividad del más imponente de los grandes simios.

Tal y como suena, en Europa no se aparean dos de los 450 gorilas que viven en cautividad sin que Barcelona bendiga el revolcón, pues, gracias al insano empeño que durante los años 80 se puso en lograr la gestación de un segundo ejemplar blanco, terminó por conseguirse algo mucho mejor: primero desdeñar esa pretensión por éticamente antinatural y, segundo, reunir un gran saber sobre la cría de esta especie.

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