BARCELONEANDO

La luz de Forcano

Eugeni Forcano, fotógrafo de pobres santificados, perseguidor de la luz, falleció a los 92 años la víspera de Sant Jordi

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Javier Pérez Andújar

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Me he comprado muchos discos solo por la foto de su portada. Algo parecido me ha pasado con los libros. En los discos, las pintas de los músicos son a menudo la garantía de que ahí dentro va a pasar algo gordo. En las novelas también me dejo influir por lo que se ve en la cubierta. En la foto de 'Soldados de Salamina'de Cercas, estaban condensados todo el libro y muchas biografías reales y soñadas. Y en la portada de los cuentos completos de Poe, en Alianza, con aquella calavera borrosa y la roja gota de sangre, transpiraba todo lo que uno quería sentir al leer. De este modo quiero empezar a hablar del fotógrafo Eugeni Forcano, fallecido a los 92 años la víspera de Sant Jordi, yendo ya para el siglo. Un siglo es lo mínimo que necesita una persona para empezar a entender algo. El siglo es la unidad métrica de la historia como el kilo es la de báscula de baño; el metro, la de los albañiles, y la hora es la de los días.

Hacia los años 60, Eugeni Forcano había hecho fotos para las cubiertas de Seix Barral; pero su fama, su renombre, que crecía a medida que el fotógrafo envejecía como un árbol en la nieve, le había llegado por las portadas urbanas que daba a la revista 'Destino'. Salía en su blanco y negro la Barcelona céntrica, popular y callejera en la que creció, la ciudad que había recorrido con su flotilla de triciclos de reparto (una exclusiva de Aviaco, la compañía aérea privada de los tiempos del franquismo). La de aquellas fotografías era la Barcelona aplastada y resignada a vivir bajo una dictadura. Muchos de esos retratos, gente humilde (se le ve en la ropa, en las gorras, en el saco que llevan doblado al hombro, en los adoquines de las calles que pisan), muchas de aquellas personas a las que retrata aparecen mirando hacia arriba y la luz del cielo les ilumina el rostro como a los santos. Basta comparar a su hombre del saco de la calle de las Moscas, una foto de 1962, con el 'Cristo abrazado a la cruz', con la cruz al hombro, del Greco. Forcano era un fotógrafo de pobres santificados. “Como buen charnego, estoy bautizado en la catedral”, me dijo una tarde.

Su renombre le había llegado por las portadas urbanas de la revista 'Destino'

Muchas veces se señala que Forcano está captando a la persona, su esencia más humana, cuando retrata a alguien en un descuido al ir por la calle; pero Forcano era un místico que se lanzaba a la búsqueda de la luz, y al final de su carrera, tras dejar de hacer retratos, y dejar luego la publicidad (lo que la censura no vio en sus pobres en blanco y negro lo encontraría en las modelos en color), se entrega en cuerpo y alma a experimentos inmateriales, persigue a la luz por sí misma, sin ningún pretexto físico, le prepara trampas dentro de su cámara para que caiga y capturarla, y en esa lucha luminosa consistirá ya toda su fotografía. En la mística de Forcano el ser divino se llama azar.

En su domicilio y en su estudio, Forcano había acumulado imágenes de santos que compraba en los Encantes: un Niño Jesús de Praga, un San Alfonso María de Liguori al que había atado al cuello un pañuelo de Comisiones Obreras... El estudio lo puso en la zona de la Catedral, que tanto amaba, en un antiguo almacén de tejidos. Y hasta trasladarse en los últimos años a Canet, vivió cerca de otra iglesia, la de los santos Gervasio y Protasio.

Era también el barrio del dibujante Escobar, y por eso el compañero de su personaje Carpanta se llama Protasio. Forcano y Escobar comparten una preocupación por mostrar el detalle de la chaqueta corta de mangas, el cesto de mimbre para llevar la comida... Los contados bienes que tienen los pobres. Tanto en Escobar como en Forcano hay una importancia relevante de la comida. Es la última generación que sabe comunicar eso. También ha sido así en la literatura más pegada a la gente desde las uvas sisadas del Lazarillo hasta Jean Valjean, el protagonista de 'Los miserables', que robó las hogazas de pan para dar de comer a sus sobrinos, y de ese modo empezó su épica aventura.

Al final de su carrera se dedicaba a tenderle trampas a la luz con su cámara

Me presentó a Forcano una gran amiga suya, y una pionera en nuestro país de la crítica fotográfica escrita, Rosario Martínez Rochina. Pero su verdadero nombre es Redención. Rosario viene de leer 'Los miserables', de Hugo, y las 'Memorias de ultratumba', de Chateaubriand, en ediciones populares de ateneo libertario. Su padre era así en el campo valenciano, y por eso le puso a ella Redención, y a su hermano Amor y a su otra hermana Acracia; pero luego la guerra dio al traste con todo y con su familia en la cárcel. Me fascinaba estar con ella en casa de Forcano, rodeado de hallazgos de los Encantes, y ver cómo sacaba de unas cajas muy planas unas fotografías muy grandes, maravillosas, hechas en los viejos años. Las fotos en papel son como la literatura en papel. Por eso me atreví a pedirle a Forcano, con la ilusión de la primera novela, que me hiciese la foto de la solapa. Salimos a su barrio gótico y me pidió que mirase hacia arriba. La foto del señor de Rambla Catalunya que se agarra el diente en la portada de 'Catalanes todos' también es suya. Son libros escritos a la luz de Forcano.