Poca memoria para mucha filantropía
Rafael Patxot fue un mecenas con una obra comparable a la de Francesc Cambó
Natàlia Farré
Periodista
NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA
Era rico, filántropo y sobre todo era discreto. Tan poco dado a figurar que siendo un mecenas privado con una trayectoria comparable o superior a la de Francesc Cambó, a diferencia del político, que goza de avenida y estatua en las calles de Barcelona, amén de galería propia en el MNAC, Rafael Patxot (1872-1964) es invisible en la ciudad. Ni calle ni busto. Las únicas piedras que lo recuerdan son las que forman el mirador que él mismo construyó en una de sus fincas de Pedralbes y que aún persevera en lo que ahora son los jardines del colegio Betània Patmos. Y las que utilizó para erigir una casa para su hija en la calle del Bisbe Català. Una finca que lleva por nombre Casal Monsterrat y por firma, la de Lluís Bonet i Garí discípulo de Gaudí y Puig i Cadafalch.
Tampoco tiene un hueco en el imaginario colectivo del país que, con más o menos cariño, sí recuerda al líder de la Lliga Regionalista. Pero es que al mecenas desconocido, y ahora en vías de recuperación, ni le iba la política (rechazó la presidencia del Orfeó y del Centre Excursionista y enfermó cuando su nombre sonó como sucesor de Prat de la Riba) ni se dedicó a coleccionar arte (uno de los pocos campos culturales que no financió). De ahí, parte de su ostracismo. Así que para remediar dicho olvido, en el 2014, se puso en marcha el Any Patxot que, con algunos meses de prórroga, tuvo su broche final el sábado con un concierto coral en el Auditori.
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Sonaron piezas conocidas, como 'La Balanguera' y 'El rossinyol', y otras menos oídas. Pero todas recogidas en la magna (21 volúmenes) 'Obra del Cançoner Popular de Catalunya'. Su iniciativa, junto con el 'Estudi de la Masia Catalana' y el 'Atles internacional dels núvols i dels estats del cel', más conocida e ingente. Pero hubo más: hubo toda una vida dedicada a la filantropía. "No ha habido ningún mecenazgo tan vasto, tan profundo, tan intencionado y tan inteligente como el que le ofreció a la cultura catalana Rafael Patxot i Jubert", aseguraba en 1963 el escritor Josep Iglésies. Y es que a ello dedicó su existencia: "Puse a disposición de nuestros intelectuales todos los medios materiales necesarios", afirmaba el filántropo en sus memorias.
De manera que Patxot sufragó desde becas universitarias para mujeres (la reconocida botánica Creu Casas fue una de las muchas beneficiadas) hasta la supervivencia del Institut d’Estudis Catalans durante la dictadura de Primo de Rivera. Sin olvidar los numerosos concursos y premios que instauró o su papel en la creación del Servei Metereològic de Catalunya. Además de donaciones a todo tipo de instituciones culturales (léase Biblioteca de Catalunya, Ateneu Barcelonès, Reial Acadèmia de les Bones LLetres, Monestir de Montserrat...). Tarea hercúlea que algunos han comparado con la de un ministerio.
De todo ello da cuenta, hasta mayo, la muestra que le dedica el Palau Robert, y de forma permanente la exposición que acoge Masia Mariona, ahora sede del Parc Natural del Montseny y antaño residencia estival de Patxot. Fue allí donde le pilló el 18 de julio del 36. Y de allí se exilió. O mejor, lo exiliaron. El mecenas era blanco de ambos bandos de la contienda. Para unos era un rico burgués clerical y para otros un catalanista de pro anitclerical. Mal asunto. De manera que el Govern de la Generalitat, a través de Ventura Gassol, lo protegió simulando su arrestó y lo embarcó en un torpedero de la armada francesa camino de Portvendres. Su destino final fue Ginebra.
DESPRECIO AL FRANQUISMO
Pero lo de la filantropía formaba parte del ADN Patxot, así que el destierro no supuso el fin de su mecenazgo. Desde Suiza ayudó a los exiliados en México y Argentina y patrocinó investigaciones de catalanes expatriados, como el 'Onomasticon Cataloniae' de Joan Coromines o las composiciones musicales de Robert Gerard. Pero el destierro sí supuso su adiós definitivo a Catalunya. Nunca volvió. Aunque oportunidades no le faltaron. El régimen franquista le ofreció el retorno y el resarcimiento de su patrimonio a cambio de someterse a un proceso de depuración: "Vuestro general Franco no tiene jerarquía alguna, ni autoridad, ni fuerza sobre mi conciencia, ni su España Imperial eterna tiene suficientes pesetas para comprar una sola de mis canas". Fue su categórica respuesta.
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