Poblenou 2

El Poblenou reclama mejorar la limpieza y el transporte público

EL PERIÓDICO sigue esta semana con el Poblenou la serie de un total de 16 entregas sobre otros tantos barrios de Barcelona y el área metropolitana

CRISTINA SAVALL // MARINA MUÑOZ
BARCELONA

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La falta de limpieza de las calles, los malos olores producidos por las cloacas, sobre todo cuando hace días que no llueve, los altercados que se producen algunas noches cerca de la sala de conciertos Razzmatazz y las carencias de los transportes públicos son las cuestiones que más preocupan a los vecinos del Poblenou.

La mayoría de habitantes del barrio valora la calidad de vida que ofrece la zona y el crecimiento de la actividad económica generada por la remodelación urbanística de 22@, pero hay temas que todavía provocan controversia, especialmente los relativos a la suciedad de plazas y calles y al comportamiento incívico que se produce pasada la medianoche en los alrededores de Razzmatazz, discoteca con más de 3.700 metros cuadrados divididos en cinco espacios especializados en música electrónica, indie y rock alternativo. El ruido y los incidentes ocasionan más molestias a los vecinos cercanos a la entrada de Almogàvers.

Rosa Maria Ortells asegura que el problema se agrava los fines de semana. «Entiendo que la juventud tiene que divertirse, pero que no griten como locos ni llamen a los timbres a las tantas de la madrugada, ni vomiten en los portales, ni rompan los cristales y los retrovisores de los coches», enumera esta jubilada. En consecuencia, muchos vecinos no se atreven a dejar los coches en la calles, por lo que se ven obligados a pagar una plaza de párking.

Cristina Resich es una farmacéutica que vive en un piso de protección oficial cercano a la sala. «Los que madrugamos nos encontramos a parejas haciendo el amor ahí delante. Es la ciudad sin ley», critica. «Llamamos a la policía, les explicamos lo que pasa, pero no vienen», lalamenta, Joan Vinyens, de 70 años.

El hedor y la suciedad de algunas calles cercanas a la rambla de Poblenou provoca molestias, especialmente los restos de botellones, los orines, los excrementos de perros y la falta de ventilación del alcantarillado. «Si alguien se le cae un helado ahí se queda», cuenta Lucía Arcas, una administrativa en paro, a quien le intranquiliza especialmente la mendicidad que alberga la placeta de Sant Bernat Calbó. «Está muy sucia, llena de vidrios y hace peste».

Joan Barceló, jubilado, conoce bien el barrio ya que durante años regentó un bar en el mercado. «Me molesta la dejadez y el incivismo. Las calles están sucias y hay cruces donde el olor es muy desagradable.»

POCOS AUTOBUSES // El barrio ha crecido, pero los transportes aún no están a la altura de las necesidades. «Si te desplazas hacia la plaza de Les Glòries llegas antes andando que en autobús. Hay pocos y tardan demasiado», asegura Maria Rosa López, jubilada. Otro tema pendiente es adaptar a los discapacitados el acceso a la parada del metro de Poblenou. «Solo hay escaleras. Si bajas con un carrito lo pasas fatal. Y si alguien va en silla de ruedas que se olvide», protesta la psicóloga Silvana Capitani.

El reparto de plazas de escuelas de primaria está «mal planificado», en opinión de Josep Antoni Cuenca, maestro de primaria. «El padrón ha crecido, por ello ha aumentado la petición de plazas. Hay escuelas pero están mal distribuidas», agrega.

El problema principal radica, según Cuenca, en que hay guetos. «Hay colegios de primera, como La Llacuna y Pere IV, que acaparan las peticiones de plazas y otros que no llegan al cupo. Tendrían que equilibrar los recursos de cada centro».

La solución que aporta el consorcio es lo que en educación llaman bolets. Es el caso de La Llacuna, a la que ahora imponen una tercera línea que no estaba prevista. «El gran problema es el espacio. Este colegio está pensado para acoger dos clases por curso, si se añade una tercera nada funcionará», cree este profesor, consciente de que el suelo es caro y en consecuencia las escuelas se construyen con las medidas justas.