una vecina de ciutat vella...

Montse Armengou, periodista: "En Santa Caterina reconecto con algo íntimo"

La autora de 'Els internats de la por' (Ara Llibres), especialista en documentales de investigación histórica y Premi Nacional de Periodisme, tiene sus raíces en Ciutat Vella. Montse Armengou creció junto al mercado de Santa Caterina

La especialista en documentales de TV-3 recuerda su infancia junto al mercado de Ciutat Vella

Junto a Santa Caterina 8Montse Amerngou posa en la terraza del piso de su madre, en la calle de Freixures.

Junto a Santa Caterina 8Montse Amerngou posa en la terraza del piso de su madre, en la calle de Freixures.

CARME ESCALES / BARCELONA

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Si pudiéramos observar, a través de una imaginaria mirilla, la infancia y adolescencia de la periodista de TV-3 Montse Armengou (Barcelona, 1963) -como hace ella en el trabajo de investigación de sus reputados documentales sobre memoria histórica-, la encontraríamos en el barrio de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera, en Ciutat Vella.

Entre libros y libretas, la veríamos sentada en el escritorio de la habitación que compartía con su hermana pequeña; en la mesa del comedor familiar, con vistas al mercado a través de un balcón lleno de geranios; en la azotea, leyendo en una silla bajo el cielo barcelonés; o agarrando un cuenco de porcelana que vaciaba con delirio de menudencias de jabalí antes de ser prensadas por sus padres como embutido. "Llegaba hambrienta del colegio y entraba en el obrador en busca de jamón o lo que fuera", recuerda la periodista.

NIETA E HIJA DE CARNICEROS

Su abuelo paterno, Pere Armengou, llegó a Barcelona desde Castellar de n'Hug. No fue, de entre sus 13 hermanos, el heredero, "y se tuvo que buscar la vida", comenta la nieta. Acabada la guerra, aquí aprendió el oficio de cansalader. Alquiló con su esposa un piso en la plaza de la Llana, a dos calles del mercado de Santa Caterina, donde tenían el puesto que heredarían los padres de la periodista y en la que ella misma, echando una mano en fines de semana y festivos, aprendió a cortar jamón -a mano y a máquina-, chuletas, bistecs...

"Mis padres nunca cuestionaron la elección de nuestros estudios -su hermana es veterinaria-, pero mi padre siempre nos decía: si os falla lo que queréis hacer, siempre tendréis un oficio", relata Armengou. "Yo odiaba bajar a despachar... Pero hoy no sé viajar sin entrar en un mercado allí donde voy", confiesa.

Esas palabras se dan la mano con las emociones que la invaden cada vez que regresa al barrio, en el que todavía vive su madre, que le suele decir: "Aún te veo allí, estudiando en tu habitación".

Hoy, en un estante sobre el escritorio donde estudiaba está su último libro, Els internats de la por (Ara Llibres)Els internats de la por , las voces testimoniales de los abusos de todo tipo que sufrieron, hasta bien entrada la democracia, menores internos en colegios religiosos, orfanatos y otros centros del llamado Auxilio Social.

FOCO EN LAS INJUSTICIAS

El duro relato hace aflorar en la memoria de la periodista un recuerdo anclado en Ciutat Vella. "En el colegio de las Dominicas de la Presentación (Bellafila, 4), aunque nunca tuve maltrato físico, se me cayó el mundo encima al descubrir -salvo algunas excepciones- lo malas que eran las monjas. Su rigidez obligaba a cosas como quitarme una goma del pelo que mi madre me había regalado", recuerda. "Lo que vi allí lo he recordado mucho haciendo mi investigación. Si yo solo tuve una milésima experiencia de la injusticia con menores y guardo tan mal recuerdo, imagino lo que debió de ser para niños sin familia todo lo que vivieron en los internados".

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La Jefatura Superior de Policía de la vía Laietana también la conecta con la injusticia. "Un día enseñaba el barrio a un amigo argentino y, al pasar por la comisaría, le hablé de las torturas hechas allí. Me preguntó por qué no hay una placa que lo diga", dice la periodista de programas como 30 minuts y 30 minuts Sense Ficció, de TV-3.

Su fibra humana no puede pasar por alto esos capítulos de la historia, en su retrato del barrio que lleva en el corazón. "Olores y colores ya no son los mismos, pero yo vuelvo a Santa Caterina y reconecto con algo íntimo", dice.

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