EN EL POBLE SEC

Educar con amor (y sin prisas)

El Petit Molinet es uno de los muchos espacios comunitarios en los que se 'acompaña' en la educación libre a pequeños barceloneses de hasta seis años

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Helena López

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Aquí el estresante ritmo de la ciudad queda fuera. Casi como si no existiera. En los bajos del 12 de la calle de la Concòrdia, en el Poble Sec, mandan -en el buen sentido de la palabra- los niños; y los niños no entienden de prisas. Seguramente por eso, la llegada al Petit Molinet es escalonada. Frente a las puertas de este colegio -que en realidad no es tal, sino una asociación de familias para la crianza comunitaria-, no se viven las típicas imágenes mañaneras del pelotón de padres y niños a las nueve menos diez invadiendo la acera. Aquí los niños, las familias, llegan todas a partir de las nueve, ninguna antes, y de forma pausada. Una a las nueve y diez, otra a y cuarto, otra a y veinticinco... Sin hacer ruido, cada cual con su propia llave, como si entraran en casa.

El ritual de los buenos días no lo hacen hasta que están todos, o prácticamente todos, este jueves de noviembre, a las diez menos cuarto de la mañana. Aquí no suena el hegemónico 'Bon dia' de Dàmaris Gelabert. Cantan a capela, de forma suave, y dan los buenos días primero al sol, a la luna, a las flores, a los árboles, a los pájaros, "a mí y a todos". Tras la apertura de la jornada, las acompañantes -"nuestra propuesta es acompañar a las familias en la crianza desde el amor y el respeto; reconociendo a los padres como los primeros educadores de sus hijos"- se dividen los espacios. Una en la sala -donde colocan las colchonetas de colores y la hamaca, para hacer ejercicios de psicomotricidad-, otra en la cocina -una cocina de verdad, otra vez como en casa-, otra en la biblioteca y otra en el patio -un precioso y amplio patio, otra vez como el de casa (o como a cualquiera le gustaría tener en casa, para ser más realista).  

Lugar plurilingüe

Los niños, de hasta seis años (hasta la etapa de educación obligatoria, aunque la mayoría de niños tienen hasta tres, hasta la etapa en la que se oferta educación universal), eligen en cada momento en qué espacio quieren moverse, entre los diferentes ambientes, en los que se les ofrecen zonas de relax, de juego simbólico y actividades plásticas. Mientras un pequeño grupo escucha un cuento en la cocina, donde han decidido sentarse alrededor de la referente, otro juega con los instrumentos musicales. 

Algo que llama la atención, tanto entre los niños como entre las educadoras, es como hablan de forma indiferente en varios idiomas. Catalán, castellano e inglés se escuchan prácticamente por igual entre los distintos ambientes. Van también todos descalzos, adultos y niños. Los zapatos se quedan fuera, como los agobios.

Cuestión de mirada

La lógica de poner al niño en el centro hace que aquí, las normas, las tengan los mayores, "quienes ocupamos mucho más que los niños -espacio físico-, con lo que, para no invadirles el espacio, es mejor que estemos sentados", cuenta Núria, una de las acompañantes. Es también una cuestión de mirada. "Sentados les podemos mirar de tú a tú, no, forzosamente por encima del hombro, como obliga la diferencia de altura", prosigue. Hablan flojito, para no imponer su tono de voz sobre el de los niños. 

"Compartimos un espacio y un tiempo lúdico, de reflexión y crecimiento, en un ambiente familiar, donde profundizar en las necesidades específicas de cada momento evolutivo de los niños y del proceso de la crianzas. Todo desde una mirada que integra varios modelos de pedagogía alternativa", explican las educadoras de este proyecto, uno de los ocho que forman la red de grupos de crianza del Poble Sec. En su caso, el espacio fue un proyecto creado por un grupo de profesionales y presentado a las familias.